Estudio ha comprobado que un nivel bajo de esta vitamina desde el nacimiento supone mayor riesgo de tener presión alta

La vitamina con la que proteges la presión arterial de tus hijos.

Las investigaciones sobre la importancia de la vitamina D en nuestra salud se suceden últimamente al mismo ritmo que se hace notorio su déficit en gran parte de la población mundial. Hasta hace poco los países mediterráneos, en los que los días soleados son numerosos, no teníamos este problema, pero a medida que nos protegemos (como debe ser) con cremas de pantalla frente a la radiación solar perdemos también ese plus de vitamina D con el que contábamos y que nos venía de lujo.

Ahora un nuevo estudio, publicado ayer mismo en ‘Hypertension Journal Report’, la revista de la Asociación Americana del Corazón (AHA) advierte sobre el riesgo que supone la falta de esta vitamina en los recién nacidos y en los niños de corta edad. El trabajo lo ha llevado a cabo un equipo de científicos de la Universidad Johns Hopkins y ha contado con 775 niños a los que se ha hecho un seguimiento en el Boston Medical Center hasta que han cumplido los 18 años. Así, han comprobado que un nivel bajo de vitamina D continuado desde el nacimiento y durante los primeros años de vida supone un incremento del riesgo de tener presión sistólica alta durante la infancia y la adolescencia.

Más concretamente, los investigadores han descubierto que los niños que ya nacen con niveles bajos de vitamina D (menos de 11 ng/ml) tienen hasta un 60% más de riego de tener la presión sanguínea sistólica elevada entre los 6 y los 18 años. Y los niños que mantuvieron de forma persistente niveles inferiores a los recomendados de vitamina D en sus primeros años de vida (por debajo de los 25 ng/ml en sangre) tienen el doble de riesgo de sufrir el mismo trastorno entre los 3 y los 18 años.

Así las cosas, cabe preguntarse si sería conveniente recomendar durante la gestación un aporte extra de vitamina D. Hemos hablado con el doctor Juan Ignacio Zúñiga, tocoginecólogo, y nos comenta que «a día de hoy normalmente no se prescribe de forma general a las embarazadas tomarla. Puede contenerla algún multivitamínico, a dosis bajas. Sí es habitual recomendar calcio + vitamina D en la menopausia».

En la VII Reunión Científica de Ginecología Privada, celebrada a finales del pasado año en Madrid, el doctor Manuel Marcos indicó que el 60% de las embarazadas españolas tiene déficit de este micronutriente. Mientras se debate si se implantan o no nuevos protocolos que incluyan la vitamina D de forma específica en los suplementos vitamínicos para las futuras madres, sí existe ya una pauta al respecto entre los pediatras de nuestro país. Así, la Asociación Española de Pediatría (AEPED) recomienda que los lactantes reciban un suplemento de 400 UI/día durante su primer año de vida. ¿Y después? La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP) aconseja para niños mayores de un año y adolescentes «seguir una dieta rica en vitamina D, realizar actividad física al aire libre y tener una exposición solar sensata» (durante 10-15 minutos entre las 10 y las 15 h en cara, manos y brazos).

Las cosas en Estados Unidos son algo diferentes. Tal como apunta Guoying Wang, el doctor que ha liderado este nuevo estudio, «actualmente no hay recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría en cuanto a evaluar los niveles de vitamina D entre las embarazadas ni en los niños. Nuestros hallazgos plantean la posibilidad de que la detección y el tratamiento de la deficiencia de este nutriente con suplementos durante el embarazo y la primera infancia pueda ser un método eficaz para reducir la hipertensión más adelante en la vida«. También señala la importancia de realizar estudios similares con mayor número de participantes.

¿Para qué necesitamos este micronutriente? Además de para este nada desdeñable asunto (tener a raya la presión arterial), es indispensable fundamentalmente para mantener los niveles de calcio y fósforo en el organismo y regular el metabolismo óseo. En la infancia previene el raquitismo y distintas investigaciones hablan de su efecto positivo en trastornos como la diabetes, el asma o la dermatitis atópica, entre otros.

Si bien la principal fuente de obtención de esta vitamina era, como comentábamos, la exposición solar, también podemos conseguir parte del aporte suficiente (para adultos entre 30 y 100 ng/ml) mediante la dieta. Los alimentos más ricos en ella son, además de los lácteos enteros y enriquecidos, el pescado azul (bonito, arenque, salmon, congrio, jurel…) y la yema de huevo. Como siempre indican los especialistas, es preferible obtener las vitaminas de la dieta antes que de los suplementos. Si necesitáramos estos últimos, sería nuestro médico quien nos los recomendaría, de forma personalizada y en la dosis precisa. reseña el confidencial