Espíritu Olímpico: Siete gestos inolvidables de la historia de los Juegos

Sin ganar una medalla, estos atletas dejaron su huella por la nobleza deportiva

Para quedar en la historia de los Juegos Olímpicos no siempre es necesario ganar una medalla de oro.

Hay atletas que no obtuvieron preseas y lograron quedar en la memoria de la gente de la misma manera –o incluso más– que los vencedores.

Las razones pueden ser las más diversas: un gesto de gran espíritu deportivo, perseverancia descomunal o porque sus sueños de gloria fueron frustrados por la mala suerte cuando ya estaban al alcance de la mano.

De estos ejemplos, en la más que centenaria historia de los Juegos Olímpicos, hay muchos.

La que sigue es una recopilación, basada en una lista del diario italiano Il Post, de algunos de los mejores momentos de verdadero espíritu olímpico.

1. Nikki Hamblin y Abby D’Agostino, en Río 2016

El primer gran gesto deportivo es también el más reciente, ya que ocurrió en estas mismas Juegos Olímpicos, durante las calificaciones para los 5.000 metros femeninos.

Durante esa carrera, la neozelandesa Nikki Hamblin sufrió un tropiezo con otra competidora y el incidente provocó la caída de la estadounidense Abbey D’Agostino. Sin embargo, en lugar de seguir corriendo, la atleta norteamericana ayudó a que su rival se pusiera de pie para continuar con la carrera.

Por el gesto, ambas fueron admitidas en la final de los 5.000 metros, aunque participará sólo Hamblin, ya que D’Agostino quedó lesionada. A pesar de todo, es probable que ambas queden entre los personajes más recordados de estas Juegos Olímpicos.

2. Lawrence Lemieux, en la regata de la clase Finn en Seúl 1988

Cuando la competencia iba por la quinta regata (sobre siete), el velista canadiense Lawrence Lemieux se encontraba en el segundo puesto, bien encaminado para ganar una medalla.

En ese momento, en la bahía de la capital de Corea del Sur estaban compitiendo también las regatas de la clase 470 masculina y femenina, con dos personas por embarcación. El mar estaba movido y había mucho viento. De repente, Lemieux vio que el barco de Singapur de la clase 470 se estaba dado vuelta y que uno de los miembros del equipo se encontraba en el agua, entre las olas. «¿Quién más podría haber visto una pequeña cabeza ir arriba y abajo del agua?», dijo Lemieux.

El canadiense decidió entonces dejar su carrera y navegar hacia el barco de Singapur para salvar a los dos tripulantes. Luego volvió a su regata, pero terminó en el lugar 22. Sin embargo, la federación internacional de todas maneras le asignó el segundo lugar como premio por su gesto. Si bien llegó onceavo, el Comité Olímpico Internacional decidió premiarlo con la medalla Pierre de Coubertin (el inventor de los Juegos modernas), que se otorga a los atletas que interpretan el «verdadero espíritu deportivo».

Hoy, Lemieux trabaja como instructor de vela en Canadá.

3. Derek Redmond, en la semifinal de los 400 metros llanos en Barcelona 1992

La de Derek Redmond en Barcelona es una historia de perseverancia a pesar de la mala suerte. El británico había llegado a los Juegos con muchas chances de ganar una medalla. Había superado con facilidad los cuartos de final, pero en la semifinal, después de 150 metros, tuvo un esguince muscular en la pierna. Cayó y los médicos se acercaron para llevarlo en una camilla. Él los alejó, se levantó y empezó a cojear hacia la llegada.

Pero no era todo: su padre superó la seguridad para ayudarlo a terminar la carrera entre los aplausos del estadio Luis Companys. Redmond terminó descalificado, pero de su historia se habló mucho. Y su padre fue uno de los afortunados que fueron elegidos para llevar la antorcha olímpica en los Juegos de Londres 2012.

