Desde el fin de la guerra fría, la cantidad de ojivas en el mundo se ha estado reduciendo. Sin embargo, nuevos actores han surgido en estos años y viejos conocidos, como Estados Unidos, Rusia y ahora China, parecen encaminarse a una nueva carrera armamentística.
Las armas nucleares se utilizaron sólo dos veces en la historia. El 6 de agosto de 1945 la primera bomba, apodada “Little Boy”, fue arrojada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima por un bombardero estadounidense Boeing B-29. Tres días después la segunda, “Fat Man”, cayó sobre Nagasaki. En las explosiones resultantes, las más terribles que el mundo había conocido hasta el momento, y en las semanas y meses posteriores, debido a la contaminación radiactiva, murieron entre 120.000 y 220.000 personas en ambas ciudades, según diversas estimaciones.
Este hecho ocurrió hace 75 años y, afortunadamente, nunca se repitió. Pero la liberación del átomo en el contexto de la Segunda Guerra Mundial dio inicio a una carrera armamentística a nivel global que definiría las relaciones de poder entre las grandes potencias en las décadas siguientes, poniendo al mundo constantemente al borde de la destrucción. Y aunque en la actualidad la cantidad de armamento se ha reducido considerablemente, por primera vez en décadas la situación del control de armas se ha deteriorado por las crecientes tensiones entre Washington y Moscú, la aparición de nuevos estados nucleares y el ascenso de China.
“La importancia de las armas nucleares en la doctrina de seguridad sigue igual y, a diferencia de lo que se creía, su valor en los sistemas de defensa se está incrementando. Todos los países poseedores de armas nucleares están modernizando e incorporando nuevas ojivas. sobre todo las de pequeña potencia”, expresó la física argentina Irma Argüello, directora de la Fundación NPSGlobal, en diálogo con Infobae.
Tras el logro científico de Estados Unidos en 1945, la Unión Soviética fue el segundo país en dominar la tecnología nuclear, en 1949. El Reino Unido (1952), Francia (1960) y China (1964) siguieron poco después, terminando de conformar el selecto club de cinco países que poseen “legalmente” armas nucleares, de acuerdo al Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT) firmado en 1968.
Pero la proliferación no terminó allí. India sorprendió al mundo con su primer ensayo en 1974, desafiando al NPT, y Pakistán, su eterno rival regional, lo logró en 1998. Aunque no hay confirmación oficial, la mayoría de los países y organismos de control de armas asumen que Israel dominó la tecnología en la década de 1960. Mientras que Corea del Norte condujo su primera explosión en 2006.
Estos nueve países son las potencias nucleares de la actualidad. Bielorrusia, Ucrania y Kazajistán tuvieron armas nucleares en sus territorios, cuando eran parte de la URSS, y las entregaron tras la disolución del país en 1991. Sudáfrica dominó la tecnología pero decidió rechazar la posesión de armas. Por otro lado, Bélgica, Alemania, Italia, Holanda y Turquía albergan armas nucleares de otras potencias dentro de sus fronteras, en el marco de la OTAN.
Otros, como Irán e Irak, han buscado el desarrollo de armas nucleares en el pasado o siguen haciéndolo ahora.
Y un gran número de países, entre ellos Canadá, Argentina, Brasil y Japón, han dominado la fisión nuclear para la producción de energía y otros usos pacíficos, rehusándose a buscar activamente la construcción de armas.
Arsenales menguantes, amenazas latentes
El número de armas nucleares desplegadas, es decir listas para ser usadas, y almacenadas en el mundo llegó su pico durante la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la URSS alcanzaron un equilibrio estratégico a través de la acumulación de ojivas y la certeza de que ninguno de los dos sobreviviría a un conflicto contra el otro.
“Los países siguen dependiendo de una estrategia de disuasión nuclear que tiene más de 60 años y fue creada para un mundo distinto”, dijo a Infobae Isabelle Williams, asesora senior en Nuclear Threat Initiative (NTI), una organización dedicada a la reducción de las amenazas nucleares, biológicas y químicas.
“Necesitamos un nuevo enfoque para prevenir el uso de armas nucleares,uno que no dependa en aumentar el número y sofisticación de las ojivas ni de arriesgar nuestro futuro colectivo bajo la suposición de que las armas nucleares operan en un sistema con actores racionales, información perfecta y tecnología infalible”, consideró.
