La líder opositora peruana Keiko Fujimori salió este viernes de prisión después de 13 meses detenida por el escándalo de la constructora brasileña Odebrecht, tras el fallo del Tribunal Constitucional (TC) que declaró fundado un recurso judicial que buscaba su libertad.
«Para mí ha sido el evento más doloroso de mi vida», fueron sus primeras palabras al cruzar el umbral de la prisión y abrazarse con su esposo, en presencia de un nutrido grupo de simpatizantes y periodistas.
«El TC ha corregido un daño que se nos ha hecho. Seguiré enfrentando la investigación, como siempre lo he hecho», dijo en el único momento que comentó el fallo que la favoreció.
Según el fallo del alto tribunal, la líder del partido Fuerza Popular (derecha populista) deberá enfrentar en libertad las investigaciones contra ella, reseña AFP.
Fujimori, de 44 años, considerada como la persona más poderosa de Perú, fue enviada a prisión preventiva el 31 de octubre de 2018. La justicia la acusó entonces de haber obstruido las investigaciones de la fiscalía anticorrupción sobre los aportes millonarios que había recibido presuntamente de la constructora Odebrecht para su campaña.
Los simpatizantes la recibieron con arengas de «Keiko Libertad» y «Keiko presidente», en medio de gritos de euforia y aplausos.
La opositora fue liberada el mismo día en que su hija mayor, Kiara, cumple 12 años, según manifestó su esposo Mark Vito Villanella.
El marido italo-estadounidense había suspendido momentos antes una huelga de hambre que realizaba desde hace más de dos semanas frente a la cárcel de Santa Mónica, al sur de Lima, donde su esposa vivió los últimos 13 meses.
Nada de política, por ahora
La primogénita del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000) evitó abordar temas de política y optó por agradecer a quienes la defendieron.
«Me voy a tomar un tiempo para reencontrarme con mi familia», dijo ante la insistencia de los periodistas sobre su futuro político inmediato. «Después decidiremos la segunda etapa de mi vida, los invocó a dejar atrás los odios», añadió en un guiño a sus detractores.
Vestida con una blusa blanca, saco azul y el cabello atado, sonriente como pocas veces se le ha visto, se abrazó y besó a su esposo en varias oportunidades antes de subir a un todoterreno negro hacia su vivienda dejando atrás la prisión.
Otro Perú
El Perú de diciembre de 2019 no es el mismo que Keiko vio el último día que estuvo libre antes de entrar a prisión, el 31 de octubre de 2018, empezando por el hecho de que su popularidad ha caído estrepitosamente, a un 10% según sondeo de Ipsos en noviembre.
El presidente Martín Vizcarra, a quien ella trató de dominar sin éxito, disolvió el Congreso hace dos meses y convocó a nuevos comicios legislativos para el 26 de enero, en los que Fuerza Popular corre el riesgo de perder la holgada mayoría absoluta que detentaba desde 2016.
Keiko está acusada de recibir aportes ilegales de Odebrecht por un monto de 1,2 millones de dólares para su campaña electoral en 2011, en un escándalo que salpica también a cuatro expresidentes, incluido el socialdemócrata Alan García (1985-1990 y 2006-2011), quien se suicidó en abril cuando iba a ser detenido. Ella niega los aportes.
La familia de ancestros japoneses que ha marcado la política peruana en las últimas tres décadas también tiene ahora el desafío de unirse, pues Keiko rompió hace casi dos años con su hermano menor Kenji, de 39 años.
Ambos están enfrentados por el sillón que su padre ocupó durante una década y que dejó en medio de un escándalo de corrupción. Muchos peruanos admiran a Alberto Fujimori porque derrotó a la guerrilla maoísta Sendero Luminoso y atajó la hiperinflación heredada de Alan García, y sus hijos se beneficiaron de esta popularidad. AFP