Fausto Masó: La insignificancia de esta Venezuela

El papa habla de la pena de muerte en el Congreso norteamericano, en Cuba se firma la paz entre las FARC y el gobierno colombiano, Nicolás Maduro recorre el Caribe regalando lo que no tiene y anuncia que comprará 12 aviones Sukhoi. Nadie le presta atención. ¿A quién quiere asustar Maduro? ¿A Colombia? Ni se enteran. Además, se le caen los aviones para desgracia de los pilotos.

Venezuela desapareció del mapa, haga lo que haga. A la revolución venezolana la devoró el aburrimiento. Maduro es el presidente más gris del continente y para mayor desgracia le ha tocado una época de personajes realmente históricos.

En La Habana Timoshenko y Santos se estrechan la mano, el presidente colombiano no oculta su malestar, pero prácticamente lo obliga Raúl Castro a ese gesto. A Santos no le conviene mostrar alegría en esas circunstancias. Los colombianos no quieren continuar la guerra, pero no aprecian a los dirigentes de las FARC, los que cuando se dediquen a la política pasarán sin pena ni gloria al olvido. Fueron derrotados militarmente y ahora políticamente. Eso sí, en Colombia en esta guerra de verdad murieron 200.000 hombres.

Timoshenko llega a La Habana en un avión de Pdvsa, una muestra del apoyo chavista. Caracas sirvió para abrir las puertas a las negociaciones, pero ya no se requiere la ayuda venezolana, y hasta a las mismas FARC, si quieren dedicarse a la política, no les conviene presentarse como satélites de Caracas. A Maduro nadie lo necesita.

Hasta ahora el derrotado es Álvaro Uribe, el partidario de la solución militar. Veremos si los guerrilleros no usarán sus armas ahora para atracar como hacen algunos paramilitares. No es fácil ganarse la vida en una oficina, o una fábrica, para los que adquirieron habilidad disparando y matando, la tentación de salir de abajo sin tanto trabajo será grande.

Francisco es el personaje de la semana. De pronto todos aplauden sus discursos, aunque en Cuba haya olvidado a los adversarios del régimen y asistido en peregrinación al santuario de la Virgen del Cobre y a la casa de Fidel Castro. Otro papa, Juan Pablo II en la propia isla les pidió a los cubanos no tener miedo, rebelarse. Este, en cambio, quiere conservar sus buenas relaciones con los Castro y con Obama, milagros de la diplomacia vaticana. No le importan el exilio cubano ni el sufrimiento de millones en la isla que solo aspiran a salir huyendo en una balsa. Pero el anticastrismo nunca ha sido popular en el mundo, en cambio, los gestos a favor de la izquierda despiertan aplausos.

¿Y dónde está Maduro? ¿Qué hace? ¿Qué dice?

Esta Venezuela no despierta interés en América Latina. Alguna vez Rómulo Betancourt se enfrentó a Fidel Castro y cambió el rumbo de la historia: ningún país imitó a la Cuba de Castro y la democracia venezolana fue el ejemplo que siguió el continente. Cada vez se ve con mayor claridad que los presidentes civiles de Venezuela han sido los mejores gobernantes que ha tenido el país. En aquellos años Venezuela no era un país insignificante, sino todo lo contrario. Hoy, con Maduro vive su peor época, no cuenta siquiera en el mundo petrolero; Maduro se conforma llamando por teléfono al rey saudita y con rogarle a Putin que disminuya la producción rusa de petróleo. No le hacen caso.

El mundo cambia vertiginosamente, Colombia es otra, las FARC son otras, pero Chávez parece que desapareció hace 50 años, o peor, que nunca hubo un Chávez.

Aunque algunos lo crean, todavía la oposición no ganó las elecciones. Después del 6 de diciembre el país entrará en una etapa conflictiva que requiere de talento y de mucha unidad de la oposición. Hasta ahora la MUD ha sido una alianza electoral, lo que no basta para los tiempos por venir. Y eso provoca cierta inquietud, ¿estamos preparados para el desafío que representa el año 2016? Pues, hacia allá vamos, a toda velocidad. Lo que viene no será coser y cantar, pero siempre será mejor que la situación actual, que estos tiempos infelices de Maduro.