En la actualidad alrededor de 850 millones de personas en el mundo padecen algún tipo de enfermedad renal. “El riñón es a menudo un traidor silente, de manera que en muchas ocasiones el paciente no se da cuenta de que está dejando de funcionar”, explica la doctora María José Soler, del servicio de Nefrología del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Nefrología. La doctora Soler señala que existen dos tipos de insuficiencia renal, la aguda y la crónica.
“La insuficiencia renal aguda consiste en una alteración de la función del riñón de menos de tres meses, precisa un tratamiento dirigido y evitar fármacos tóxicos para el riñón como los antiinflamatorios y aminoglucósidos”, explica. La insuficiencia renal crónica, por su parte, aparece “cuando se produce una alteración de más de tres meses en la función del riñón y, por tanto, ya es irreversible, de manera que el tratamiento debe ir enfocado a hacer que no progrese, cosa que se consigue mediante medicación y cambios en la dieta y el estilo de vida”.
La doctora explica que la función del riñón es “eliminar las sustancias tóxicas del organismo, de modo que si no se eliminan se acumulan. Esto provoca que muchas personas necesiten una máquina que haga de forma artificial la función del riñón: la diálisis”. La experta recuerda, además, que la patología de riñón es compleja, puesto que puede afectar a otros órganos. En la actualidad, el paciente que ingresa en un servicio de Nefrología es el que presenta mayor complejidad y señala que “según las investigaciones, en 2040 la enfermedad renal crónica será la quinta causa de mortalidad en el mundo”.
El principal factor de riesgo para la insuficiencia renal es la diabetes y algunos de los síntomas, en muchas ocasiones leves, que nos pueden indicar que estamos ante una patología de riñón son el cansancio, la irritabilidad y la hinchazón, entre otros. “La fatiga se produce porque el riñón interviene en la síntesis de la eritropoyetina y su déficit produce anemia”, explica Soler. La eritropoyetina es una hormona que producen los riñones y cuyo déficit provoca que la médula ósea no produzca suficientes glóbulos rojos. A su vez, la insuficiencia renal crónica produce una alteración del metabolismo mineral: vitamina D, fósforo y calcio.
“Dejar de fumar, hacer ejercicio físico de forma regular, descansar bien, hidratarse correctamente y llevar una dieta sana y equilibrada son pasos fundamentales para una buena salud renal”, explica Soler, quien recomienda, además, evitar el abuso de ciertos fármacos como los antinflamatorios. “Están desaconsejados si tenemos insuficiencia renal, y tampoco debemos abusar de ellos y consumirlos sin ton ni son si estamos sanos”, continúa la doctora. Es importante, además, ser muy cuidadosos con el consumo de todos estos alimentos, que pueden afectar a nuestra salud renal.
Embutidos
Consumir un exceso de sal eleva la cantidad de sodio en sangre, cosa que reduce la capacidad de los riñones para eliminar el agua. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el consumo diario de sodio en adultos sea menor a 2 g (lo que equivale a unos 5 g de sal). “Los embutidos y carnes procesadas tienen un exceso de sal por su propio proceso de elaboración, que puede oscilar entre 1,9 y 2,3 g por cada 100 g”, señala Encarni Pérez, nutricionista colaboradora de FullMusculo. La experta recomienda que nos fijemos en la cantidad de sal que contienen los productos que consumimos y escojamos siempre aquellos que lleven como máximo 1 g por cada 100 g. “En el caso de los enfermos del corazón, esta cifra no debe superar los 0,25 g”, advierte Pérez.
También contienen grandes cantidades de sal añadida y, para Pérez, es fundamental sustituirlos por caldos de verduras caseros sin sal añadida. “La idea es que, poco a poco, vayamos eliminando la sal que añadimos a los alimentos que cocinamos en casa, algo relativamente sencillo a lo que el paladar se irá acostumbrando progresivamente”, señala la experta, quien recomienda apostar por el uso de especias y hierbas para dar sabor a nuestros platos. “Es importante tener en cuenta que gran cantidad de productos que adquirimos ya llevan sales añadidas, de manera que es muy fácil superar las recomendaciones de la OMS si además cocinamos con sal también en nuestras casas”, explica el nutricionista de Medicadiet Álvaro Sánchez.