La mayoría de las personas no pueden descansar pocas horas en la noche y mantener un estilo de vida saludable
por INFOBAE
Hay personas que si no duermen sus siete u ocho horas diarias no pueden rendir al día siguiente. En cambio, otras pueden haber dormido apenas cuatro o cinco horas y funcionar sin problemas y pasar la jornada sin sueño. Durante años, la ciencia ha querido buscar una respuesta a este fenómeno y recientemente parecen haber encontrado una explicación.
A este pequeño grupo de personas que, de forma natural, necesita dormir mucho menos que el promedio se les conoce como dormidores cortos naturales, y son capaces de funcionar perfectamente con solo cuatro a seis horas de sueño por noche, sin mostrar signos de fatiga o los efectos negativos típicamente asociados con la falta de descanso. Esta capacidad, según explican científicos, responde a un fenotipo biológico específico que permite obtener todos los beneficios del sueño en menos tiempo.
A diferencia de la mayoría de las personas, estos individuos no se sienten cansados durante el día, no requieren siestas, y mantienen un alto rendimiento físico y mental. En 2010, investigadores japoneses identificaron mutaciones genéticas raras vinculadas a este fenómeno. Estas variantes en ciertos genes parecen mejorar la eficiencia del sueño, lo que permite que su descanso sea más reparador, a pesar de ser más breve.
Aún más recientemente, un estudio de 2025 analizó el caso de una mujer de unos 70 años que había dormido seis horas por noche durante casi toda su vida. A pesar de ello, presentaba una excelente salud física y mental, y llevaba una vida activa y plena. Su perfil genético incluía una de estas raras mutaciones, lo que sugiere que su cuerpo estaba biológicamente programado para necesitar menos descanso que la mayoría.
Los dormidores cortos son casos excepcionales
Sin embargo, estos casos son la excepción, no la regla. Aunque cada vez sabemos más sobre estas mutaciones, su prevalencia en la población sigue siendo baja y no está del todo clara. El verdadero problema es que muchas personas creen pertenecer a este grupo, cuando en realidad sufren de una privación crónica de sueño.
En esta sociedad hiperproductiva que ha generado el sistema capitalista, dormir poco se ha convertido casi en un símbolo de fortaleza. Es común escuchar frases como “yo con cuatro horas tengo suficiente”, cuando en realidad, para la mayoría, esto no es sostenible. Las largas jornadas laborales, los compromisos sociales o el uso excesivo de pantallas son factores que han contribuido a reducir de forma artificial nuestras horas de sueño.
Además, dormir menos de lo necesario tiene efectos acumulativos. Con el tiempo, la falta de descanso da lugar a lo que los expertos llaman “deuda de sueño”. Esta puede provocar desde falta de concentración, irritabilidad y lapsos breves de sueño durante el día, hasta una disminución general del rendimiento. A largo plazo, la privación de sueño se asocia con mayores riesgos de desarrollar enfermedades como obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión y trastornos cardiovasculares, incluyendo infartos y accidentes cerebrovasculares.
Muchas personas intentan “compensar” esa deuda durmiendo más durante el fin de semana o echando siestas. Y aunque esto puede aportar cierta recuperación a corto plazo, no es una solución completa. Dormir una o dos horas más los fines de semana puede aliviar temporalmente algunos efectos negativos, pero no elimina completamente el impacto del sueño insuficiente acumulado durante la semana.
Por otra parte, los cambios bruscos en el horario de sueño —como dormir mucho el sábado y domingo— pueden alterar el reloj biológico interno, haciendo más difícil conciliar el sueño el domingo por la noche y, en consecuencia, comenzando la semana con menos descanso. Esta desincronización puede afectar el estado de ánimo, el metabolismo y la salud general.