Luis Eduardo Martínez Hidalgo: LUCHEMOS UNIDOS

luis eduardo martínez

 Visito casa por casa en el Barrio Bolívar de Maturín. Conozco bien el vecindario porque contribuí en mucho a su consolidación como igual lo hice con los que le rodean desde que siendo un jovencísimo concejal junto con Amado López, dirigente campesino que emigró a la ciudad, defendí a rabiar a centenares de familias que ocuparon terrenos ociosos en el sector La Puente de la ciudad.

Son incontables los sectores populares de Monagas, cuyas familias dignificamos dotándoles no solo de viviendas propias, sino también de servicios, comedores del pueblo, pre-escolares, canchas deportivas, bajo el concepto de elevar sus estándares de vida, sacarlos de la marginalidad y facilitarles una existencia que se correspondiese con el país que merecemos ser.  Caminamos con la frente en alto por Prados del Sur, El Nazareno, Sabana Grande, Morichal, Pinto Salinas, Altos del Paramaconi y tantos más, porque lo hecho es hechura nuestra y/o de los gobiernos de Acción Democrática que en Venezuela es sinónimo de reivindicación y pueblo.

Me acompañan un numeroso grupo de partidarios entre los cuales sobresalen los más jóvenes, emocionándome el observar a madres que activaron conmigo en el pasado, llevando a sus hijos e hijas de la mano, a incorporarse para trabajar por un mejor mañana.

Cada hogar visitado refuerza mis convicciones de lo obligante que todos, sin excepción, nos empeñemos por un pronto y positivo cambio. Topo una y otra vez con hombres y mujeres desesperados por las extremas dificultades de la existencia diaria, marcados por la humillación que sufren –me lo dicen una y mil veces-, acumulando una rabia creciente que rogamos a Dios encuentre una salida electoral, democrática y pacífica porque cualquiera otra alternativa es mala especialmente para los de abajo que son los que ponen los muertos cuando llega la hora de la confrontación.

“Salí de mi casa a las ocho de la noche de ayer para velar frente a un frigorífico que vendería carne hoy. La policía nos correteó porque está prohibido hacer cola a esas horas pero insistimos hasta que nos dejaron tranquilas para cerca del mediodía salir con dos bandejitas. Me maltrataron, me vejaron, me humillaron por dos bandejas de carne y me lo calé porque tengo una hija a la que dar de comer” relata una mujer; “Yo hice una cola desde las tres de la mañana y cuando me toco mi turno solo quedaba para comprar medio kilo de espagueti. Me enfurecí tanto que me vine sin nada” comenta otra; “Llegé a las dos de madrugada a la fila y apenas ahora regreso con dos paquetes de harina y dos de espagueti” me dice en la acera, cercana las cinco de la tarde,  mientras camina cansado un joven que antes de continuar precisa: “somos colegas, profesor, porque me gradué en la UPEL aunque no me han dado trabajo porque no soy rojo/rojito”.

“Soy administradora” y no tengo empleo; “soy contadora” y estoy desempleada”; “soy ingeniero petrolera y no encuentro donde meter más papeles”, proclaman muchachas a mi paso.

“No consigo medicina y sufro de diabetes” advierte una; “desde hace días no tomo mi medicamente para la tensión y me siento mal pero en ninguna parte lo venden” señala otro.

“No hay agua desde hace semanas y nadie se ocupa” denuncian por igual. “No camine por aquí después que oscurezca compañero porque es peligroso”; “cuidado amigo, a mí me han asaltado siete veces” advierte la dueña de una bodega que tiene más rejas que artículos en los estantes.

No es el Barrio Bolívar una excepción, es una vergonzosa constante multiplicada por miles de Barrios que son millones de semejantes que no merecen la suerte que hoy padecen por culpa de un gobierno que pronto llegará a dos décadas.

“Luche por nosotros hijo” me pide, más bien me exige, tomándome del brazo una enérgica abuelita. “Yo lucho” respondo, “pero usted también luche” le exhorto y “y su marido, sus hijos, sus nietos, también luchen” porque solo luchando unidos, saldremos de esta dramática, porque lo es, situación que afecta a los venezolanos y venezolanas sin distingo.

 

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