Se calcula que en la década de 1980, antes de la caída de la URSS, había un total de entre 54.000 y 61.000 bombas y misiles nucleares en todo el planeta (incluyendo unas 25.000 por cada superpotencia). Suficiente para destruir el mundo, varias veces.
Desde entonces, Estados Unidos y Rusia lideraron los esfuerzos para la reducción progresiva de sus arsenales, y en la actualidad se estima que el número de ojivas se ha reducido a unas 13.000,incluyendo aproximadamente 6.000 en poder de cada potencia, de acuerdo a datos del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI).
Estos acuerdo se alcanzaron mediante negociaciones bilaterales y multilaterales, a través de una serie de tratados destinados a reducir tensiones y hacer concesiones, con la certeza de que ninguna de las partes intentaría romper el equilibrio.
Algunos de estos acuerdos, como el NPT y el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF), se firmaron durante la Guerra Fría. Pero tras la caída del imperio soviético los avances en esta dirección se aceleraron. Rusia y Estados Unidos firmaron en la década de 1990 el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START I) y START II para achicar sus arsenales. En 2010 firmaron el START III (o NEW START), todavía vigente. Y en 1996 gran parte del mundo firmó el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT), que a pesar de no haber entrado en vigor, ha servido para generar compromiso en las partes para su cumplimiento.
Hoy, 75 años después de su primer y único uso, la posibilidad del empleo de armas nucleares en un conflicto parece muy remota. Tal destrucción no beneficia realmente a nadie, como se ha acabado por comprender, aunque la amenaza de desatarla parece seguir generando beneficios geopolíticos en términos de seguridad y disuasión.
Pero aunque el número de ojivas se haya reducido, la utilización de armas parezca remota y las potencias mantengan intenciones de seguir reduciendo arsenales, esto no quiere decir que el mundo haya superado la amenaza nuclear o que las armas nucleares no sigan siendo factores determinantes de poder.
Estados Unidos y Rusia tienen aproximadamente 1.500 armas desplegadas y otras 4.500 en almacenes cada uno. Cifras más modestas que durante la Guerra Fría, pero aún así suficientes para destruir el mundo, varias veces.
Además, en la actualidad no es tan importante el número de ojivas sino su poder de detonación, su capacidad de supervivencia a un primer ataque y la tecnología de los medios de lanzamiento. Menos, pero variado, es más.
Al respecto, hay cuatro países que cuentan actualmente con la denominada “tríada nuclear”, la capacidad de lanzar armas nucleares por aire (bombas o misiles desde aviones), tierra (silos o lanzadores móviles de misiles balísticos) y mar (submarinos): Estados Unidos, Rusia, China e India.
Si sumamos la reciente salida de Estados Unidos del INF, las manifestaciones de Washington sobre la reanudación de pruebas nucleares, contradiciendo al CTBT, las dudas en torno a la renovación del NEW START, que tendrá lugar en 2021, y el desmoronamiento del acuerdo nuclear con Irán, la amenaza de una posible nueva carrera de armas está latente.
Estados Unidos y Rusia y también China
“Hay un serio riesgo de una nueva carrera de armas, especialmente cuando los acuerdos de control de armas que combinan transparencia con previsibilidad, además de límites verificables, se están erosionando o desapareciendo”, expresó Lynn Rusten, vicepresidenta del programa de políticas nucleares globales en NTI, a Infobae. “No está claro si es que hay voluntad política tanto en Estados Unidos como en Rusia para romper el impasse de larga data sobre el futuro de las negociaciones por el control de armas”, agregó.
Para Rusten, ex asesora de la Casa Blanca en desarme y no proliferación, la extensión del NEW START por otros cinco años tiene una “importancia crítica”. “Simplemente no hay tiempo de negociar un acuerdo nuevo con Rusia, mucho menos con China, antes de su vencimiento en febrero”, expresó.
“Con China necesitamos empezar a aumentar el diálogo, reduciendo la hostilidad y desarrollando la confianza. Debemos caminar antes de correr, no es realista saltar directamente a un tratado de control de armas entre un países con 300 armas nucleares comparada a las 4.000 de EEUU y Rusia”, explicó.
El gobierno del presidente estadounidense Donald Trump ha indicado repetidas veces que buscaun nuevo acuerdo de control de armas en reemplazo del START que incluya también a China. Pero Beijing ha señalado que no tiene intenciones de sentarse a dialogar con Washington y Moscú en esta área ya que su arsenal (320 ojivas) es muy inferior al de las dos potencias aunque se consolida como el tercero en importancia.