4. Dorando Pietri en el maratón de Londres 1908

En los Juegos Olímpicos de 1908, el maratón largó un 24 de julio desde el Palacio de Windsor. Era un día muy caluroso. Por eso, el italiano Dorando Pietri comenzó la carrera con un ritmo moderado, para empezar a recuperar posiciones sobre los otros atletas en la segunda mitad del recorrido. Su estrategia funcionó: cuando faltaban dos kilómetros para la llegada, estaba en primera posición. Pero estaba tan cansado que cuando ingresó en el White City Stadium tomó la dirección equivocada. Los comisarios lo pusieron en la dirección correcta, pero Pietri cayó al suelo desmayado. Para correr los últimos 300 metros –ayudado por la gente– tardó diez minutos. Terminó primero, pero el segundo –el norteamericano John Hayes– apeló el resultado por la ayuda que la gente le había dado a Pietri. La apelación fue aceptada y la medalla de oro fue para Hayes.

Tras su victoria frustrada, Pietri se convirtió, sin embargo, en una celebridad mundial. La reina Alejandra le dio una copa de oro y empezó un tour en Estados Unidos, donde corría maratones por dinero. El 25 de noviembre de 1908, en el Madison Square Garden de Nueva York, tuvo su revancha contra Hayes y ganó. Murió pobre en 1942.

5. Pavle Kostov y Petar Cupac, en la regata de la clase 49 en Beijing 2008

Los dos velistas croatas Pavle Kostov y Petar Cupac no se habían calificado para la final de su disciplina. Mientras estaban en la Villa Olímpica, escucharon que 15 minutos antes de la regata final se había roto el mástil del barco del equipo danés, que iba primero en la tabla. Kostov y Cupac corrieron hacia el muelle de donde salía la regata, prepararon su barco y se lo prestaron a los daneses, que pudieron partir con 4 minutos de demora, justo antes de ser descalificados. En la regata llegaron séptimos, pero les alcanzó para el oro. Kostov y Cupac, en cambio, recibieron la medalla De Coubertin.

6. Luz Long, en el salto en largo en Berlín 1936

En los Juegos de 1936, el alemán Luz Long era uno de los atletas más esperados por sus compatriotas. Era el campeón europeo, mientras que su rival principal, el estadounidense Jesse Owens, era el campeón del mundo.

En las calificaciones, Luz hizo el mejor salto, marcando además el récord olímpico. El afroamericano Owens, en cambio, había hecho dos saltos nulos y le quedaba sólo una última posibilidad.

Long y Owens se habían hechos amigos, así que el alemán le recomendó al estadounidense marcar un signo más atrás de la línea de salto y usarlo como punto de referencia. Owens saltó y calificó para las finales, donde –bajo la mirada de Adolf Hitler– ganó el oro, y Long la medalla de plata.

Sobre ese episodio, Owens contó: «Tuvo mucha valentía para hacerse amigo mío frente a Hitler. Hitler debe haberse vuelto loco cuando vio que nos abrazábamos. La parte triste de la historia es que nunca más volví a ver a Long». El alemán murió en 1943 en Sicilia, durante la Segunda Guerra Mundial.

7. Eric Moussambani, en los 100 metros crol en Sídney 2000

Eric Moussambani se hizo famoso en Sydney 2000, cuando se ganó la (poco honorable) fama de «peor nadador de todos los tiempos». Participó en una ronda de calificación donde los otros dos participantes fueron descalificados por salida en falso.

Moussambani, originario de Guinea Ecuatorial, se encontraba ahí casi por casualidad: él, en realidad, era jugador de voley, no un nadador. Nunca había visto una pileta olímpica y había aprendido a nadar apenas 8 meses antes, solo, en la pileta de un hotel de Malabo.

Moussambani había ingresado en las calificaciones gracias a un programa especial para los atletas de los países en vía de desarrollo.

Los primeros 50 metros fueron bastante buenos, a pesar de un estilo lejos de ser perfecto, pero los segundos 50 fueron interminables. Moussambani nadaba sin fuerzas, mientras las 17 mil personas del público lo empujaban con gritos de aliento.

Moussambani, quien hoy es el entrenador de natación de Guinea 2121Ecuatorial, terminó su carrera en 1:57:52, el tiempo más lento de la historia. «Nunca estuve tan cansado en mi vida. Nunca había siquiera estado en una pileta tan grande en toda mi vida«, contó a los periodistas. «Pero todos me alentaban y fue como ganar una medalla de oro».