El sinfín de obligaciones ha asaltado tu tranquilidad.
Las agujas del reloj parecen desplazarse cada vez más rápido. El repiqueteo de tu tenedor no para: nunca te habías dado cuenta de tu habilidad para masticar tan rápido. Pero, espera: estás dañando tu salud. Deja los cubiertos sobre la mesa; lee este artículo e infórmate sobre las terribles consecuencias de comer rápido.
Tal vez se trata de un hábito que tienes desde la infancia o de uno que adquiriste por lo ocupado que estás en la escuela o en el trabajo. Aunque en apariencia actuar así te ayuda a terminar pronto y enfocarte en las tareas que requieren tu atención, alimentarte a toda velocidad de traerá más problemas a corto y largo plazo. Es más, incluso podría provocar enfermedades que ponen en riesgo tu vida.
La respuesta a la pregunta «¿comer rápido es malo para la salud?» siempre será sí, pero veamos por qué.
#1 Indigestión
Comer rápido es un camino directo a la indigestión. Entre sus principales síntomas se encuentra el ardor estomacal y la pesadez. A veces, estos son tan agudos que pueden llegar a confundirse con un ataque al corazón. El malestar estomacal cede una vez que el cuerpo ha terminado de digerir los enormes pedazos de comida que has consumido.
#2 Aumento de peso
El cerebro y el estómago trabajan en sincronía paracontrolar el apetito. Mientras uno manda la señal de estas satisfecho, el otro la interpreta para indicarte que bajes la cuchara.Este proceso no es instantáneo; de hecho, tu estómago demora alrededor de 20 minutos en comunicarle al cerebro que ya has comido suficiente.
Por este motivo, si comes muy rápido, habrás consumido muchas calorías antes de que tu estómago le diga a tu cerebro que no las necesitaba. Y todos sabemos que las calorías en exceso se traducen en kilos indeseados, los cuales pueden pasar con facilidad de un leve sobrepeso a una obesidad peligrosa.
#3 Disociación de señales
Cuando comes muy rápido, dejas de escuchar a tu cuerpo. Esto te lleva a perder la noción de si tienes hambre o estás satisfecho. Con el tiempo, dejas de ser sensible a las señales de apetito y saciedad, por lo que comienzas a guiarte por deseos o impulsos emocionales. Estos nunca son buenos consejeros, porque no toman en cuenta tus requerimientos nutricionales: sólo los sentimientos que los platillos despiertan en ti.
Como la comunicación entre el estómago y el cerebro tarda 20 minutos en completarse, trata de que tus comidas duren al menos este tiempo. Ten en cuenta estas consecuencias, encuentra en tus comidas una oportunidad para el disfrute: deléitate con los sabores, maravíllate ante los diferentes colores… Comer es genial sin necesidad de hacerlo en exceso.
#4 Síndrome metabólico
Esta es una de las consecuencias más graves y a largo plazo de comer muy rápido. Aunque comer con velocidad no te enfermará de inmediato, sí podría iniciar un efecto bola de nieve: lo que empezó como un pequeño hábito con el tiempo se convierte en una gran esfera de problemas.
Un estudio científico de 2017, de la Universidad de Hiroshima, encontró que las personas que comen de forma lenta son menos propensas a la obesidad y a padecer de síndrome metabólico. Esta condición involucra a un conjunto de problemas de salud que, al aparecer entrelazados, aumentan las probabilidades de padecer otras enfermedades más peligrosas.
Debemos tener cuidado del síndrome metabólico, ya que no todos los pacientes presentan los mismos síntomas, lo cual ocasiona que las señales pasen desapercibidas o se crea que reflejan un solo trastorno. De acuerdo con la Clínica Mayo, dos de los más comunes son una circunferencia de cintura de gran tamaño y un nivel alto de azúcar en la sangre.
Otras condiciones que caracterizan al síndrome metabólico son: presión sanguínea elevada, exceso de grasa corporal y niveles anormales tanto de triglicéridos como de colesterol (¿recuerdas que la indigestión suele venir acompañada de comer mucho, muy rápido y muy grasoso?). Esta terrible combinación puede resultar en enfermedades cardíacas, accidentes cardiovasculares (como ataques al corazón) y diabetes tipo 2.
La investigación japonesa de 2017 analizó a 642 hombres y 441 mujeres con una edad promedio de 51.2 años. Este grupo se dividió en tres categorías: quienes comían rápido, lento o normal. Ninguno de los participantes padecía de síndrome metabólico al comenzar el experimento en 2008, pero cinco años después algunos de ellos lo presentaron. Quienes comían rápido mostraron una mayor incidencia: un 11.6 % frente a un 2.3 % de quienes se alimentaban despacio.
Aunque el estudio no fue concluyente y se beneficiaría de un análisis más extenso, los resultados parecen señalan que no ganamos nada con comer como si alguien nos persiguiera. La buena noticia es que, con algunos cambios, es posible controlar el síndrome metabólico y prevenir los padecimientos que vienen con él. Seguro ya los imaginas: tener una dieta balanceada, hacer ejercicio con regularidad, dejar el cigarro, perder el peso extra y aprender a manejar el estrés.
