Fuga de cerebros: Profesores universitarios también emigran del país

El promedio de un profesor universitario en Venezuela, calculado a tasa SIMADI se ubica cerca de $77 dólares estadounidenses. Menos del 1% de los $9.485 que puede ganar un docente en una universidad de Canadá. Con sueldos que ni siquiera alcanzan para la de una, migrar se ha convertido en una alternativa real para muchos profesores del país.

En apenas tres años más de 700 docentes han abandonado la Universidad Central de Venezuela (UCV). En el caso de la Universidad Simón Bolívar (USB), de una plantilla de aproximadamente 700 profesores se han ido 500. La Universidad (UNIMET), ha perdido el 10% del plantel docente desde julio de este año a la fecha.

“Los venezolanos que han sido bien formados, están recibiendo buenas ofertas en el exterior”, expresa el Vicerrector Administrativo de la Universidad de Carabobo, José Angel Ferreira. “Es un tronco de negocio para las universidades que se los llevan porque ya el posgrado y su formación académica se los pagó esta universidad y están acreditados”. En la UC, el año pasado, 101 docentes de todas las facultades dejaron su puesto de para perseguir oportunidades más allá de las fronteras.

Precariedad de salarios

El sueldo de un profesor titular a dedicación , el escalafón más alto, está alrededor de los 44.174 Bs., sumado a las distintas primas y al bono alimentario, podría situarse en 50.000 bolívares, aún así es insuficiente para adquirirla la canasta básica familiar estimada en 54.204,69 Bs. para el mes de julio.

Profesores a tiempo completo han pedido cambio de dedicación. Solamente dan clase y dejan de lado labores de investigación dentro de la universidad; relata el rector de la Universidad Metropolitana, Benjamin Scharifker. “Están buscando mayores ingresos en otras ramas del desempeño, porque el oficio no les permite el sustento de la familia”.

Luis Gustavo Celis es venezolano, labora como investigador y docente en la Universidad de la Sabana. Vive en Colombia desde hace 25 años, mucho antes del inicio de la ola migratoria. Estuvo en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y perteneció al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit) cuando vivía en el país.

Con frecuencia recibe solicitudes de profesores y profesionales venezolanos de distintas áreas que buscan emplearse en la Universidad de la Sabana. Así, Celis se ha transformado en una suerte de embajador de esta academia para los migrantes venezolanos.Junto a los alumnos ha realizado “Encuentros de los Estudiantes Venezolanos Sabaneros”, que han permitido por unas horas tener un rinconcito de Venezuela en esas tierras. Otra de sus iniciativas ha sido la creación de la Asociación de Venezolanos en Colombia (Asovencol), donde forma parte de la junta directiva y da apoyo a los migrantes que lo requieran, en especial en el tema de las visas.

“Estaría dispuesto a regresar a mi país, cuando pueda contribuir al desarrollo de un mejor futuro”.

Para el investigador es fundamental que los profesores universitarios estén bien remunerados. “Muchas personas con estudios de postgrado han abandonado Venezuela buscando nuevos horizontes. Si hubiese posilidad de repatriarlos habría que ofrecerles un salario justo para sostenerse”. En Colombia el salario de un profesor universitario del más alto escalafón puede alcanzar 4.058$ dólares. Al igual que Celis, entre 12 y 14 profesores venezolanos dan clases en esta universidad neogranadina.

Sin otra opción

Por ley, los profesores a dedicación exclusiva no pueden tener otros ingresos, explica el vicerrector José Ángel Ferreira. A diferencia del personal administrativo que pueden tener otros trabajos, incluso dar clases.

“No puede, digamos, desarrollar otros campos de trabajo, sino editar libros u otro tipo de producción intelectual. Un profesor que esté limitado en el mayor escalafón que es dedicación exclusiva y gana poco, piensa en otras opciones o en otros países”.

-¿La reciente contratación colectiva aprobada mejora económicamente a los docentes?

