Rosario Murillo, la madre que alcahueteó el abuso sexual de Daniel Ortega contra su hija

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Su figura delgada, voz suave y hablar pausado no denotan a simple vista lo poderosa que es. Cada mediodía, en los canales oficiales del Gobierno familiar que ha sido instaurado en Nicaragua, la maestra, poetisa y escritora dibuja un país de amor, paz y progreso.

En realidad, se trata de la excéntrica, controversial y todopoderosa Primera Dama y Secretaria de Comunicación de Nicaragua, que después de las elecciones del 6 de noviembre próximo será sin duda la vicepresidenta del país.

Su esposo y actual mandatario, Daniel Ortega, quien a su vez es candidato a la reelección, la designó como su compañera de fórmula por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) para consolidar el poder familiar en una Nicaragua con cierre de los espacios políticos, concentración de poder, sucesión dinástica, negación de los derechos civiles y represión; señalan sus críticos.

Rosario Murillo Zambrana, de 65 años, nació en la capital, Managua, el 22 de junio de 1951. Inteligente desde niña, según sus familiares, es pariente de  Augusto César Sandino, el general de hombres libres, líder de la resistencia nicaragüense contra el ejército de ocupación estadounidense en Nicaragua en la primera mitad del siglo XX y en quien el Frente Sandinista de Liberación Nacional inspiró la lucha armada que puso fin a la dictadura de Anastasio Somoza, en 1979.

Madre de 10 hijos (3 de su anterior pareja), de figura delgada, cabello negro ondulado, con dominio de idiomas como inglés y francés, Murillo escribe poemas y procede de una familia de clase media.

Desde pequeña le gustaba la poesía y los familiares relataron recientemente al diario La Prensa de Nicaragua, que también rezaba. Se asoció al movimiento guerrillero sandinista en los años de 1960 y 1970, momento en el que conoció a Ortega cuando él se había autoexiliado en Costa Rica por la guerrilla.

Rosario, conocida también como “La Chayo” entre los nicaragüenses, estudió 15 años en Inglaterra y Suiza, regresó a Nicaragua y salió embarazada de Jorge Narváez, el padre de Zoilamérica, quien en 1998 acusó a su padrastro Ortega de haberla abusado sexualmente.

Durante la revolución sandinista (1979-1990) y el primer mandato de Ortega (1984-1990), Murillo no tuvo protagonismo en el Gobierno. En la campaña electoral de 2006 que llevó a Ortega de nuevo al poder, Murillo fue la gran protagonista que ayudó a suavizar la imagen dura de guerrillero del comandante; hasta que logró convertirse en la mujer súper poderosa -querida y odiada, pero a quienes todos dentro de las filas de su partido temen-, que es hoy.

Instauró lo que algunos llaman en Nicaragua como revolución rosa. Es decir, le dio mayor protagonismo al color rosado, el preferido de la Primera Dama, en detrimento del revolucionario rojo y negro; con enormes y coloridas tarimas enfloradas, discursos de amor y paz y constante manoseo de la figura de Dios en un país altamente católico. Una mezcla de lo revolucionario con lo religioso.

Inseparable compañera del comandante presidente en cada discurso, aparición pública y giras internacionales, Murillo es una mujer “muy inteligente, con mucha formación, con dominio de varios idiomas. Eso favorecía muchísimo el acompañamiento que hacía de Daniel (Ortega) en muchas delegaciones internacionales”, explicó hace tiempo Mónica Baltodano, excomandante guerrillera y disidente del sandinismo de Ortega.

La nominación de Murillo ha motivado críticas de opositores que interpretan este hecho como la intención de Ortega de sentar las bases de una dinastía familiar. Sin embargo, ella goza de la simpatía del 82% de los nicaragüenses, imagen creada en los diez años de Gobierno de Ortega; y según juristas, la constitución no inhibe a la esposa del presidente de turno para postularse a un cargo de elección popular.

Desde Costa Rica, adonde su madre la mandó al exilio, Zoilamérica Ortega Murillo asegura que la candidatura a la vicepresidencia de su madre, es parte de la alianza política de la pareja que gobierna Nicaragua por el encubrimiento de la Primera Dama a la denuncia de violación que ella planteó contra el ahora presidente en 1998.

“Estaba trabajando. Seis de la tarde (del martes 2 de agosto) en San José (Costa Rica). Un mensaje de texto confirma a Rosario Murillo como candidata a vicepresidenta de Nicaragua con Daniel Ortega. Sentí en mi conciencia el dolor y la firmeza de la memoria histórica: El encubrimiento de mi madre a los delitos de abuso sexual que hice públicos en 1998. Desde entonces, mi historia de violencia se prolonga con sus actos de persecución política en venganza por la verdad que relaté y que sigue intacta muy a pesar de la impunidad jurídica y social”, escribió Zoilamérica en su cuenta de Facebook.

Zoilamérica es hija de Murillo e hija adoptiva de Ortega Saavedra. En 1998 conmocionó a Nicaragua cuando denunció que el hombre fuerte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el exguerrillero, tres veces presidente de Nicaragua que se encamina a una nueva reelección el próximo 6 de noviembre; comenzó a abusar de ella cuando era una niña de 11 años y estaban exiliados en Costa Rica.

