Carolina Jaimes Branger se disculpó con los trabajadores de CANTV

Así comienza su artículo de opinión la periodista Carolina Jaimes Branger:

El pasado 31 de mayo publiqué en estas mismas páginas un artículo al que titulé “El robo nuestro de cada día”. Hice lo que un buen periodista jamás hace: me quedé con una sola parte de la historia, la tomé por cierta y la divulgué en todos los medios en los que escribo, que no son pocos, por cierto.

El hecho es que mis alarmas se encendieron cuando mi hermano Ricardo me llamó a preguntarme si yo había hecho una denuncia sobre unos técnicos de Cantv. “Sí, conté lo que le hicieron a nuestro primo”, le dije. “¿Y tú te tomaste la molestia de corroborar que toda la historia fue como te la contó?”. No, no lo hice.

“Pues cometiste una gran injusticia y unos pobres hombres están a punto de perder su trabajo por tu culpa. Me han escrito una cantidad de vecinos a decirme que tu artículo estuvo sesgado, falto de información del supuesto lado agresor y también de las acciones que el agredido llevó a cabo”, de las que yo no tenía ni idea. No es una excusa, porque mi proceder fue inexcusable, pero todos tenemos una o más historias de matracas del personal de Cantv, por lo que no me extrañó: era una más de tantas.

Uno de los técnicos tiene años trabajando en Cantv. Sin embargo, quienes lo conocen –que son muchos vecinos de la urbanización donde vive mi primo, me dicen que es un hombre decente y trabajador en toda la extensión de la palabra. Tiene un grupo de clientes satisfechos que no sólo están abogando por él y defendiéndolo, sino que dan fe de su buen hacer.

El otro técnico también posee excelentes referencias… Yo llamé por teléfono al primero y hablé con él. “Su artículo me está perjudicando en lo personal y en lo laboral”, se quejó. Le pedí disculpas y le pregunté qué podía hacer para arreglar mi entuerto. “No se preocupe, señora… es que en este asunto hay tanta matraca que pagamos justos por pecadores”. Yo creo que, en la Venezuela de hoy y en absolutamente todo, pagamos justos por pecadores.

No quiero que por mi culpa –porque soy la única responsable de esto- dos buenos hombres se vayan a quedar sin su sustento.

Además, quiero pedirles disculpas públicas: lo que yo hice estuvo mal hecho y espero que esta lección nunca se me olvide. Me siento terriblemente mal y me gustaría ofrecerles mis disculpas personalmente.

Nunca le he hecho daño a nadie adrede, y no quiero hacerlo en los últimos años de mi vida. Por eso, me retracto y les pido disculpas públicas.

El artículo anteríor:

Todos los días recuerdo a mi amigo el rabino Pynchas Brener. No solo por sus enseñanzas y su grata conversación, sino porque hace como quince años él me dijo: “La crisis venezolana es política. ¡Claro que es política! La crisis venezolana es económica. ¡Claro que es económica! La crisis venezolana es social. ¡Claro que es social! Pero la mayor crisis que tenemos en Venezuela es la crisis de valores».

Hugo Chávez corrompió a su círculo más cercano para tenerlos con la rienda corta y poder dominarlos. Pero esa corrupción permeó hacia abajo. “Si mi jefe roba, ¿por qué no voy a robar yo…?” es el razonamiento o la excusa.

Ahora, Nicolás Maduro ha permitido el robo no solo como mecanismo de chantaje, sino para pagar los sueldos que no tiene cómo pagar, o sencillamente, no quiere pagar. Así, los soldados que están en las alcabalas los días de cuarentena radical se hacen de un sueldazo mensual, que ya quisieran ganar los profesionales venezolanos. De igual manera, los empleados públicos, que para cualquier diligencia piden desde una “ayudaíta” (puede ser para obtener un documento legal, un permiso, un servicio, un cupo y ahora para las vacunas) hasta para el “doctor” o la “doctora” y “eso sí, me lo trae en dólares en efectivo”.

Escribo este artículo después de enterarme de que una cuadrilla de la Cantv fue a “reinstalar” una línea de teléfono en casa de los vecinos de un primo mío. Él los vio llegar, porque el poste de teléfono está justo en la entrada de su casa. Se acercó y a guisa de chanza, les dijo “cuidado me cortan mi línea”. ¡Bingo! No habían pasado unos minutos cuando se le fue el Internet que tiene asignado a su línea telefónica: se la habían cortado. Salió a decirles que le habían cortado la línea. Los técnicos ni se inmutaron. Mi primo les tomó fotos para documentar el abuso. Pero ellos siguieron como si nada.

El que estaba en la escalera terminó de bajar, la dobló y la metió en la camioneta. El otro, que parecía ser el jefe, le dijo “nosotros no tenemos que ver nada con eso”. “¿Cómo no van a tener que ver con eso si estaba funcionando hasta que ustedes empezaron a jurungar los pares?”, les reclamó. Dos técnicos que estaban más arriba se acercaron. “Bueno, si quiere tener línea, eso le va a costar unos realitos”. Mi primo entró en cólera. La educación con que los trató inicialmente dio paso a reclamos muy severos y hasta groseros, producto de su ira. Pero los tipos se fueron tranquilazos. Total, ya habían cobrado. Si mi primo quería su línea de vuelta, tendría que bajarse de la mula de igual manera.

Los vecinos pagaron 250 dólares por recuperar su línea. ¡Doscientos cincuenta dólares equivalen a cien sueldos mínimos o más! ¿Es que hay que pagarles a todos los que prestan servicios, aparte de lo que cuesta el servicio? La Cantv ha subido las tarifas y presta el peor servicio del mundo. Ya casi nadie tiene teléfono de una compañía que cuando estaba privatizada funcionaba a las mil maravillas. Pero no, la “nacionalizaron”. ¿Para qué? ¡Para destrozarla, como han destrozado todo el país y luego convertirla en un antro de abusos y robos!

Yo no sé cómo vamos a reconstruir el país cuando esto se acabe. Pero sé que va a costar mucho. La corrupción se convirtió en una manera de vida y… ¿cómo se detiene eso?

Si estuviera vivo mi queridísimo y admiradísimo Luis Alberto Machado, me diría “con educación, educación y más educación»… La educación no es una prioridad… ¡La educación es LA prioridad!

Pero no hay que perder las esperanzas. Todavía queda algo de reserva moral en el país. Y esa reserva tendrá que hacer acopio de todos sus recursos para enfrentar al monstruo que está comiéndose al país desde sus entrañas.