Niños inteligentes, ¿adultos bipolares?

Mayor coeficiente intelectual (CI) en la infancia, mayor probabilidades de problemas mentales. Por primera vez un estudio revela el vínculo entre ambos factores

La posibilidad de esa asociación se había sospechado durante años. «Hasta donde yo sé, no ha habido un estudio previo que evaluara el coeficiente intelectual en la infancia y los rasgos de trastornos bipolar en la juventud», dijo a Infobae América el profesor Daniel Smith, del Instituto sobre Salud y Bienestar de la Universidad de Glasgow, Escocia, una de las cuatro —las otras son las de Bristol, Cardiff y Texas— que participaron del estudio que confirmó la presunción.

En su opinión, se puede hablar de «un vínculo entre la inteligencia o la mayor creatividad y el riesgo de trastorno bipolar», ya que «varios estudios que se han publicado ahora han identificado esa asociación». No obstante, advirtió: «Desde luego, debemos recordar que se trata de una zona compleja: ¡la mayor parte de los individuos creativos o muy inteligentes no sufren trastorno bipolar, y la mayor parte de los individuos con trastorno bipolar no son especialmente creativos!».

Entre los antecedentes del hallazgo, el investigador Smith recordó «un estudio dirigido por el doctor James MacCabe en King’s College, Londres, que indagó en los logros educativos a los dieciséis años y el riesgo de esquizofrenia y trastorno bipolar en la adultez». Este estudio halló —como se esperaba— que la escasez de éxito escolar se asociaba con la esquizofrenia y el trastorno bipolar en la adultez en varones y mujeres, «pero también que los estudiantes varones con un desempeño escolar excelente (del mismo modo que algunos con un desempeño muy pobre) tenían un riesgo mayor de trastorno bipolar».

EL NUEVO TRABAJO, REALIZADO SOBRE NIÑOS DE LA DÉCADA DE 1990, PROBÓ QUE AQUELLOS QUE TENÍAN UN CI ALTO A LOS OCHO AÑOS RESULTARON MÁS PROPENSOS AL TRASTORNO BIPOLAR EN LA ADULTEZ

El nuevo trabajo, realizado sobre niños de la década de 1990, probó que aquellos que tenían un CI alto a los ocho años resultaron más propensos al trastorno bipolar en la adultez, y que los síntomas se presentaban entre los veintidós y los veintitrés años.

Los científicos a cargo de la investigación publicada en el British Journal of Psychiatry pertenecen a las universidades de Glasgow, Bristol, Cardiff y Texas. «Usamos datos de la población base de un estudio muy grande que se realiza en el Reno Unido, el Estudio Longitudinal de Avon sobre Padres y Niños (ALSPAC)», detalló: trabajaron con la información de 14.000 mujeres, sus parejas y sus hijos, a los cuales ALSPAC siguió durante dos décadas para analizar distintos aspectos de su salud.

—El trastorno bipolar y otros padecimientos similares, ¿son el precio a pagar por un coeficiente intelectual alto?

—Es algo muy difícil de probar de manera concluyente. En nuestro estudio identificamos una asociación entre el puntaje del coeficiente intelectual a los ocho años y la probabilidad de que los individuos presenten señales de bipolaridad hacia los veintidós o veintitrés años. Esta asociación fue significativa aun cuando la ajustamos según factores de confusión potencial como la clase social, la educación de la madre y los antecedentes de depresión de la madre. Creo que lo máximo que podemos decir sobre este hallazgo es que parece haber una relación entre la propensión, con un coeficiente intelectual más alto en la infancia, al peligro de rasgos de trastorno bipolar en la juventud.

—¿Hay otros factores que convergen?

—Muchos factores diferentes pueden contribuir a esta relación, y uno puede ser la predisposición genética común al coeficiente alto y el trastorno bipolar. En nuestro trabajo próximo pensamos investigar más profundamente la superposición genética entre el coeficiente intelectual y los desórdenes anímicos.

Un dato para la prevención

El hallazgo apunta a la existencia de una biología compartida entre el trastorno bipolar adulto y la inteligencia y la creatividad en la infancia. Es decir que, si bien no existe una relación de causa-efecto, puede existir un rasgo genético en común que vincule a ambas características con independencia de otros factores que se ha comprobado que aumentan el riesgo de desarrollar el trastorno bipolar, como antecedentes familiares de enfermedades mentales, problemas en la infancia, acontecimientos traumáticos y abuso de sustancias.

Los exámenes evaluaron el CI verbal y el CI de desempeño para tener una medida completa. Los resultados finales —que combinaron datos de 1.881 individuos— revelaron el vínculo: aquellos que se ubicaron en el 10 % de los que presentaban más rasgos maníacos habían tenido un CI total de casi 10 puntos más que los jóvenes adultos en el 10 % de la menor sintomatología.

—¿Se verifican tendencias diferentes en el CI verbal y en el CI de desempeño?

—Se vio alguna prueba de que la asociación entre CI en la infancia y rasgos de bipolaridad resulta más fuerte para el CI verbal que para el CI de desempeño. Esto es interesante porque estudios de gemelos han identificado que la propensión genética al trastorno bipolar puede estar asociada con una mayor competencia verbal. También sabemos que la manía y la hipomanía se caracterizan por síntomas tales como pensamientos rápidos y discurso acelerado.

—Si un alto CI en la infancia es un factor, pero no es directo, para predecir el trastorno bipolar en la adultez, ¿qué implica el descubrimiento exactamente?

—Hemos identificado una asociación que requiere que se le investigue más. En el sector de las conclusiones de nuestro ensayo decimos que estos hallazgos pueden tener implicancias para el desarrollo de enfoques con los cuales procurar la identificación de subgrupos de adolescentes y adultos jóvenes que pueden presentar un riesgo mayor de desarrollar trastorno bipolar, por ejemplo aquellos con una competencia verbal excepcional, en el contexto de otros factores conocidos de riesgo para el trastorno bipolar, como la carga genética, la exposición al virus de la gripe en el útero materno o una gama de factores genéticos y ambientales, el saldo de los cuales puede ser diferente entre individuos afectados.

El impacto del hallazgo también llega al futuro de la investigación científica: los estudios genéticos pueden basarse en él para indagar en la interrelación de inteligencia, creatividad y trastorno bipolar.

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