Natsumi Tsuji era una niña dulce, con excelentes notas en el colegio y una alto IQ. Pero algo cambió cuando comenzó a obsesionarse con las series y películas de terror.
A la hora del almuerzo Natsumi Tsuji (11) invitó a su íntima amiga Satomi Mitarai (12) a un aula vacía. Quería enseñarle un nuevo juego, muy entretenido. Natsumi la guiaría. Sentó a Satomi en una silla, le quitó los anteojos y los apoyó con cuidado en un banco vecino. Le dijo que iba a morir. A pesar de eso, Satomi no salió corriendo. Después de todo, era solo un juego. Natsumi le explicó que no debía mirar y le preguntó si le gustaría tener una toalla sobre sus ojos. Satomi se negó. Entonces, Natsumi tapó los ojos de su amiga con una de sus manos y, con la otra, sacó un filoso cúter y se lo clavó en el medio del cuello. Satomi, con la garganta abierta, se quedó sin voz para pedir ayuda y no llegó a defenderse. Natsumi continuó dando rienda suelta a su rabia y le cortó las dos muñecas. Satomi quedó tirada en el suelo de la clase vacía, agonizando en total silencio.
Su asesina salió de allí muy tranquila y caminó hasta su aula. En el camino, debía bajar una escalera. Varios alumnos la vieron descender los escalones con la ropa y su buzo gris manchados de sangre. Uno de ellos sacó su celular y capturó varias imágenes. Una de esas fotos o una imitación de ella, no se sabe muy bien y ya lo contaremos después, daría la vuelta al mundo.
Natsumi siguió caminando impasible e ingresó a su propia clase. La sorpresa, al verla ensangrentada, fue generalizada. El profesor, que ya había notado que faltaban las dos pequeñas, se aterró. Salió rápidamente a buscar a Satomi. Natsumi fue, detrás de él, llorando y repitiendo: “He hecho algo malo”.
Cuando llegó la ambulancia el corazón de Satomi ya se había detenido por la masiva pérdida de sangre.
El estupor de todos era palpable: las manos asesinas tenían solo 11 años.
El lado oscuro de la normalidad
La estudiante japonesa Natsumi Tsuji nació el 21 de noviembre de 1992. Su infancia fue, en apariencia, normal. La pequeña demostraba tener entusiasmo por los deportes y jugaba al básquet en el equipo del colegio. Tenía excelentes notas y su coeficiente intelectual era altísimo: rozaba los 140 puntos, un puntaje que solo tiene el 0,5 por ciento de la población. Amaba jugar con gatos y mirar películas. Se la veía una niña sana y alegre, en crecimiento.
Cuando el deporte comenzó a insumirle demasiado tiempo, su madre observó un leve descenso en sus calificaciones. Se preocupó y le pidió suspender el básquet temporalmente. Natsumi se volcó a Internet. Empezó a pasar horas y más horas, encerrada en su cuarto, mirando películas de terror. Se hizo fanática del animé y del manga (historias animadas, ilustradas o impresas, que conforman expresiones artísticas originarias de Japón). Un día, al ver la película japonesa Battle Royale, quedó impactada: el filme trataba sobre una sociedad futurista en la que unos 42 estudiantes eran enviados a una isla desierta donde debían sobrevivir matándose entre sí. El mundo gore, término que en inglés significa sangre y que se usa para denominar a un género cinematográfico donde las películas son de violencia explícita extrema, obsesionó a Natsumi.
Fue por entonces que se le ocurrió crear su propia página con animaciones de terror. Tuvo éxito inmediato y comenzó a hacerse conocida en el mundillo del género gore.
Un día, tuvo una discusión con Satomi Mitarai, su compañera de clase y mejor amiga. Satomi le dijo que ella era mucho más popular y, luego, publicó en el sitio de Natsumi un mensaje donde la llamó “gorda” y “pretenciosa”. Natsumi se enojó mucho y le exigió que se disculpara. Satomi no prestó atención a la rabia de su amiga y, sin darse cuenta, se convirtió en el foco de su creciente ira.
Natsumi, que había retomado el básquet, volvió a abandonarlo. Esta vez fue por su propia voluntad. Sus notas escolares nuevamente comenzaron a bajar. En su diario escribió: “No me gusta realmente jugar con mis amigos”. Se volvió agresiva con sus compañeros y con su familia. Pateaba a los chicos de su edad y los empujaba con fuerza contra las paredes.
Mientras eso sucedía en el colegio, en casa seguía con su blog dedicado al terror. Se había consolidado como una referente en la red. Estaba obsesionada con la serie de tevé Monday Mystery Theater, donde mucha gente era asesinada con cúters o pequeños cuchillos.
Fue por esas semanas que protagonizó un violento episodio donde amenazó con un cúter a un compañero de clase.
Menos de un mes después del epíteto de “gorda” por parte de Satomi, vendría la venganza real. Sería en un aula y sin testigos directos.
El primero de junio de 2004 la clase entera de Natsumi se reunió en el patio del colegio para hacerse la típica fotografía escolar anual. En esa foto, Natsumi está parada a un par de metros de Satomi, mientras las dos forman la “V” de la Victoria con sus dedos.
Es la última foto de Satomi con vida.
Un cúter para subsanar heridas del alma
Cuando llegó la policía, Natsumi confesó y dijo que lo tenía planeado desde hacía cuatro días. En las dependencias policiales mostró algo de arrepentimiento: “He hecho algo malo, ¿cierto? Lo siento, lo siento mucho”, vocalizó mientras lloraba.
Pasó la noche en la comisaría. Lloriqueaba y se negaba a comer. Al final, aceptó un poco de pan y un jugo. Cuando los detectives de homicidios le preguntaron los motivos por los que había matado a su amiga reveló que se habían peleado por unos mensajes que Satomi le había escrito en Internet.
Como la ley japonesa prohíbe la publicación de los nombres de los menores implicados en delitos, el verdadero nombre de la niña no apareció, al principio, en la prensa y la llamaban la Chica A. Luego, los medios de comunicación la rebautizaron Nevada, por la inscripción que se leía en su buzo en la última foto escolar. A Nevada, los japoneses le agregaron dos sufijos Tan o Chan (Tan significa “pequeña” y Chan, también, pero es más afectuoso). Así fue que empezaron a referirse a ella como Nevada Tan o Nevada Chan.
Su nombre real trascendió por error, cuando un conductor de noticias de la televisión japonesa TV Fuji, que mostraba sus dibujos escolares, se descuidó y lo mencionó al aire… Natsumi Tsuji.
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