-Pudo haber sido mejor. No se aprobó la prima de antigüedad, y algunos bonos no se tradujeron en beneficios salariales. Se esperaba algo mejor, los profesores tenían otras expectativas. Los obreros también.

Las pérdidas

“Quizás estemos en el peor momento que hemos vivido, de lo que significa el estatus del profesor universitario en la sociedad venezolana”, manifiesta Scharifker, quien no recuerda que haya habido una subvaloración de lo que es la labor universitaria como ahora. Y ello se manifiesta en una serie de indicadores, no solamente el salarial.

Con la migración masiva de docentes de Educación Superior disminuye la capacidad de generar conocimiento y de formar nuevas capacidades humanas para la nación, explica el rector de la UNIMET.

La función de las universidades en la sociedad es buscar la verdad y formar ciudadanos con pensamiento crítico. Si se pierde esa capacidad, es muy difícil que la Academia logre su propósito y es lo que está ocurriendo con la pérdida de capacidades que tenemos en la institución y el elemento más importante para el desarrollo de esas capacidades es el talento, es la gente y lo que estamos perdiendo a velocidad acelerada.

Todas las áreas de la academia se ven afectadas por el éxodo de sus profesores, pero las facultades de Ciencias de la Salud, Ingeniería y Ciencia y Tecnología son las más críticas, concuerdan Scharifker y Ferreira.

“Si antes eran 5 concursos en promedio los que quedaban desiertos, ahora son entre 35 y 40”, lamenta el vicerrector administrativo de la UC, José Ángel Ferreira. “Muchas veces porque participan pocos candidatos, que además no cubren los requisitos mínimos para ser profesor universitario como las notas mínimas aprobatorias, estudios de cuarto nivel, experiencia, la aprobación de los exámenes correspondientes”.

No hay sistemas de acreditación que garanticen la calidad de los programas que se ofrecen, señala Scharifker. Es parte del deterioro institucional que ha sufrido el país, por ejemplo, el Consejo Nacional de Posgrados que acreditaba los programas de estudios, pasó a ser una dependencia del ministerio, y el ciudadano que desea formarse, no tiene orientación del Estado sobre a qué programa debe acceder.

“Lamentablemente la sociedad venezolana no tiene conciencia de la importancia del conocimiento y al no tenerla, no le da su justo valor a la universidad”, reflexiona el rector de la UNIMET.

Proceso de adaptación

Hace casi 10 meses, Francisco Díaz llegó a Salt Lake City en pleno invierno cuando la temperatura promedia los −1.6 °C. Licenciado en Letras de la Universidad de Los Andes, abandonó su trabajo como profesor en la Universidad Arturo Michelena en búsqueda de una mejor calidad de vida.

“Por el momento mi futuro más cercano reside en Norteamérica; este país me ha abierto las puertas y en él aprendo cada día de su cultura y lengua”, afirma Díaz, quien se encuentra perfeccionando su dominio del idioma inglés para ampliar su gama de oportunidades académicas y laborales. “Tienes que ganar tu derecho a pisar el piso que te recibe, y eso se hace con humildad, legalmente y dejando los resabios de nuestra viveza criolla”.

Dentro de la Academia es mucho más sencillo que en otros campos del desempeño, observa Scharifker. En algunas áreas las metodologías son universales, entonces es muy fácil para un académico dejar una posición en una universidad venezolana por un escalafón en otra universidad en cualquier país del mundo, pero con mejor remuneración.

Los docentes se van porque no consiguen opciones de calidad de vida. Y el fenómeno se está produciendo sobre todo con los profesores jóvenes, según aprecia Ferreira. Un estudio efectuado por Consultores 21 reveló que 1 de cada 4 (24,5%) venezolanos preferiría irse a vivir a otro país que quedarse en Venezuela.

“Aquí habrá que buscar alternativas al proyecto de subsistencia de los profesionales. Bien sea salariales o no”, sentencia el Vicerrector. “El problema debe ser encarado con responsabilidad. Tal como vamos, no estamos en el camino correcto para producir el profesional que el país necesita”.

Fuente: El Carabobeño