Charito Rojas: Aquí se come arepa

Mendoza, acuérdate de una cosa que se llamó RCTV que también se creía imprescindible y ya no existe, mírate en ese espejo. Hugo Chávez (1958- 2013?), en una cadena el 6 de marzo de 2009

Poco después de esta amenaza, Empresas Polar inauguraba la ampliación de su planta de productos de limpieza en Valencia. Ese mismo año, abrió el Centro de Desarrollo Deportivo Empresas Polar en San Joaquín, para niños y jóvenes. En 2010, mientras Chávez ordenaba a discreción “Exprópiese, exprópiese”, Alimentos Polar concretaba una alianza con el Grupo Leche Pascual, de España, para instalar la planta de Migurt en Valencia.

 

Oligarca, hijo de papá, señorito, golpista, conspirador y más recientemente, pelucón, han sido las expresiones de la barbarie contra el presidente de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, el empresario más exitoso de Venezuela por dos razones: sus empresas producen a pesar de la crisis económica provocada por una revolución ignorante y sus empleados hablan bien de él y hasta lo quieren, porque se ha fajado con ellos a defenderles sus empleos.

Cada vez que Mendoza habla deja establecido que no quiere ser presidente sino de sus empresas y que está a la orden para poner a producir a este expropiado e improductivo país. Su superioridad humana y gerencial está a años luz de los rebuznadores que han quebrado a Venezuela. Era lógico que lo hicieran: el totalitarismo comunista es totalmente adverso a la prosperidad y el progreso, porque éstos hacen libres a quienes ellos quieren someter para perdurar en el poder “como sea”.

La conducta de los dos presidentes revolucionarios, ninguno de ellos con nivel académico ni experiencia gerencial, es la única que podían seguir de acuerdo a sus medidores humanos: atropellar a los mejores, hundir la economía estatizándola, exiliar o encarcelar a los opositores, destruir todos los bastiones de libertad de expresión, de acción, de producción, de oposición. Extinguir los derechos y apretar cuellos y estómagos, torcer brazos y quebrar voluntades, sobornar mediocres y alimentar la corrupción. Toda una cadena de cohecho, chantaje, extorsión y maldad. Ese es el alimento de la revolución.

Por supuesto que el lobo se pone el disfraz de amor a los pobres, de generosidad con el pueblo, de defensor de los desamparados. Pero se le ven los colmillos y las uñas: se le vieron cuando dejó en la calle y persiguió sin piedad a 20.000 empleados de Pdvsa, una fuerza laboral que ha demostrado ser irremplazable. La cotorra chavista trató -y lo logró con los más fanáticos- de convencer que la culpa de todo la tienen los empresarios, los petroleros, los medios, la oposición, las universidades, la Iglesia, los estudiantes.

Han logrado la mayor inflación del mundo, han quebrado a Pdvsa, han convertido a Venezuela en un gran rancho, en un barrio sucio, sin luz ni agua, peligroso, sin piedad. Con carencias elementales: medicinas, atención médica, comida, transporte. Por eso indigna ver a un presidente que pide un presupuesto de 1.500 millones de dólares para viajar en 2016, mientras los niños venezolanos son devueltos a sus casas porque no hay agua en los baños del colegio, los pacientes mueren porque no hay quirófanos operativos, las empresas cierran porque no tienen materia prima. Una carencia de prioridades que asesina a una nación.

Y encima, el Gobierno es exportador: ha sacado millones de dólares de las arcas nacionales para financiar a otros países, con el único fin de alinearlos en un eje castrista-chavista-totalitario al que le han puesto nombres como Alba, Petrocaribe, Celac, Unasur. Por no hablar de los obsequios y dispendios del finado, que regaló a diestra y siniestra, tratemos el caso del heredero, sortario al ser elegido porque el finado le tenía (y con razón) miedo a las agallas diabólicas del otro candidato. Razones poderosas había para su elección: se sabía de memoria el discurso hueco y grandilocuente de la revolución y era pupilo dilecto del castrismo.

El problema vino cuando quiso calzar los zapatos del finado y la escasez de material lo hizo imposible. Pero tratando, se fajó a hacer un soporífero programa de radio, a ladillarnos con insulsas cadenas y a regalar lo poco que quedaba en la olla. Se rodea de enchufados cuyo único interés es quedar resueltos para toda la vida. Y allí explotan todos los problemas: los que arrastraba del manicomio anterior y los propios. Así que no puede haber un final diferente cuando se desprecia el conocimiento y la academia, cuando se insulta a niveles superiores, cuando se pierde el capital humano en estampida, cuando se liberan los demonios del delito y la corrupción, cuando el líder no tiene control y ni siquiera percibe el desastre.

Mientras a Mendoza y al economista Ricardo Hausmann, cuyo currículo en el exterior es tan respetado como despreciado este régimen, los denuncian en la Fiscalía usando como prueba de su “traición a la patria” una grabación ilegal, Empresas Polar lucha por seguir produciendo maltas y cervezas, vinos y sangrías, pastas y arroces, margarinas y mayonesas, aceites, harina pan, jabones, vinagres, salsas, jugos, agua, atún, mermeladas, helados, refrescos, para mantener abiertas sus 28 plantas.

Mendoza tiene suficiente dinero para largarse y mil sitios donde ningún estúpido lo jorobe. Pero sigue aquí, peleando su empresa, la de sus empleados, la de Venezuela, porque en conclusión, todos los venezolanos comemos arepas.

El gobernante fue nuevamente a San Vicente y Granadinas a “inspeccionar” el aeropuerto que les regaló, así como a ofrecer 1.500 canaimitas, 50 casas y una planta de Petrocasa. En el viaje anterior, hace pocos días, obsequió la planta de gas “Hugo Chávez” para suministrar luz al 90% de la isla. ¿Por qué tanto viaje de altos funcionarios venezolanos a esas islitas caribeñas? Incluso la primera combatiente encabezará una misión ¡para ir a aprender inglés! Bien por él, mientras en Venezuela la oscurana paraliza y enfurece.

No se ha dado cuenta que estamos en la bajadita, esperando el 6 de diciembre para imponer con el voto el respeto que exige Venezuela.

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