Difícil pregunta nos hacemos hoy: ¿siesta o paseo?
Esta cuestión puede suponer un abismo insalvable para muchas personas. ¿Renunciar a la siesta? ¿Pero cómo es posible?. Para otras, sin embargo, tanto monta que monta tanto.
Pero la última palabra, como en muchos casos, la tiene la ciencia. Al menos en cuanto a aval científico se refiere. Hoy veremos qué beneficios tiene una u otra decisión, por si queremos cambiar nuestros hábitos.
La siesta es beneficiosa para la salud
Sí, no es una cosa baladí: la siesta ha sido estudiada en numerosas ocasiones, dando como resultado varios y diversos beneficios. Entre ellos, se ha comprobado la capacidad de mejorar nuestras habilidades cognitivas de los sueños cortos durante el día. También ayuda a acelerar el tiempo de reacción y la velocidad de procesamiento de las tareas a acometer.
A nivel fisiológico, sabemos que la siesta ayuda a la ganancia de músculo, ya que durante el sueño se promueve el crecimiento de este tejido. Por otro lado, el sistema inmunitario es uno de los factores que se ve influenciado positivamente por la siesta, especialmente cuando existen problemas de sueño, lo que puede tener consecuencias negativas a medio plazo.
Como ya hemos contado otras veces, la siesta es positiva para el ser humano, en diversos aspectos, siempre relacionados el sueño. Las últimas investigaciones corroboran que un sueño de calidad es más importante que el tiempo que pasamos dormidos. Este ha de ser profundo y alcanzarse rápidamente.
La siesta podría ayudarnos a reponer las faltas de sueño nocturnas, en caso de que existieran, claro. También es conveniente recordar que una buena siesta, en términos generales, se caracteriza por ser corta, de no más de 10 o 15 minutos, aunque esto puede variar entre personas.
Pasear después de las comidas ayuda a controlar la digestión
Salir a dar un paseo después de la comida o la cena es algo que conlleva varios y tajantes beneficios. Está recogido en el acervo cultural, pero también en la literatura científica. ¿Qué sabemos al respecto? Al parecer, salir a caminar tras la ingesta ayuda al proceso digestivo por varias razones. La primera es puramente mecánica.
Aunque nuestro estómago está más que preparado para hacer todos los movimientos y digerir la comida, un poco de ayuda nunca viene mal. El movimiento a la hora de caminar ayuda a este proceso, así como al movimiento intestinal que da paso a los siguientes trozos de materia digerida y gases.
Por otro lado, una actividad física ligera o moderada ayuda al control de insulina, que determina los picos de insulina y el metabolismo de azúcares. Otros aspectos metabólicos también ganan con la pequeña actividad física: se controla mejor el movimiento de las grasas y la segregación de hormonas.
Por último, y esto es indirecto, pero tiene un gran impacto, ayuda a mantenernos activos. Con solo media hora de paseo sería suficiente, tras la comida, para obtener los beneficios que decíamos. Pero, además, esa media hora se suma a todo el tiempo de actividad física que recomienda la OMS por cuestiones obvias: combatir el sedentarismo.
La siesta es buena, pero caminar es mejor
Por desgracia para los amantes de la siesta, las evidencias no engañan: mientras que la siesta tiene algunos beneficios, ligeros en todo caso (aunque importantes si tenemos problemas con el sueño), la caminata después de comer tiene unos beneficios directos y claros. Estos son el aumentar nuestra cantidad de actividad física, controlar el metabolismo y ayudar a mejorar los picos de glucosa.
También nos ayuda en la movilización de grasas y mejora la digestión. Todo esto, aunque también es indirecto, tiene consecuencias claras a medio y largo plazo. Tanto en la siesta como en la caminata, lo mejor es hacerlo en «pequeñas dosis», aunque caminar, al contrario que la siesta, no tiene un perjuicio por hacerlo durante más tiempo.
Por el contrario, dormir más de 15 o 20 minutos, según varios estudios, podría relacionarse con el sobrepeso y la obesidad, aunque esto depende de la persona, por supuesto. En definitiva, caminar tiene beneficios más… intensos, o interesantes, si tenemos en cuenta el problema de sedentarismo que vivimos hoy día.
Por otro lado, tampoco necesitamos renunciar a una cosa ni a la otra. ¿Por qué no echar una pequeña siesta de 10 minutos y luego salir a caminar? Sí, es completamente posible aprovechar los beneficios de ambas cosas. ¿No lo habíamos dicho al principio? Bueno, al fin y al cabo, lo mejor se deja para el final. reseña vitonica