Terapias alternas combaten secuelas del COVID-19 en Venezuela

Tras contraer COVID-19, Henry Alexander Guerrero quedó postrado en una cama durante más de cinco meses. Nada parecía ayudarlo a recuperar la fuerza de sus músculos, no podía valerse por sí mismo y temía que jamás podría volver a estar de pie.

Jorge Rueda y Juan Carlos Arráez/AP

“No me movía nada”, dijo el venezolano Guerrero a The Associated Press luego de levantarse sin apoyar las manos por primera vez tras cuatro meses de terapias alternativas que incluyeron desde la acupuntura hasta los masajes terapéuticos.

“Ya estoy bien”, aseguró emocionado el obrero de la construcción, de 44 años, en el hospital público Miguel Pérez Carreño de Caracas.

“Este hombre me hizo pararme”, añadió mientras señalaba al médico cirujano Juan Mario Montecinos, quien desde que comenzó la cuarentena en marzo en Venezuela no pudo volver a España, donde reside, y desde entonces recorre los centros de rehabilitación instruyendo a los médicos y dirigiendo prácticas de una docena de técnicas de acupuntura para los pacientes que tuvieron COVID-19.

Técnicas ancestrales y avanzados procedimientos científicos parecen darse la mano y complementarse en el tratamiento efectivo de las secuelas que deja el virus en los pacientes que acuden en busca de alivio a los centros hospitalarios venezolanos.

Un médico realiza una terapia de ventosas en un paciente de COVID-19 en recuperación en un centro de salud administrado por el gobierno en el barrio Coche de Caracas, Venezuela, el jueves 25 de febrero de 2021. (AP Foto/Matías Delacroix)

Mientras aún se exploran terapias para quienes padecieron COVID-19, algo parece evidente: no basta un resultado negativo en las pruebas para detectar el ARN del virus o en la Prueba de Reacción en Cadena de Polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés) que certifiquen que un contagiado está finalmente libre del virus.

En muchos casos los pacientes deben recorrer un largo y tortuoso camino para recuperarse de las secuelas de la enfermedad, que además de los pulmones suele afectar a otros órganos como el corazón, los riñones y el hígado y también produce afecciones en la médula espinal y una serie de trastornos neurológicos.

En Venezuela -donde el coronavirus no ha azotado con tanta fuerza como en otros países sudamericanos como Brasil, Argentina o Colombia- los tratamientos incluyen desde la acupuntura, una técnica de la medicina tradicional china para el tratamiento de dolencias, a ejercicios de respiración y relajación asociados al yoga y terapia de ozono, entre otras, que se aplican de acuerdo con las necesidades de cada paciente.

“La medicina ideal es la medicina combinada”, dijo Febe Raquel Aular, una médica cirujana de 37 años especializada en terapias complementarias y coordinadora del plan para la atención de pacientes con secuelas del nuevo coronavirus en 44 centros de salud de Caracas.

La acupuntura y los tratamientos con ventosas, la fisioterapia, los ejercicios respiratorios y los masajes, entre otros, “realmente han mostrado efectividad en la recuperación de estos pacientes que han llegado con diferentes secuelas” incluso de movilidad, indicó Aular.

Montecinos, acompañado de otros médicos incluidos algunos cubanos interesados en aprender a combinar la medicina tradicional con la moderna, coincidió en que esas técnicas “son muy efectivas”

“Yo enseño en Europa y en algunos países de América Latina muchos estilos de acupuntura que incluso se han perdido en la propia China”, indicó, destacando que ha “unido la tradición antigua de la acupuntura, la mística de curación, la tradición de las técnicas ancestrales con la moderna neurología” y “las ciencias médicas modernas”.

Al principio integrar ambos abordajes terapéuticos no fue fácil. Primero fue necesario sortear las dificultades para “enseñar a los médicos en el contexto del lenguaje tradicional chino” para lo que fue necesario adoptar parte de los conceptos de la neurología para “entender el proceso fisiológico” que sucede cuando se aplica la acupuntura, explicó el médico.

La iniciativa ha contado con el apoyo de “una cantidad grande médicos de muy buena voluntad”, destacó Montecinos.

Las autoridades “tienen el control a través de la vacunación y todo el protocolo que tienen para el COVID y nosotros dijimos: ‘vamos a ocuparnos ahora de los efectos secundarios’”, agregó.

Venezuela, que desde octubre ha formado parte de las pruebas de la vacuna Sputnik V, suscribió un contrato en diciembre con Rusia. La vacunación comenzó el 18 de febrero, cinco días después del arribo del primer lote de 100.000 dosis de la vacuna rusa y que representan el 1% del total de 10 millones acordadas inicialmente entre los gobiernos de Caracas y Moscú.

La semana pasada el presidente Nicolás Maduro informó que su gobierno invirtió 200 millones de dólares en las 10 millones de dosis que deben estar en el país en abril, cuando se prevé que Venezuela estará en condiciones de desplegar una campaña de vacunación masiva.

Los médicos venezolanos están abiertos desde hace años a utilizar tratamientos alternativos debido a la endémica escasez de medicamentos y sus elevados precios, por lo que el gobierno de Maduro encontró un terreno fértil para impulsar varias iniciativas médicas.

Desde el comienzo de la pandemia el mandatario ha sido un promotor de una serie de terapias curativas complementarias para tratar a los pacientes con COVID-19 en conjunto con el tratamiento convencional recomendado por la Organización Mundial de la Salud.

Hasta ahora en el país sudamericano se han contabilizado más de 137.800 contagiados y más de 1.300 decesos, de acuerdo con el Centro de Ciencia e Ingeniería en Sistemas de la Universidad Johns Hopkins.

Los expertos sostienen que el bajo número de casos respecto de otros países de la región, más allá de la adopción temprana de la cuarentena, se debe en buena medida al aislamiento que vive el país después de años de crisis política, económica y social.

Mientras en el tratamiento de las secuelas se adoptan nuevos procedimientos y se descartan otros, pacientes como Yelitza Marcano, de 35 años, se muestra complacida.

Un médico enseña ejercicios de respiración a un paciente de COVID-19 en recuperación en un centro de salud administrado por el gobierno en el barrio Coche de Caracas, Venezuela, el jueves 25 de febrero de 2021. (AP Foto/Matías Delacroix)

“No podía acostarme boca abajo, no podía respirar”, dijo la mujer que ha arrastrado problemas respiratorios durante casi un año y un tiempo después de contagiarse sufrió una fisura en el pecho producto de las inflamaciones que le provocó el nuevo coronavirus.

“Me costaba respirar, no podía caminar mucho”. Pero luego de someterse a una serie de terapias alternativas logró inflar un globo, algo que le causaba mucho dolor. Una pequeña conquista que muestra que sus pulmones comienzan a fortalecerse.

AP