Carlos Blanco: Hacerse dueños del tiempo

Tibisay Lucena dijo que no habrá referéndum revocatorio presidencial en 2016. La estrategia del Consejo Nacional Electoral ha sido clara: que el régimen gane tiempo. Han logrado convertir un proceso constitucional y político en una cadena de gestiones administrativas. Llena este papel. Trae la cédula. Busca la solvencia de aseo. Saca la visa de turista. Entrega el currículo. Venga luego. Hoy no fío, mañana sí.

Las razones del régimen son deleznables porque tiempo ha habido de sobra. Su “falta” es producto de la acción deliberada de las autoridades electorales: arrastran los pies y – ¡oh, sorpresa!– el momento se estira y los autores de la demora miran, como pasmados, el producto de su acción. El espectáculo del CNE ayer, con figuras del oficialismo para escuchar una presentación diseñada para hacerse ininteligible, con láminas inasibles en una danza de cifras, fechas, trámites, tuvo el propósito de decir a los demócratas: el RR es cadáver pero no les puedo emitir el certificado de defunción porque no ha llegado el forense todavía.

Remitir la recolección de firmas de 20% para finales de octubre es indicar que el revocatorio tiene la altísima probabilidad de llevarse a cabo en 2017, en el mejor de los casos, cuando un vicepresidente como el general Padrino, Diosdado Cabello o Cilia Flores –por mencionar algunos– se haría acreedor de la Presidencia de Venezuela.

Cuando escribo estas líneas veo algunas expresiones del tipo “Todavía tenemos tiempo para que el revocatorio se haga en 2016”. Lo cual es cierto técnica y legalmente, pero no políticamente. Si Maduro ha tenido la fuerza hasta ahora para trasladar el proceso hacia 2017, sólo una fuerza mayor que esa podría asegurarlo en 2016. Ésta sería una conjunción de fortalezas similar a la que impuso el respeto a los resultados en diciembre de 2015. Entonces concurrió una mayoría abrumadora, una dirección asertiva en el campo civil, una opinión internacional favorable y una presión de la base militar sobre sus mandos para impedir la violencia de los grupos paramilitares.

Sin esa suma de fuerzas convergentes en un mismo propósito se hace improbable que el régimen acepte su salida y no parece estar en marcha una estrategia conjunta para lograrla. La clave es que la oposición se apropie del tiempo y diga “no más”. En el momento en que lo haga estaría en condiciones de sumar fuerzas y se entraría en otra etapa de la historia porque se habría arrebatado el manejo del tiempo a los que quieren estirarlo. Con los demócratas como dueños del tiempo se haría más viable exigir la salida ya.