Las elecciones de Brasil se llevaran a cabo este domingo y aquí te presentamos los candidatos que se disputan la presidencia de dicho país.
Para estos comicios han sido convocados unos 147,3 millones de electores que tendrán la responsabilidad de elegir al sucesor de Michel Temer.
La salida de Lula, gran favorito según todas las encuestas, dejó el camino libre para varios políticos que aspiran gobernar al gigante de Suramérica.
Jair Bolsonaro, la ultraderecha militar
Su apodo es ‘Mito’ y es el candidato de la ultraderecha brasileña. Se mantuvo en el segundo puesto de preferencia electoral hasta que el TSE le negó a Lula la posibilidad de medirse en las presidenciales: la salida del expresidente lo llevó al primer lugar de las encuestas y, según los sondeos más recientes de Ibope, irá seguro a la segunda vuelta.
El político de 63 años es un excapitán retirado del ejército brasilero, que desde 1991 representa a Río de Janeiro como diputado federal.
Entre las propuestas más relevantes de su programa de gobierno de corte neoliberal, con el lema “Brasil encima de todo. Dios encima de todos”, están las siguientes:
Reducir la deuda pública en 20% a través de un proceso de privatización de las empresas públicas, venta de acciones y asignación de concesiones a operadores privados.
Crear un sistema privado para la jubilación por capitalización, que existiría en paralelo a la cotización pública.
Rebajar la edad de imputabilidad de 18 a 16 años y eliminar del beneficio procesal de recorte de condena.
Crear de un Ministerio de Economía que unifique las carteras de Hacienda, Planificación e Industria para dirigir el plan de privatizaciones.
Fomentar el uso de armas entre civiles, así como el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad y de defensa.
Aplicar una política de “guerra” contra el narcotráfico, que prevé protección jurídica especial para los policías que torturen, hieran o maten a presuntos delincuentes.
Fernando Haddad, el delfín de Lula
Hasta hace menos de un mes, Haddad era el compañero de fórmula de Lula. Su nombre figuraba como aspirante a la vicepresidencia en un binomio que, de vencer la batalla legal, se auguraba victoriosa. Sin embargo, el revés en los tribunales impidió la candidatura del expresidente y puso al exministro de Rousseff al frente de la boleta del Partido de los Trabajadores (PT).
Haddad es un abogado de 55 años, ex alcalde de Sao Paulo durante el período 2013-2017, que en menos de un mes debió sustituir a Lula. Menos carismático que el exmandatario, el catedrático no ha podido alcanzar el favoritismo del líder natural del PT, aunque las encuestas registran un crecimiento sostenido en la preferencia electoral. Los últimos sondeos lo ubican detrás de Bolsonaro, por lo que sería el virtual favorito para disputar la segunda vuelta.
El candidato es considerado un intelectual de clase media que, pese a su valoración positiva como burgomaestre y exministro, no fue reelecto el año pasado como alcalde.
En los últimos días, Haddad se ha sumado a la campaña impulsada por el movimiento feminista en Brasil bajo el lema “Él no”, que rechaza las posturas misóginas de Bolsonaro y su propuesta económica por considerarla excluyente.
El candidato petista ha prometido hacer cumplir el plan de Lula, que pone el acento en temas como la agricultura, la educación y la recuperación económica. Las principales propuestas del programa “Brasil Feliz de Nuevo” son las siguientes:
Promover la agricultura ecológica y los cultivos orgánicos libres de agrotóxicos, para que se incluyan este tipo de alimentos especialmente en la merienda escolar.
Restablecer los valores democráticos en Brasil y las libertades sociales que, a juicio del candidato petista, han sufrido un retroceso durante el gobierno de Temer.
Darle empuje al crecimiento económico sin desigualdad social.
Apoyar a las empresas que quieran impulsar la producción nacional, recuperar las empresas públicas y detener las privatizaciones.
Aplicar una reforma tributaria bajo los principios de “progresividad, simplicidad y eficiencia”.
Respetar los derechos de todos los grupos sociales, especialmente las mujeres, la comunidad LGBTI, personas con discapacidad, jóvenes, ancianos y demás sectores.
Ciro Gomes, la izquierda moderada
Esta es la tercera vez en que se postula a la presidencia. La primera fue en 1998, cuando quedó en tercer lugar; y la segunda, en 2002, una elección que lo dejó en el cuarto puesto de la carrera. Sin embargo, en esa oportunidad fue llamado por Lula para formar parte del gobierno como ministro de Integración Nacional.
Gomes es un abogado de 60 años, proveniente de una familia vinculada a la política, que se desempeñó durante la década de los 80 como profesor de derecho tributario en la Universidad Vale do Acaraú, en Sobral, y en la Universidad de Fortaleza (Unifor); y estuvo al frente de la alcaldía de Fortaleza (1989-1990). En la década de los 90 ejerció como Gobernador de Ceará (1991-1994) y fungió después como investigador de la Universidad de Harvard (1996).
