Con dientes apretados, con la concentración en su pico más alto y con los 22 jugadores compactados en 50 metros. La final se vivió con adrelanima máxima desde el pitazo inicial del colombiano Wilmar Roldán en el Estadio Nacional.
Chile plantó bandera. Con salidas limpias por abajo desde el fondo y con Jorge Valdivia como eje. El 10 manejó los hilos, se ubicó detrás de Mascherano y empezó a mover a su equipo, con dinámica. Los de Sampaoli intentaban asfixiar a la Argentina, tener el control con riendas cortas; los de Martino buscaban bajarle el ritmo, al compás de Messi y Pastore.
Lo tuvo Valdivia, entrando por el corazón del área, pero prefirió tirar el pase cuando la jugada pedía remate. Después Arturo Vidal, con un zurdazo de media vuelta que sacó Romero. A los 20, respondió Argentina con un tiro libre de Messi desde el costado izquierdo. El centro fuerte, con rosca, lo peinó Agüero en el primer palo -de muy buen arranque- y tapó Claudio Bravo a quemarropa.
Entró Lavezzi por Di María, que luego de una diagonal en velocidad se lesionó en la parte posterior del muslo. El Pocho ocupó su lugar en la banda izquierda y tuvo la más clarita ya sobre el cierre de la primera parte, tras una gran jugada de Pastore. El mediocampista del PSG llegó hasta el fondo, pisó la pelota e hizo pasar de largo a su marca. Tocó atrás y le sirvió el remate a Lavezzi, que definió fuerte pero muy al medio, a las manos del arquero.
Así se fue una primera parte muy pareja. Con Chile dominando por presión alta y fortaleza física y con Valdivia como conductor. Pero Argentina supo soportar el aluvión, decidió no apretar arriba como en los partidos anteriores y se apoyó en Pastore para administrar el juego y bajarle intensidad.
En el segundo tiempo, se mantuvo ese escenario. Por primera vez en el torneo, los jugadores argentinos corrían atrás de la pelota. Mascherano no dominaba el medio y Messi lucía perdido, lejos del área rival y con muy poco contacto con la pelota.
Los entrenadores jugaron su partido: Matías Fernández por Valdivia en Chile y Gonzalo Higuaín por Agüero en la Selección. Para el cierre, Ever Banega por Pastore, que ya estaba cansado y se notó en algunos pases sin tanta precisión. Era todo del conjunto local. Martino intentó que el equipo que recuperara la pelota pero no su idea no surtió efecto.
Alexis Sánchez con una volea de derecha tuvo la mejor posibilidad de Chile en el segundo tiempo pero su remate salió ancho. Y así la final se fue al alargue. Con Chile como dominador en 90 minutos ásperos, intensos. Pero en el último suspiro antes del pitazo final, Argentina casi se lleva el premio grande. Messi salió lanzado en velocidad por el medio y encontró a la defensa local mal parada. Abrió para la izquierda para Lavezzi, que quedó muy abierto pero alcanzó a cruzarla bien para el ingreso de Higuaín. El Pipa llegó exigido y de manera increíble no pudo definir con el arco vacío.
En el alargue, Argentina apostó a resistir. Sin piernas, sin cambios, porque Martino hizo los tres muy rápido en un evidente error de cálculo pensando en que la definición podía estirarse. Y el equipo lo sintió: se acalambró Lavezzi y un rato después Mascherano tras una jugada en la que el hombre de Barcelona pifió y le quedó la pelota servida a Alexis para encarar y quedar mano a mano con Romero. El delantero le pegó fuerte y la pelota salió alta ante el cruce de Zabaleta.
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El Clarín