El fin de semana fui sorprendido por un artículo lleno de mentiras y de odio firmado por un viejo condiscípulo, Joaquín Chafardet. El artículo me llenó de tristeza por la cantidad de odio que refleja y por la cantidad de mentiras que contiene.
También me produjo tristeza ver quien lo firma, un condiscípulo a quien siempre tuve por amigo y por quien siempre he sentido estimación. Al terminar de leer el artículo recordé las palabras dichas por el mártir del Gólgota: “Padre perdónalo porque no sabe lo que hace, ni lo que dice, ni lo que escribe”.
El articulo comienza narrando una reunión que nunca ha existido entre Claudio Fermín, los hermanos Rodríguez Jorge y Delcy, Pedro Pablo Fernández, mi hijo, y yo mismo. El tema era la postulación de mi nombre como candidato a presidir un hipotético gobierno de transición. Todo es mentira. A los hermanos Rodríguez no he tenido ocasión de conocerlos siquiera. Jamás ha existido tal reunión. Pero se miente sin recato alguno. Y sin respeto por la dignidad y la seriedad de las personas aludidas.
Se habla de la famosa conferencia por la Paz, convocada por el Presidente Maduro hace unos años. En esa conferencia, por cierto, participaron venezolanos muy distinguidos como Lorenzo Mendoza, presidente de Polar y Jorge Roig, presidente de Fedecámaras, junto al Nuncio Apostólico de su Santidad. También participó mi hijo Pedro Pablo Fernández. Todos los mencionados hicieron discursos claramente opositores y de gran altura y calidad. No hay derecho que ahora se presente esa actuación como una señal de complacencia con un gobierno al que le hemos hecho oposición desde el primer instante, desde el 4 de febrero de 1992.
En Venezuela hay mucho odio y muchas mentiras. El odio vino cuando el jefe de esa llamada “revolución” ofreció “freír en aceite la cabeza de sus adversarios”. El odio y la mentira se han apoderado también de algunos sectores opositores. Es una lástima.
Una de las tareas más importantes a cumplir por los próximos líderes de Venezuela será la de sustituir el odio por el amor y la solidaridad. Y sustituir la mentira por la verdad y la transparencia. En cuanto a Joaquín Chafardet, reitero lo dicho, me duele verlo poseído por el odio y la mentira y, con toda sinceridad, lo encomiendo al Dios de la misericordia: “Padre perdónalo porque no sabe lo que hace, ni lo que dice, ni lo que escribe”. Amén.