Una selva inexpugnable y el mayor cartel de cocaína del mundo son el terror de los migrantes en Colombia. La frontera con Panamá es un dique difícil de franquear y a la vez una oportunidad de hacer dinero a expensas del sueño americano.
Sudamericanos, africanos y asiáticos van avanzando pueblo tras pueblo hasta el Darién, un infierno pegado a un golfo paradisíaco que da nombre a la principal banda narco del país: el Clan del Golfo. Amo y señor de esta región ubicada en los departamentos de Antioquia y Chocó.
Una selva tupida y ríos laberínticos que desembocan en el mar hacen de éste un corredor estratégico para la salida de cocaína.
También es el paso de cientos de miles de migrantes atraídos por el «sueño americano» y expulsados de sus países por la pobreza o la violencia.
Y en el medio viven sus habitantes golpeados por seis décadas de conflicto armado y un cartel de más de 4.000 integrantes.
«Oportunidad de trabajo»
Ante la creciente ola migratoria y el escaso apoyo estatal, los pobladores del municipio de Acandí decidieron organizarse en una corporación cívica integrada por miembros electos para resolver problemas comunitarios.
A través de una fundación administran la ruta hasta Panamá y cobran tarifas a los migrantes que les permiten mantener campamentos, restaurantes, consultorios médicos, guías y dar sustento a más de 2.000 empleados en el municipio.
El médico Carlos Torres explica que la mayoría llegan con fiebre, vómito, desnutrición y traumas psicológicos. Atiende decenas de pacientes y recibe de la fundación el equivalente a seis salarios mínimos.
Reina León, una venezolana de 30 años, cuatro meses de embarazo y dos hijos, estaba en observación luego de sentir dolores en el vientre durante un trayecto hacia la selva.
«La idea de nosotros es avanzar porque uno viene con un sueño (…) Te juro que dimos todo (…) pero estamos sin un peso», lamenta su esposo de 25 años, el ecuatoriano Ángelo Torres. AFP