Ortega Saavedra nunca fue llevado a los tribunales por la denuncia de su hijastra, por esas estrategias políticas de alianza o subordinación de funcionarios en las instituciones públicas de Nicaragua que obedecen a las órdenes de un partido político, un caudillo y no a la ciudadanía.

La entonces juez Juana Méndez, hoy magistrada de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) como premio a su lealtad a Ortega, archivó la causa aduciendo que los hechos habían prescrito.

Después de la denuncia de su hija, la hoy poderosa primera dama se hizo al lado de Ortega y no le dio crédito al señalamiento de abuso.

“Definitivamente que esta candidatura a dúo, la define un camino que inicia con la complicidad ante crímenes sexuales y que en su propia evolución perversa se convirtió en una alianza política”, escribió Zoilamérica desde Costa Rica.

“Muchos saben que hoy el mismo poder abusivo que invadió mi pasado, es el que siembra autoritarismo y violencia política en Nicaragua. Y esa alianza que hoy se legitima por medio de una imposición, hará evidente que esta acción, atropella incluso a los mismos miembros de su Partido, y con ello es el inicio del fin de la dictadura”, concluyó.

Rosario Murillo ejerce en la práctica como mandataria de Nicaragua, da mensajes diarios a la nación, nombra y destituye ministros, sale al exterior como canciller, dirige a los alcaldes sandinistas y sin la venia de ella no se mueve nada en el Gobierno.

En tanto, Ortega se ha quedado como el líder de las estrategias de un Gobierno que se encamina a la reelección y recién eliminó a la oposición política en la contienda electoral y en el parlamento nicaragüense.

Murillo ha tenido una relevancia política que ninguna otra Primera Dama ha ostentado en la gestión pública de Nicaragua.

Ha ejercido una fuerte incidencia en las políticas sociales y culturales del Gobierno y del partido y concentrado tanto poder, que sus opositores consideran que la que gobierna el país es ella y no Ortega.

Ortega admite que comparte con Murillo la administración en respuesta a una política de género de dar más participación a la mujer en la toma de decisiones. No obstante, para la oposición ella es la elegida para la sucesión dinástica.

Durante el acto del 37 aniversario de la Revolución, Ortega destacó a su esposa como una compañera “leal” al tiempo que exaltó su lucha contra la dictadura somocista en la que cayó presa varios meses en 1976.

La revista Forbes, en su edición del 26 de julio, colocó a Murillo en la posición 28 de las 50 mujeres más poderosas de Centroamérica, utilizando como parámetros los cambios generados en sus países, el poder para cambiar las realidades en favor de la región y no seguir estereotipos que frenen sus ideas o proyectos.

En el ámbito partidario, Murillo se dedicó a atraer a jóvenes entre 16 a 34 años al FSLN, lo que ha provocado un choque generacional dentro de la agrupación, por lo tanto, no es de la simpatía de la vieja militancia del partido.

Murillo destaca por lucir trajes muy coloridos, excesivos collares, pulseras y anillos que evocan el estilo hippie de los años 60. Igual que Ortega, la primera dama se desplaza con una fuerte seguridad personal por las calles de Managua, y a despecho de lo que dicen sus críticos, que la acusan de “mal gusto” y de “abuso de poder”, impone su sello personal en el ornato de la capital con gigantescos árboles metálicos e iluminados que llama “árboles de la vida”.

El sentimiento colectivo nicaragüense la asocia con prácticas esotéricas y una mezcla de creencias religiosas, aunque sí la respetan por sus capacidades intelectuales. Con su preponderancia, impuso su sello en actividades de Gobierno, la propaganda y hasta el lenguaje copado de su mescolanza de creencias entre Jesús, la Virgen, gurúes asiáticos y credos del mundo árabe como el uso del símbolo Jamsa, usado en esa región para protegerse de la desgracia y el mal de ojo.

Es vista como un personaje mitológico, con esa práctica de ciencias ocultas al parecer intuidos desde que su madre, Zoilamérica Zambrana, era adivina y leía las cartas; con anécdotas asociadas al esoterismo que habría empezado a practicar cuando compró un perfume a una bruja para enamorar a un redactor de La Prensa, el diario donde laboró como asistente de la dirección hace casi 40 años.

Las excentricidades de la Primera Dama son motivo de análisis por filólogos, teólogos, sociólogos, analistas políticos y medios de comunicación críticos al Gobierno. Sus collares, pulseras y anillos de piedras turquesas colgados en ambas manos, los usa para ahuyentar la mala suerte, malas vibras y traer prosperidad, dicen.

En el culto a Chávez, inmortalizado en discursos oficiales y hasta en un monumento escoltado con tres arbolatas amarrillas en la rotonda que lleva su nombre,  expertos en filología y teología lo consideran como un sello personal de Murillo, lleno de mensajes subliminales con el objetivo de mitificarlo como un ser divino.

Es una imagen de Chávez vestido de militar, de boina roja, con una mirada mesiánica hacia el horizonte queriendo imitar a la del Che Guevara, encima de la serpiente emplumada -Dios de los aztecas-; según descifra un reportaje de La Prensa.

Pero en realidad, es una muestra del nuevo sandinismo empresarial, donde al parecer el Gobierno de Ortega quiere agradecer la cooperación del otrora líder venezolano. También es una estrategia para congratularse con el Gobierno Venezolano para mantener la ayuda petrolera, piensa en la prensa local  Michele Najlis, teóloga y analista.

Josué Bravo, vía Diario Las Américas.