Jorge Rodríguez, líder de la Asamblea Nacional de Venezuela y aliado cercano del mandatario venezolano Nicolás Maduro, dijo el viernes que está esperanzado en que el gobierno del presidente electo Joe Biden revierta la “cruel” política de sanciones por parte de Estados Unidos y genere espacios para gestiones diplomáticas que pudieran llevar a la reapertura de la embajada estadounidense y la liberación de varios norteamericanos encarcelados.
Rodríguez hizo sus comentarios en su primera entrevista desde que tomó el timón de la Asamblea Nacional a pesar de las protestas de Estados Unidos, la Unión Europea y opositores locales.
Ofreciendo una rama de olivo al próximo presidente estadounidense, Rodríguez dijo que el partido gobernante de Venezuela está ansioso de un nuevo comienzo tras cuatro años de ataques incesantes por parte del gobierno del presidente Donald Trump, los cuales considera que no sólo exacerbaron el sufrimiento de los venezolanos y no lograron que Maduro dejara la presidencia, sino que también castigaron a inversionistas estadounidenses que históricamente han sido importantes en la nación sudamericana.
“Todos los puntos y todos los temas están sobre la mesa”, dijo, incluyendo el futuro de los seis ejecutivos petroleros venezolano-estadounidenses arrestados bajo cargos de corrupción y de dos ex boinas verdes detenidos por un intento fallido de derrocar a Maduro.
Se desconoce si el gobierno de Biden aceptará el intento de acercamiento o continuará con la política de mano dura que está heredando, la cual exige un cambio de régimen. Mucho depende del trato que decida dar a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional saliente, al que el gobierno de Trump considera el presidente legítimo de Venezuela.
Intentos pasados de establecer un diálogo entre el gobierno y la oposición no han logrado destrabar el estancamiento político en el país, y Maduro ha reafirmado su control del poder. Mientras tanto, no se avizora en el horizonte un fin a una crisis económica que ha obligado a millones a emigrar, y que ha hecho que los que aún viven en Venezuela sufran la carestía de bienes básicos, incluida la gasolina, a pesar de que el país cuenta con las mayores reservas petroleras del mundo.
Rodríguez se negó a respaldar las exhortaciones de sus partidarios para que encarcele a Guaidó, y en lugar de ello dijo estar dispuesto a dialogar con el expresidente legislativo.
“La nueva Asamblea Nacional es la convocatoria a un proceso de diálogo lo más amplio posible”, dijo Rodríguez desde la sede de la legislatura de estilo neoclásico situada en el corazón de Caracas.
Pero advirtió que las conversaciones sólo serán exitosas si Guaidó y sus aliados piden perdón por conspirar para derrocar a Maduro y por respaldar la congelación de activos petroleros de Venezuela en el extranjero, algo que —dijo— ha lastimado a los venezolanos en medio de la pandemia.
“Si uno recurre a la amnesia para emprender un proceso de reconciliación, corre el riesgo de que eso no ocurra”, manifestó Rodríguez, un psiquiatra de formación. “Corre el riesgo de que se vuelvan a reproducir situaciones graves”.
Rodríguez, de 55 años, estaba entre los candidatos leales a Maduro que ganaron más del 90% de los escaños el 6 de diciembre, en unas elecciones boicoteadas por Guaidó y los principales partidos de oposición. Estados Unidos, la Unión Europea y varios vecinos latinoamericanos rechazaron los comicios por considerarlos no democráticos después que se le prohibió a varios partidos postular candidatos. La participación de votantes fue de sólo 31%, la más baja en años.
De todas formas, Rodríguez rechazó las críticas de que esté presidiendo una legislatura sumisa, la última rama del gobierno de Venezuela que había estado fuera del control del partido gobernante hasta las recientes elecciones.
Como presidente de la Asamblea Nacional, Rodríguez es segundo en la línea de una posible sucesión presidencial, detrás de su hermana menor, la vicepresidenta Delcy Rodríguez. Ambos están entre los más firmes partidarios civiles de Maduro, y sus credenciales izquierdistas están pulidas desde temprana edad, puesto que su padre, activista de la Liga Socialista, falleció en 1976 bajo custodia de la policía tras haber sido torturado.
En sus primeros días en el puesto, Rodríguez aprobó una comisión especial para castigar a los responsables de lo que el gobierno considera crímenes contra Venezuela, algo que los críticos dicen es una artimaña para ir tras sus opositores. Dijo que tales crímenes incluyen las maniobras para bloquear el acceso del gobierno de Maduro a 2.000 millones de dólares en oro depositado en un banco de Londres y el control de las refinerías Citgo en Estados Unidos, el mayor activo del país en el extranjero.
Pero también ha exhortado al diálogo, una posibilidad dudosa dado el fracaso de intentos previos de negociación que fueron promovidos por Noruega y el Vaticano, y en los que Rodríguez participó a nombre del gobierno de Maduro.
La lealtad de Rodríguez a la revolución bolivariana ha tenido un costo para él. En 2018 el gobierno de Trump lo sancionó por considerarlo un allegado cercano de Maduro.
Rodríguez se desempeñó previamente como vicepresidente del fallecido presidente Hugo Chávez, entre una larga lista de puestos de trabajo, la cual incluye alcalde de Caracas, jefe del Consejo Nacional Electoral y ministro de Comunicaciones en el gobierno de Maduro.
Siendo el arengador en jefe no oficial de Maduro, con un don para la oratoria admirado por amigos y enemigos por igual, con frecuencia está presente —aunque fuera de cámara— en las alocuciones del presidente en la televisión estatal. Se prevé que en su nuevo puesto permanezca en el primer plano de las amargas relaciones con Estados Unidos ahora que Biden asuma el puesto y establezca su propia política exterior.
Los analistas dicen que Biden tiene opciones limitadas para revertir las duras sanciones petroleras impuestas como parte de la campaña de “máxima presión” de Trump. Pero el fracaso de la política de mano dura para derrocar al mandatario sudamericano podría dejar espacio para la diplomacia.
Estados Unidos y Venezuela rompieron relaciones en 2019 poco después de que la Casa Blanca reconoció a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela, alegando que la reciente reelección de Maduro era inválida. De inmediato ambas naciones retiraron a sus diplomáticos y la embajada de Estados Unidos continúa cerrada.
Rodríguez dijo tener esperanzas de alcanzar un entendimiento con Washington, uno que beneficie no sólo a los venezolanos, sino también a compañías petroleras y tenedores de bonos estadounidenses que han perdido miles de millones de dólares como resultado de una congelación a cualquier trato de negocios con el gobierno de Maduro.
“Nosotros insistimos en que es una buena oportunidad para que, dejando o aplacando la situación política y la virulencia y la agresividad, pues podamos hacer lo que históricamente ha hecho Venezuela: Buenos negocios con Estados Unidos”, manifestó.
Pero alcanzar esa meta requiere que Biden esté dispuesto.
En lo que podría ser un indicio de que no hay prisa por modificar la posición actual, el presidente electo ha invitado al enviado de Guaidó en Washington, Carlos Vecchio, a que asista a su juramentación, según la embajada venezolana en Washington. El equipo de transición de Biden declinó comentar.
“El mundo entero espera a que en pocas horas el presidente vaya a asumir la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica”, dijo Rodríguez. “Ojalá abandone lo que tanto daño le ha hecho al pueblo de Venezuela, pero que además resultó completamente infructuoso”.
AP