El día a día de un adolescente “soldadito” de la droga

Pablo tiene 17 años y va al liceo, como cualquier adolescente de su edad. Su cuerpo menudo lo hace parecer menor, pero su cara muestra las huellas de una vida agitada.

En Córdoba, Argentina, llaman “teros” o “perros” a los “soldaditos” que, como Pablo –el nombre ficticio que elige para contar su historia–, están en la base de la pirámide de las bandasnarcotraficantes.

Son los encargados de las tareas menores. Lavan los carros de los jefes y les hacen algún mandado. Después adquieren responsabilidades mayores, como avisar la llegada de autos extraños o informar la presencia de la Policía, reporta Clarín.

TRABAJANDO EN EL KIOSCO PANTALLA

Pablo tiene 17 años y va al liceo, como cualquier adolescente de su edad. Su cuerpo menudo lo hace parecer menor, pero su cara muestra las huellas de una vida agitada. Este “soldadito” cordobés alterna entre su casa, el colegio y el kiosco donde trabaja. No tiene que caminar mucho: los tres lugares sólo están separados por un par de cuadras. Desde hace tiempo, el negocio que atiende funciona como una pantalla para la venta de cocaína y marihuana.

El joven habla con naturalidad: “Me levanto en mi casa, desayuno y al mediodía me vengo para el kiosco. A veces como en casa y otras, acá. Estoy hasta las cinco de la tarde, cuando me voy a la escuela. Cuando salgo, vuelvo y sigo atendiendo. Hay días que me quedo hasta la una”, cuenta a Clarín.

Desde afuera, el local simula ser un kiosco común, como tantos otros que hay en el barrio. Pero adentro no hay golosinas ni galletitas. Tampoco cigarrillos, ni chocolates; solo un par de freezers desenchufados donde se apilan los envoltorios con droga.

529 DÓLARES MENSUALES

Mientras tanto, Pablo cuenta que actualmente gana unos 5.000 pesos argentinos al mes (529 dólares estadounidenses), una suma muy distinta a la que recibía cuando empezó a trabajar como “soldadito”, hace unos tres años.

La historia de Pablo no es aislada. Se multiplica en cada barrio de Córdoba y fuera de su trabajo, este adolescente trata de vivir como un cordobés de su edad. Algunos fines de semana va a los bailes de cuarteto. Pero no siempre puede ir. “Si hay mucho trabajo, prefiero quedarme en el kiosco, porque me pagan un porcentaje por ventas”, concluye.

SM