“No por el número de ojivas, sino en un contexto multidimensional, la expansión china en materia comercial, militar y económica, eso hace de este país el tercer jugador nuclear a nivel mundial y el único entre los firmantes del NPT que ha estado aumentando sus arsenales en las últimas décadas,aunque hay que destacar su declaración en contra el primer uso”, consideró Argüello, en referencia a la doctrina por la cual un país con armas nucleares rechaza el uso de éstas en forma ofensiva y como medio en una guerra, salvo que sea atacado primero con armas nucleares. China e India son las únicas dos potencias nucleares que han declarado seguir est principio del “no primer uso”.
La experta indicó que “si no se renueva el NEW START caería la última barrera para que cada estado aumente sus arsenales sin control. Este acuerdo contiene importantes mecanismos de transparencia y control. Como estrategia no se debería hacer caer instrumentos y logros actuales, sino crear otros instrumentos para comprometer a China como tercera potencia emergente”.
Mientras que Tong Zhao, analista en el think tank estadounidense Carnegie Endowment for International Peace, señaló en una reciente entrevista en The Diplomat que hay dos razones por las que Washington insiste en incorporar a China en un nuevo START.
“La primera es que Beijing está achicando la brecha de poder militar con Washington, y en las últimas décadas es el único estado nuclear dentro del NPT que ha aumentado su arsenal. Dada la opacidad de los programas chinos, Washington está preocupado por la trayectoria a futuro del crecimiento militar nuclear de Beijing”, explicó el físico chino, experto en seguridad internacional.
El segundo factor mencionado por Zhao obedece a los “valores ideológicos” que China ha estado promoviendo en los últimos años en oposición a los de Estados Unidos, lo que ha llevado a que los conflictos de interés y perspectiva entre ambos países sean mucho más difíciles de evitar. “Por sobre eso, Washington cree que Beijing está cada vez más dispuesta a usar su poder militar para lograr sus objetivos de política exterior”, agregó.
“China se ha beneficiado del proceso de control de armas entre Estados Unidos y Rusia, incluyendo el NEW START, aunque no lo ha reconocido públicamente”, señaló.
Mientras que Williams indicó que “el agudo deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia ha significado que el diálogo entre gobiernos y fuerzas armadas que funcionó durante la Guerra Fría ha esencialmente concluido, elevando el riesgo de que un malentendido o un error de cálculo podría causar un ataque nuclear”.
Otras amenazas y los límites de la cooperación
Williams alertó también que los ciberataques están “planteando cada vez mayores amenazas a las plantas de energía nuclear y a los sistemas de control y comando de armas”. “Los resultados podrían ser catastróficos aunque los gobiernos se esfuerzan por mantenerse a ritmo con los cambios tecnológicos”, consideró.
La asesora comparó la situación actual del control de armas con el de la pandemia actual de coronavirus: “Si el COVID-19 nos ha enseñado algo, es que algunas amenazas no reconocen fronteras y que no existe tal cosa como seguridad unilateral. Una cooperación multilateral y transparencia insuficientes impidieron una rápida respuesta para mitigar el virus, errores que no podemos darnos el lujo de repetir cuando se trata de reducir riesgos de de una guerra nuclear”.
“En el largo plazo, un mundo sin armas nucleares sólo podrá lograrse con un cambio de sistema a gran escala, similar al que fue requerido para cambiar actitudes culturales frente a los derechos civiles o los riesgos en el uso de tabaco”, explicó.
Desde el fin de la Guerra Fría se han sumado dos nuevos potencias nucleares, Pakistán y Corea del Norte, e Irán estuvo muy cerca de hacerlo hasta la firma del acuerdo nuclear de 2015,por lo que la proliferación sigue siendo un problema.
Finalmente, la inestabilidad política producida por pobreza y la desigualdad, el avance de los autoritarismos y la proliferación de grupos terroristas son fenómenos que amenazan a la seguridad de los materiales radiactivos, no sólo los de aquellos pocos países que cuentan con armas, sino entre los muchos que utiliza tecnología nuclear, desde reactores de potencia a equipamiento médico.
“El retiro de Estados Unidos del pacto con irán ha aumentado los riesgos de proliferación horizontal. Hay que sumar los riesgos de un uso terrorista, de baja probabilidad y alto impacto, y la protección de materiales que puede ser utilizados para fabricar un arma nuclear. La seguridad nuclear debe entenderse en forma holísitica”, concluyó Argüello, reseña INFOBAE