La verdad sobre la muerte de Adolfo Hitler

El investigador francés Jean-Christophe Brisard y la historiadora rusa Lana Parshina impactan con una obra que revela pasajes nada claros sobre la verdad histórica de uno de los máximos dictadores de la historia.

Adolfo Hitler murió en Berlín en abril de 1945 de un disparo en la cabeza, su cuerpo fue incinerado en forma rudimentaria y una parte de sus restos están conservados en los archivos estatales de la Federación Rusa (GARF) del servicio de inteligencia FSB (exKGB).

Esa contundente afirmación constituye la tesis central del libro La muerte de Hitler. En los archivos secretos del KGB. Ese documento de 372 páginas es el resultado de una larga investigación realizada por el investigador francés Jean-Christophe Brisard y la historiadora rusa Lana Parshina, que reside en Estados Unidos.

Las conclusiones definitivas fueron aportadas por el médico legista francés Philippe Charlier, que pudo estudiar una prótesis dental con un trozo de mandíbula y el cráneo de Hitler, que presenta una perforación de bala, probablemente de salida, en el parietal derecho.

Los autores Jean-Christophe Brisard y Lana Parshina

Con esos restos se pudo determinar que la bala fue disparada sobre un hueso “fresco y húmedo”. Eso significa que ocurrió en vida o muy poco tiempo de su muerte.

Sobre esos restos también se distinguen trazas de carbonización, lo que prueba que estuvieron expuestos a una exposición térmica prolongada. “Esta persona fue quemada a muy alta temperatura”, sostiene Charlier.

Su diagnóstico coincide con el relato de los sobrevivientes del bunker, quienes en su momento aseguraron que se habían utilizado 200 litros de combustible. «Es perfectamente coherente. Para hacer desaparecer un cuerpo humano, se necesitan 100 kilos de madera o varios centenares de litros de gasolina”, precisa Charlier.

Los dientes, en cambio, plantean muchas menos dudas. El legista es concluyente: “¡Sin duda pertenecen a Hitler!». Al final de su vida, según relató su enfermera cuando fue interrogada por los soviéticos, a Hitler sólo le quedaban cuatro dientes sanos. Para salvar a uno de ellos, su dentista tuvo que practicarle una prótesis en forma de herradura, lo que facilitó el trabajo de reconocimiento.

A partir de ahora, según los autores del libro y del médico legista, ya no se puede seguir utilizando el condicional para hablar de la muerte de Hitler, reseña Laverdadnoticias