Marianella Salazar: Sembrar el miedo

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Siempre se ha engañado en ese conjunto de promesas, decretos, sanciones, planteamientos falaces y venganzas que llamamos política. Este es un régimen en el que las mentiras forman parte de la moral revolucionaria, sin embargo, no consigue mayores adhesiones ante una realidad que es contradictoria, como es el caso de los presos políticos torturados y “suicidados” en esos temibles cuerpos de seguridad, cuyos crímenes y torturas son encubiertos con miles de argucias.

Desde la antigüedad las mentiras acostumbradas en el temible arte de gobernar a los pueblos se ocultaban, se disfrazaban de verdades, y se le cortaba la lengua al que decía que el César no era Dios.

Tarek William Saab, el fiscal designado por la ilegítima asamblea nacional constituyente,  en medio de una de sus recurrentes crisis existenciales amenazó a quienes insistan en desmentir el suicidio del concejal Fernando Albán y  advierte que lo está evaluando: “Los que dicen la versión contraria y no la han demostrado son personas que están mintiendo y eso ante la sociedad tiene consecuencias”.

El excéntrico ex defensor de derechos humanos  deshoja la margarita: o les corta la lengua y las manos a los que denuncien el crimen, para que no puedan agarrar un teclado y expresarlo por las redes, o los entierra vivos en “la Tumba” del Sebin.

Todo es posible en esa mente entrenada en el fisicoculturismo, y como un César caricaturizado afirma que mentir sobre un hecho los colocará en una situación muy delicada: “Si tú no tienes pruebas sobre algo que ocurrió, pero sigues insistiendo en que eso es así, eso es un delito”. Entonces,  todos a fingir, las nuevas mentiras consistirán en manifestarse contra las evidencias que aumentan cada vez más y  hay que hacerlo mientras la realidad es visible y no coincide con la versión oficial.

Nadie quiere estar preso por decir verdades. Los que hemos sobrevivido a Chávez y a Maduro sabemos que aquí permanentemente se produce una escenificación; que los censores, los pelotones de ejecución que hacen vida en los cuerpos de seguridad del Estado, lo único que prometen son torturas o balas.

El que tenga miedo puede irse del país, exiliarse, meterse en la clandestinidad o callar (“calladitos se ven más bonitos”, Diosdado dixit), si es que quiere quedarse para obtener los CLAP o cobrar los bonos de la miseria otorgados por las misiones. No hay resignación en la población, se trata de sobrevivencia y de miedo parejo.

Rata de dos patas

Todo lo que sucede en Venezuela adquiere dimensiones bíblicas, el desastre financiero, la insoportable hiperinflación, el desabastecimiento y los fenómenos naturales ofrecen la visión de un país devastado. Los apagones eléctricos que dejan a medio país sin corriente ni luz durante horas, cuyas causas son la incompetencia,  falta de mantenimiento y la corrupción, pero el gobierno se empeña en negarlo y  acusa a los partidos de oposición de sabotaje, algo imposible de perpetrar en instalaciones militarizadas.

Ahora el ministro Motta nos cuenta una versión digna de un documental televisivo y es que en Venezuela se están produciendo apagones que sin los animales no se darían: iguanas, rabipelados, culebras y roedores  serían los verdaderos  responsables de la crisis eléctrica. Qué gran contribución haría Animal Planet desviando sus cámaras hacia los nidos y madrigueras de ratas electrocutadas  en instalaciones de Corpoelec, o hacia los sacrificios de animales que hacen algunos funcionarios en Sorte o en Tinaquillo, que han creado una cultura de la muerte, algo  que conoce muy bien la destituida fiscal Katherine Harrington, habitué de un  fundo en Tinaquillo donde  se practican esos rituales religiosos. ¡Ay Señor, líbranos de todo mal!