Bueno, y a todo esto ¿qué es el metabolismo?
El metabolismo incluye la serie de procesos que tu organismo lleva a cabo para mantenerte con vida. Es el conjunto de reacciones químicas que transforman lo que comes en energía, la cual utilizamos tanto para movernos como para actividades que no controlamos y que solemos considerar «en segundo plano», como respirar y digerir la comida. Suena curioso, pero parte de las calorías que comes se utilizan para digerir lo que comes. Ese mínimo de energía que necesitas para el correcto funcionamiento de los órganos se llama metabolismo basal.
Cada quien posee una medida de metabolismo basal diferente, la cual depende de diferentes características como tamaño, edad y sexo. Por ejemplo, los individuos con mayor masa muscular queman más calorías, incluso aunque estén quietos, como explica la Clínica Mayo. Por eso cuando envejecemos y perdemos músculo, tendemos a subir de peso con mayor facilidad.
Como el metabolismo y la quema de calorías están relacionados, a veces creemos que los kilos de más que vemos en la báscula se deben a un problema con nuestro cuerpo y no con nuestros hábitos al comer. También asumimos que podríamos deshacernos de ese exceso calórico al ejercitarnos más duro y con mayor frecuencia. No cabe duda de que un estilo de vida activo ayuda a la pérdida de peso y a mantenernos sanos. Pero podemos hacer cambios que lograrán resultados sorprendentes incluso si sólo modificamos nuestra relación con la comida.
Es posible mantener un peso ideal con una dieta adecuada, ya que así evitaremos ingerir calorías que no vamos a quemar (seamos sinceros: si nuestro día a día está plagado de prisas y estrés, es probable que se te dificulte encontrar el tiempo para ejercitarte). Y como mencionamos en los puntos anteriores: si comes lento, le darás tiempo a tu estómago de avisarle a tu cerebro que ya está satisfecho. Así te salvarás de comer más calorías de las que necesitas y no deberás preocuparte tanto por qué hacer con ellas después.
Los beneficios de comer despacio
Con toda la información que hemos revisado hasta ahora, seguro ya tienes una idea sobre las ventajas que implica comer lento. Pero para que los recuerdes, aquí te organizamos una lista de ellas junto con otros beneficios adicionales.
- Al comer despacio, masticas los alimentos durante un tiempo mayor, lo cual hace que las enzimas presentes en la saliva tengan más tiempo para comenzar a descomponer la comida desde la boca. Esto le facilitará su trabajo al estómago y tu digestión te lo agradecerá (también favorecerá la absorción de nutrientes en el intestino delgado).
- Entre más masticas, menos comes. Así le das tiempo al cerebro de recibir el mensaje del estómago que indica que ya estás satisfecho. Es una estrategia común en contra del sobrepeso.
- Si masticas más la comida, reduces el riesgo de ahogarte.
- Evitarás padecimientos como la obesidad, el síndrome metabólico y la indigestión.
¿Cómo puedo dejar de comer tan rápido?
Reducir la velocidad con la que comes es uno de esos propósitos que es más fácil decir que hacer, sobre todo si es un hábito que presentas desde que tienes memoria. Pero que sea difícil no quiere decir que sea imposible. Un problema que tiene la sociedad moderna es que considera la hora de la comida casi como una tarea que debes cumplir porque sabes que tienes que hacerla, pero que quieres terminar rápido para seguir con tu día.
Por eso también tendemos a alimentarnos mientras realizamos otras actividades, como ver la televisión, revisar redes sociales o incluso trabajar. Y como señala la Dra. Lilian Cheung de la Escuela Médica de Harvard, esta manera inconsciente de comer podría ser uno de los factores detrás de la epidemia de obesidad que aqueja al muchos países, como México y Estados Unidos.
Para volver a prestarle atención a los ingredientes dentro de nuestros platillos y a la forma como nos los llevamos a la boca, las técnicas del mindfulness son grandes aliadas. El mindfulness es una especie de meditación que te invita a vivir de forma plena el momento presente. Incluso aunque no seas afín a este tipo de actos reflexivos, puedes hacer uso de sus herramientas para mejorar tu salud y, de paso, reducir el estrés.
La Dra. Cheung propone ocho puntos que van desde el momento en el que compras la despensa hasta el instante en el cual degustas el platillo final:
- No compres ingredientes sólo por un antojo impulsivo. Considera el valor nutricional de cada producto antes de echarlo al carrito y dale preferencia a los alimentos frescos sobre los procesados.
- No esperes a tener una hambre gigantesca para sentarte a comer, hazlo cuando sientas apetito. Así no comerás con una gran prisa para llenar el vacío.
- Sírvete porciones pequeñas.
- Siéntete agradecido por los alimentos frente a ti. No todas las personas tienen la posibilidad de disfrutar una comida como la tuya.
- Aromas, colores, texturas, sabores e incluso sonidos: trata de identificar todas las sensaciones que tu platillo despierta en ti. Saborea y disfruta cada momento.
- No llenes tu boca de comida, toma bocados pequeños.
- Mastica bien la comida (el promedio es de unas 20 a 40 veces).
- Come despacio, concentrándote en tu comida antes de platicar o pensar en cualquier otro tema. reseña vix