La hipertensión arterial se define como la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias. Se considera que una persona tiene hipertensión (HTA) cuando su tensión arterial es demasiado elevada según la medición de la tensión sistólica, la cual corresponde al momento en que el corazón se contrae o late, y la tensión diastólica, que equivale a la presión ejercida sobre los vasos cuando el corazón se relaja entre un latido y otro.
De este modo, la OMS establece que para el diagnóstico de hipertensión arterial se deben tomar mediciones dos días distintos y en ambas lecturas la tensión sistólica debe ser superior o igual a 140 mmHg y la diastólica superior o igual a 90 mmHg.
Es posible que una persona que sufra de hipertensión arterial no experimente ningún síntoma. De hecho, quienes la padecen no presentan indicios que le avisen sobre la presencia de la enfermedad y es por eso que se conoce como el asesino silencioso. De ahí que los chequeos médicos regulares resulten fundamentales para prevenirla y tratarla.
Por ser asintomática, el diagnóstico es tardío: según cifras de la OMS, se estima que 46% de los adultos hipertensos desconocen que padecen esta afección, menos de la mitad de los diagnósticos reciben tratamiento. A eso se suma que apenas uno de cada cinco adultos tiene controlado el problema, convirtiéndose bajo este panorama en una de las principales causas de muerte prematura en el mundo.
Factores de riesgo
No obstante hay algunas señales que pueden indicar que sufre de hipertensión. Entre ellas se destacan dolor de cabeza, sudoración excesiva, sensación de calor, enrojecimiento, ansiedad o problemas de sueño. Si la presión arterial alcanza el nivel de una crisis hipertensiva, el paciente podría experimentar cefaleas y hemorragias nasales.
Existen factores de riesgo que propician la aparición de la enfermedad que no se pueden modificar, como el caso de antecedentes familiares de hipertensión, padecer otras afecciones como diabetes o nefropatías (daño en los riñones) y la edad superior a los 65 años.
Por otra parte, la falta de actividad física, el consumo de tabaco y alcohol, el sobrepeso, así como las dietas ricas en grasas saturadas, grasas trans, la ingesta insuficiente de frutas y verduras y, sobre todo, el consumo excesivo de sal son factores de riesgo que se pueden modificar para prevenir la aparición de la HTA.
Recomendaciones
Para los adultos, la OMS recomienda consumir menos de 5 gramos (un poco menos que una cuchara de té) de sal por día. Aplica a todos los individuos, hipertensos o no. Sin embargo, el mismo organismo estima que la mayoría de las personas consumen el doble de la cantidad sugerida, con lo que se exponen a mayor riesgo de padecer tanto enfermedades cardiacas como accidentes cerebrovasculares.
Elisa Cadena, subdirectora de salud nutricional, alimentos y bebidas del Ministerio de Salud de Colombia, es enfática al decir que “la reducción de la ingesta de sal/sodio contribuye a la disminución de la tensión arterial, tanto en las personas hipertensas como en las normotensas. Asimismo, constituye una de las estrategias más costo-efectiva para la reducción de las enfermedades cardiovasculares”.
Al respecto, la cartera de Salud recomienda evitar adicionar sal a las comidas sin haberlas probado, revisar la etiqueta y elegir aquellos con menor contenido. También se debe evitar o reducir el uso del salero en la mesa y probar sazonadores naturales, como albahaca, orégano, jengibre, tomillo, laurel. Además, evitar las salsas industrializadas, sopas y caldos deshidratados, embutidos y conservas.
Hipertensión arterial y sal, relación estrecha
El cloruro de sodio afecta el funcionamiento del sistema renina-angiotensina-aldosterona (RAS). Este es un mecanismo hormonal encargado de regular la presión sanguínea, el volumen de líquidos por fuera de las células en el cuerpo y el balance de sodio y potasio.
Cuando estos mecanismos se alteran, las cifras de la presión arterial se elevan. Para entenderlo mejor, dice Ángel Castro, médico internista y gastroenterólogo de la Universidad Nacional de Colombia, normalmente los riñones hacen un buen trabajo regulando los niveles de sodio y agua en la sangre. Sin embargo, comer demasiada sal puede alterar este equilibrio, causando un aumento de los niveles de sodio en la sangre.
Esto lleva a que el órgano no tienda a retener más agua e incrementa el líquido que rodea las células como el volumen de sangre. A medida que este aumenta, comienza a elevar la presión sobre los vasos sanguíneos y el corazón necesita trabajar más duro para mover la sangre a través de todo el organismo.
Con el tiempo, este estrés adicional puede llevar al endurecimiento de vasos sanguíneos y aumentar el riesgo de hipertensión arterial de manera crónica.
Mitos y verdades sobre la sal
- “Solo las personas de edad deben preocuparse por la cantidad de sal que consumen”. Consumir demasiada sal aumenta la tensión arterial a cualquier edad.
- “La disminución de la sal podría ser nociva para la salud”. Es difícil consumir poca sal, dado que está presente en gran cantidad de alimentos.
- “Los alimentos ricos en sal tienen un gusto salado”. Ciertos alimentos ricos en sal no parecen tan salados porque a veces se les añade otros ingredientes, como azúcares.
- “La sal marina es ‘mejor’ que la refinada”. Cualquiera sea el origen de la sal, es el sodio el causante de problemas de salud.
- “Los alimentos sin sal no tienen sabor”. Las papilas gustativas se van habituando a la disminución de la sal y es probable que se aprecie mejor el sabor de los alimentos.