Al acusado, ahora detenido, se llegó por el aviso de una de las víctimas, que incluso en condiciones de esclavitud logró activar el teléfono celular que conservaba para pedir ayuda a la Policía Federal
La historia era escalofriante: una joven venezolana, atraída por una promesa de un futuro mejor en la Argentina, trabajo incluido, llegó hasta la pequeña localidad de General Pirán, a la casa de un profesor de handball y empleado municipal del partido de Mar Chiquita. Ese hombre había conseguido activar la logística necesaria para que la chica, de 21 años de edad, atravesara ilegalmente cinco fronteras, en una odisea que, lejos de conducirla a una tierra de libertad, la depositó en una vivienda en la que estuvo encerrada durante una semana, en la que fue sometida sexualmente cada día, hasta que logró pedir ayuda y fue liberada. Con el sospechoso detenido, el caso se hizo público. Y una mujer que vio el relato en un portal de noticias le avisó a una amiga: “¡Mirá, es lo mismo que te pasó a vos!”. Ese hecho ocurrió hace casi tres años, pero recobró actualidad a la luz de aquel episodio, develado hace solo un par de meses.
Ya son dos las denuncias contra el mismo sujeto, pero una fiscal marplatense cree que puede haber muchos más casos siempre con un mecanismo delictivo que parece calcado: ayudar a jóvenes venezolanas a ingresar al país con la falsa promesa de asegurarles trabajo y, una vez aquí, mantenerlas cautivas y abusar de ellas. Es sugestivo: el escenario de estos aberrantes hechos es un pueblo que tiene, entre sus hitos, una réplica de la Estatua de la Libertad.
Al acusado, ahora detenido, se llegó por el aviso de una de las víctimas, que incluso en condiciones de esclavitud logró activar el teléfono celular que conservaba para pedir ayuda a la Policía Federal.
Mismo modus operandi
Una compatriota suya reconoció luego que el mismo hombre había hecho lo mismo con ella, en 2018.
El gancho era siempre el mismo: encontrar a mujeres de su interés en los grupos de Facebook en los que venezolanos intentar ayudarse entre sí para conseguir escapar de la dolorosa crisis social y económica de su país, y convencerlas de que podría ayudarlas a llegar a la Argentina y darles aquí un trabajo. Se hacía cargo de pagar su traslado a una red de trata y eso les generaba “una deuda” con este hombre, que entonces las mantenía encerradas -en un lugar totalmente desconocido para ellas- y las hacía suyas.
La justicia federal mantiene en reserva la identidad de quien este jueves se negó a declarar en una ampliación de indagatoria por los hechos que se le imputan. Solo trascendió que tiene 53 años y domicilio en General Pirán, donde sometió al menos a estas dos mujeres. Hasta su captura se desempeñaba como profesor de handball, al servicio del municipio de Mar Chiquita y al frente de un alumnado compuesto por menores de edad.
Para atraer a ambas mujeres se valió primero de un acercamiento vía redes sociales. Y luego, de contactos para que lleguen desde Venezuela tras sortear fronteras de varios países hasta llegar a Argentina. La fiscal Laura Mazzaferri, que interviene en la causa, logró determinar que en este segundo caso –que fue el que abrió la investigación- el abusador desembolsó 800 dólares para activar el traslado de su víctima. Y que pagó otros 7.300 pesos para que llegue desde Jujuy, donde a mediados de marzo último había quedado varada luego de un primer tramo de viaje de terror: transitó por tierra y hasta en embarcaciones precarias; de hecho, entró a Ecuador en una balsa en la que perdió el equipaje con su ropa.
Fuente: La Nación