Hacía ya varias semanas que la familia de N., una menor de 9 años que vive con sus padres y hermanas en Berazategui, Argentina, estaba preocupada. Cada vez que volvía del colegio, N. se encerraba en su habitación y no quería salir. Había dejado de ser la chica alegre y sociable que era tiempo atrás. Algo le pasaba. Por eso, su hermana mayor decidió averiguar cuál era el conflicto. Aprovechó un descuido y le quitó el celular.
Cuando la hermana abrió los mensajes privados de Instagram de la menor, encontró una conversación con un chico, aparentemente de una edad similar, que le enviaba fotos subidas de tono y, sobre todo, la hostigaba para que ella le envíe imágenes con poca ropa. También encontró amenazas. Lo que más le llamó la atención fue el vocabulario que utilizaba esa persona. Por momentos se expresaba como alguien mayor. Sospecharon que quien hablaba con N. era un adulto.
En lugar de llamar a la policía, la familia hizo lo que no se aconseja: intentaron atrapar ellos mismo al acosador.
La hermana, con supervisión de los padres, chateó haciéndose pasar por la menor. Para lograr desenmascarar a quien estaba del otro lado, decidieron hacer una videollamada. Pusieron a N. frente a la pantalla del celular y realizaron la comunicación. Los padres y la hermana espiaban de un costado. Una vez que se estableció la conexión, se dieron cuenta que la persona que estaba del otro lado era, como ellos sospechaban, un adulto. Fue la confirmación que necesitaban para actuar y hacer justicia por mano propia.
“Pensé que si te decía que era mayor no me hablarías”, escribió el hombre para excusarse una vez que su identidad quedó descubierta. La familia le siguió la corriente y generó un encuentro. “Yo me quiero ir de mi casa, estoy aburrida”, escribió la hermana, simulando ser N. “¿Te dejan irte?”, preguntó el hombre. “Si, me dejan salir a veces. A alguna plaza”, respondió.
El encuentro quedó pautado para el jueves pasado al mediodía. Nuevamente la víctima quedó expuesta en esta situación, que se realizó sin que la Policía estuviera enterada aún. Los padres de N. la sentaron en uno de los bancos de la plaza y se escondieron con piedras en la mano. A la hora acordada, un vehículo se estacionó a pocos metros y bajó un hombre. Los familiares de la menor salieron y lo apedrearon. El acosador logró subirse nuevamente al auto y escapar.
Recién en ese momento la familia de N. decidió ir a hacer la denuncia policial. Pero en el trayecto a la comisaría, sonó el celular de la menor. Era el acosador. Todos pensaron que se trataría de una amenaza o algo por el estilo, pero no. Fue todo lo contrario. Tenía para realizar una propuesta tan insólita como aberrante.
“Por favor, no me denuncien. No le quería hacer nada malo a ella. Les doy la plata que quieran si me dejan estar un ratito a solas con la nena”, decía el mensaje.
Luego de la denuncia, la causa quedó en manos del doctor Daniel Ichazo, que maneja la fiscalía especializada en delitos conexos a la Trata de Personas, Material de Explotación Sexual Infantil y Grooming.
“Lo primero que se hizo fue revisar las cámaras de seguridad de la plaza para visualizar la patente del auto en el que el hombre había llegado. Gracias a eso pudimos determinar a nombre de quien estaba el vehículo y el domicilio”, asegura una fuente del expediente.
En el allanamiento, los efectivos de Cibercrimen de la Policía Bonaerense detuvieron al acusado y además secuestraron varios objetos. Se llevaron cuatrro celulares en los que habría conversaciones con más menores y un revolver con municiones.
La investigación de Ichazo determinó que el contacto entre el hombre y N., habría comenzado por medio de una prima de la menor, de sólo 12 años. “Ella también fue víctima de este hombre, aunque nos va a ser más difícil probarlo porque la prima borró todo el contenido de su teléfono por miedo y vergüenza. Lo reseteó a cero, por lo tanto, no sabemos si podremos recuperar el material”, dicen desde la causa.
En la fiscalía esperan los resultados del peritaje completo al celular, que llevará a cabo en los próximos días y podría arrojar sus primeros resultados a principios de la semana que viene. Una vez que se compruebe de manera forense que existió el acoso, la fiscalía pedirá la prisión preventiva.
La pena que puede recibir el acusado no es muy alta. El artículo 131 del código penal fija un máximo de cuatro años para quien cometa el delito de grooming, sin llegar a cometer un abuso
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