Fue electo como diputado federal (2007-2011). En 2013, su hermano, el entonces gobernador de Ceará, lo designó como secretario de Salud del estado hasta 2015, año en el que asumió la presidencia de Transnordestina, subsidiaria de la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN) responsable de las obras del ferrocarril homónimo en el Nordeste, refiere Folha. En 2016, estuvo en contra del ‘impeachment’ contra Rousseff y renunció a su cargo en la CSN para no entorpecer las obras del ferrocarril durante el gobierno interino de Temer.
Los sondeos lo ubican tercero, detrás de Bolsonaro y Haddad.
El candidato, quien ha insistido en poner fin a la “radicalización” en Brasil pero es conocido por su verbo cáustico, tiene un plan de gobierno en el que resaltan las siguientes propuestas:
Crear una policía de frontera.
Generar dos millones de empleos en su primer año de gobierno.
Diseñar y aplicar un manual anticorrupción para el gabinete de gobierno.
Hacer una reforma tributaria para imponer mayores gravámenes a las grandes fortunas.
Recortar la inversión social para eliminar el déficit fiscal en dos años.
Transformar el sistema de pensiones.
Revocar la enmienda impulsada por el gobierno de Temer, que puso techo al gasto público por 20 años, en perjuicio de la educación, la salud pública y los programas sociales.
Geraldo Alckmin, tradición sin estridencias
Representante de la derecha más tradicional del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y reincidente en sus aspiraciones presidenciales, Geraldo Alckim se presenta por segunda vez a unas elecciones por la primera Magistratura, años de haber perdido su primer chance frente a Lula.
Alckim, de 65 años de edad, es un médico católico y conservador, que a los 19 años fue electo como el concejal más joven de la historia de Pindamonhangaba y, desde entonces, se mantuvo de manera casi ininterrumpida en cargos de elección. Aunque en 2006 fue al balotaje con Lula, en esta oportunidad las encuestas lo sitúan en un lejano cuarto lugar, eclipsado por el ultraderechista Bolsonaro.
Con su lema “el futuro mejor empieza ahora”, el conservador prevé mantener la línea de gobierno de Temer, mediante un programa de corte neoliberal que se resume en las siguientes propuestas:
Aplicar reformas para eliminar Ministerios e instituciones, con el propósito de reducir el tamaño del Estado y minimizar su participación en la economía.
Fomentar un programa de privatizaciones y otorgamiento de concesiones.
Reducir la inversión social y el gasto público, con un plan de ajuste para recuperar el “equilibrio fiscal” en dos años.
Promover una reforma política para eliminar partidos porque considera que las toldas funcionan como “pequeñas empresas”.
Convertir el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en el único tributo, tras la eliminación de los sistemas de recaudación que pechan las ganancias.
Marina Silva, el tercer intento
Aunque arrancó como tercera favorita al inicio de la carrera presidencial, la candidatura de Marina Silva ha quedado relegada a un cuarto lugar que disputa con Alckim en las encuestas. De origen humilde, con una intachable hoja de vida, sindicalista, ecologista y de religión evangélica, es la mujer que aspira por tercera vez a la Jefatura de Gobierno en Brasil.
Silva, de 60 años, es la abanderada del partido Rede Sustentabilidade (Rede) junto a Eduardo Jorge como aspirante a la Vicepresidencia. Con una carrera política que inició con el PT en 1987, cuando fue electa como concejal en Rio Branco, la candidata tiene un historial que comprende una diputación estatal, un escaño en el senado y la cartera de Ambiente, que desempañó durante el gobierno de Lula hasta que las diferencias le hicieron alejarse del expresidente.
En 2010, Silva se lanzó al ruedo para la presidencia, logrando un tercer puesto detrás de la ganadora, Dilma Rousseff (PT), y del aspirante del PSDB, José Serra. En 2014 se postuló a la Vicepresidencia, pero el accidente mortal del aspirante a la Jefatura de Estado, Eduardo Campos, terminó poniéndola al frente de la boleta. ¿El resultado? Otro tercer lugar, esta vez detrás Rousseff y Aécio Neves, del PSDB.
Aunque se ha mostrado abiertamente en contra de Bolsonaro, también ha procurado deslindarse del PT porque considera que el partido no ha hecho una crítica puertas adentro y promueve un modelo de desarrollo poco sostenible. De hecho, Silva avaló la destitución de Rousseff como mandataria en 2016, lo que se interpretó como un pase de factura por las diferencias que tuvo con ella mientras ejerció como ministra de Ambiente.
Con el lema de campaña “Un Brasil justo, ético, próspero y sostenible”, la candidata de REDE ha presentado un plan de gobierno que pone el énfasis en los siguientes aspectos.
Inversiones en infraestructura y un proceso de privatizaciones sin “dogmatismo”, del cual estarían exentos la estatal Petrobras, el Banco de Brasil y la Caixa Económica Federal.
Una reforma al sistema de jubilaciones, en vista de que el gasto de pensiones representa actualmente 13% del PIB.
Refuerzo de la política de control de armas, un sistema de penas alternativas y reducción de las prisiones provisorias.
Propuesta de referendo para la despenalización de las drogas.
Despliegue de las Fuerzas Armadas para la protección del territorio, el combate al narcotráfico y la preservación del ambiente.
Ampliación de la inversión en energías renovables.
Mantenimiento de los programas de inversión social, especialmente los dirigidos a las poblaciones más vulnerables para combatir la pobreza.