La corrupción y la mala gestión han dejado a la nación insular cargada de deudas e incapaz de pagar por productos de primera necesidad, mientras persiste el caos político incluso después de que el presidente anunciara su muy solicitada renuncia.
Una Sri Lanka de clima tropical y con una agricultura en desarrollo normalmente no suele carecer de alimentos. Sin embargo en la actualidad la gente pasa hambre.
El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas dice que casi nueve de cada diez familias se saltan las comidas o escatiman en gastos para conseguirla, mientras que tres millones reciben ayuda humanitaria de emergencia.
El 22 de junio de 2022, el primer ministro Ranil Wickremesinghe había anticipado que la economía ya había “colapsado” y que al país le quedaban pocos días para tocar fondo. Como efectivamente ocurrió dos semanas después.
El caos político, que se alimentó del económico, persiste incluso después de que el asediado presidente, Gotabaya Rajapaksa, anunciara oficialmente que dejará su cargo a partir del próximo miércoles. Pero, ¿qué contribuyó al colapso económico?
Atentados, pandemia y guerra, un coctel explosivo difícil de digerir
Los economistas dicen que la crisis se debe a factores internos, como años de mala gestión administrativa y corrupción. Gran parte de la ira del público se ha centrado en el presidente Rajapaksa y su hermano, el ex primer ministro Mahinda Rajapaksa.
Pero las condiciones se han ido deteriorando en los últimos años. En 2019, una serie de atentados yihadistas en iglesias y hoteles mataron a más de 260 personas en Semana Santa. Eso devastó el turismo, una fuente clave de divisas, que sufrió aún más en la pandemia.
El Gobierno necesitaba más divisas a medida que se disparaba la deuda externa, pero en cambio, Rajapaksa impulsó los recortes de impuestos más grandes en la historia, una medida que se revirtió recientemente, pero cuando ya las notas crediticias de la nación habían bajado, impidiéndole pedir más dinero prestado.
La escasez de productos esenciales, a la orden del día
En abril de 2021, Rajapaksa prohibió repentinamente la importación de fertilizantes químicos para impulsar la agricultura orgánica, lo que tomó a los productores por sorpresa y diezmó los cultivos básicos de arroz.
A finales de ese mismo año, las autoridades se vieron obligadas a cerrar la única refinería de petróleo para evitar un abultado gasto de divisas por la importación de crudo.
La guerra de Ucrania solo agravó la situación, haciendo subir los precios de los alimentos y el petróleo. La inflación supera el 47% anual y casi llega al 60% solo en alimentos.
Sri Lanka anunció en abril que suspendía el pago de préstamos extranjeros debido a la escasez de divisas. Su deuda externa total asciende a 51.000 millones de dólares, de los cuales debe pagar 28.000 millones de dólares hasta finales de 2027.
Mientras tanto, la rupia de Sri Lanka se ha debilitado y perdido un 80% de su valor en los últimos meses. Eso hace que los costos de las importaciones sean más altos, lo que provocó una escasez crítica de combustible, alimentos y medicamentos esenciales.
¿Qué viene ahora?
Sri Lanka y sus 22 millones de habitantes buscan ayuda de los vecinos India y China y del Fondo Monetario Internacional, al que el Gobierno debe presentar un plan sobre sostenibilidad de la deuda en agosto antes de llegar a un acuerdo.
Otros gobiernos como el de Estados Unidos, Japón y Australia han proporcionado unos cientos de millones de dólares en apoyo.
Los médicos han recurrido a las redes sociales para tratar de obtener suministros críticos de equipos y medicamentos; un número creciente de habitantes de Sri Lanka está buscando pasaportes para buscar trabajo en el extranjero; y a los trabajadores del Gobierno se les ha dado un día libre adicional durante tres meses para que tengan tiempo de cultivar sus propios alimentos, con miras a salir de la crisis. Con información de Reuters/EFE/AFP
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