Leonardo Padrón: ¿Feliz Navidad en Dictadura?

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Comienzo por citar un reciente tuit del periodista Pedro García Otero:  “Este hombre tiene alma de esbirro. No hay un día que no amenace con cárcel a alguien”. Se refiere a Nicolás Maduro, obviamente.

El mismo que hace pocos meses se ufanaba de los “consejos” que generosamente le había dado el autoritario presidente turco Tayyip Erdogan, quien ha demostrado con creces su espíritu represivo. A estas alturas, son muchas las anécdotas del mismo talante que pueden compartir. Ya el Foro Penal Venezolano y otras ONG lo han ratificado: desde que Maduro llegó al poder ha aumentado ostensiblemente la represión en Venezuela. Y, efectivamente, el estribillo favorito de Maduro es ese: la cárcel. Cada descalabro de su gestión -y vaya que son frecuentes- se lo endosa siempre a alguien más. Es un reflejo automático. Y entonces se enfurece, escupe tesis des-cabelladas, gruñe insultos, patalea y termina arrojando a alguien al calabozo. Su mediocridad la convierte en presos. Su ineptitud o estrategia (marque usted con una equis) es un atentado permanente contra la libertad y bienestar de los venezolanos. Colapsa la tecnología de los puntos de venta (por razones de todos sabidas), y grita “!complot, conspiración, golpe de estado!” y encarcela a los directivos de Credicard. Se incendia Ciudad Bolívar por los cuatro costados, gracias a su descomunal desatino conocido como el “billetazo”, y culpa de los muertos, heridos y arruinados a dos dirigentes de Causa R.  Cuando la cola del pan arrecia, amenaza con cárcel a los panaderos. Así como convirtió en presos, tiempo atrás, a varios gerentes de Farmatodo por las históricas colas de personas en busca de artículos básicos a las puertas de la franquicia (y las colas siguen, campantes). Con la misma vehemencia enuncia que las figuras opositoras que lograron sorprenderlo y protestar en las narices de Miraflores, deberían ir presos. Así como siguen presas personas que ya poseen libretas de excarcelación (Yon Goicochea, 14 policías de Polichacao, etc). Así como pregona celda y oscuridad para los gerentes de las entidades bancarias donde no haya efectivo disponible para los clientes. “Así, así, así es que se gobierna”, reza el coro de sus asalariados.

Todo se resuelve, según la rústica sabiduría de Nicolás Maduro, con cárcel. Por eso cada vez que dice paz, la palabra fracasa en la orilla de sus dientes. Por eso todos sabemos que cualquier diálogo es veneno en sus tímpanos. No le interesa la gente que piensa distinto. Le estorba. Es su escuela. Es la doctrina Fidel. Cárcel para los disidentes. Cárcel para el que estorbe. Los dictadores no dialogan, monologan. Y eso tenemos hoy en Venezuela, en pleno siglo XXI, un dictador de pura cepa. Ya no caben eufemismos.

El país que fue en el siglo pasado referente de democracia en el continente es hoy una pobre comarca en ruinas, con sus habitantes -corrijo, supervivientes- hundidos en una demoledora depresión. No hay un solo venezolano en estas navidades que no esté triste y confundido. Hay hambre. Hay cansancio. Hay estupor. Hay un sentimiento general de desolación. Hay miedo por todo lo que falta.

Hoy, en estas fechas decembrinas, llena de rituales y mensajes que apelan a la bondad y la alegría de la especie humana, los venezolanos parecemos estar desalojados de la fiesta universal. Resulta incómodo decirle “Feliz Navidad” a alguien en la calle, en el mercado, en el ascensor. Es un deseo que parece condenado al fracaso. Suena cínico. Excesivo. ¿Feliz Navidad en Dictadura? Es mentira.

Los venezolanos no estamos capacitados para tener una Feliz Navidad este año. El dictador nos la quitó. Y lo hizo de forma tosca y salvaje. Habrá que apelar a alegrías modestas, pequeñas, casi inadvertidas. El afecto pudiera ser un territorio seguro. Estar con los nuestros. Aferrarse a las nimias cosas que también nos constituyen. No renunciemos a la música. Ni a la piel. Vale la pena abrazarse en estos días. Valorar cada sonrisa que aparezca. Fabriquemos trincheras de solidaridad. Hagamos un compromiso entre todos los venezolanos, un compromiso de coraje y determinación, para desterrar esta tragedia política que ha arrasado con nuestras vidas y convirtamos este diciembre del 2016 en la última navidad que viviremos en dictadura.

Por CD en noticiasaldiayalahora.co