Teresa de la Parra fue la primera gran escritora dentro del proceso de las letras venezolanas. Nació en París, Francia, el 5 de octubre de 1889 bajo el nombre de Ana Teresa Parra Sanojo. Hija de padres venezolanos residenciados en París.
A la edad de dos años fue traída a Venezuela. Parte de su infancia transcurre en “El Tazón”, la hacienda familiar, ubicada entre Tumerito y Piedra Azul, y en la apacibilidad del hogar caraqueño. A los ocho años de edad queda huérfana de Padre, y su Madre resuelve volver a Europa con el fin de educar a sus hijos, que en total eran seis.
Teresa de la Parra ingresa en el Colegio de la Damas del Sagrado Corazón, en España, y se consagra a la lectura de escritores famosos entre ellos: Guy Muapassant; Catulle Méndes y Valle-Inclán, quienes van a ejercer gran influencia en su formación literaria.
Al cabo de diez años vuelve a Venezuela y comienza a revelarse como escritora, en artículos publicados por ella en diferentes diarios capitalinos. Con motivo de la visita del Infante Don Fernando de Baviera y Borbón a Venezuela, Teresa es elegida para contestar un mensaje enviado por la Infanta Doña Paz de Borbón, dirigido a Chile y a toda la Hispanoamérica. Recibe grandes elogios por la profundidad de su pensamiento y por su encanto prosístico.
Animada por el éxito alcanzado por sus artículos y cuentos publicados en los periódicos caraqueños, se dedica con entusiasmo a la tarea de leer y escribir, y comienza el Diario de una Señorita.
En 1924 participa en un concurso literario en la Ciudad de París, auspiciado por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa, obteniendo el primer premio. En este mismo año publica el Diario de una Señorita con el nombre de «Ifigenia» y bajo el seudónimo de Teresa de la Parra, nombre con el que se inmortalizaría en las letras Americanas.
En 1927, viaja a Cuba para representar a Venezuela en la Conferencia Interamericana de Periodistas. El tema de su discurso correspondiente fue “La Influencia Oculta de las Mujeres en la Independencia y en la vida de Bolívar”. Luego viajó a Bogotá donde dictó tres Conferencias sobre la Influencia de las Mujeres en la formación del alma americana, en la época de la Conquista, de la Colonia y de la Guerra de Independencia.
Teresa de la Parra, para entonces, ya es famosa, su nombre es conocido en muchos países, su palabra estaba llena de sinceridad permanente. Viaja de nuevo a Europa y se establece en Vevey, junto al Lago Lemán, donde da comienzo a su segunda Novela «Memorias de Mamá Blanca», la cual publica en París en el año de 1929.
Esta novela es una obra escrita con gran sutileza, donde se aprecia el sentimiento nostálgico y la honda sensibilidad que embarga el corazón de Teresa de la Parra. La añoranza de su tierra natal, de su clima, de su infancia en “El Tazón”, dan el marco transparente y cautivador de los campos venezolanos.
En 1930 regresa a Venezuela, pero su permanencia es muy corta, se enferma de Tuberculosis y regresa a España, donde se interna en un sanatorio en Madrid. Allí transcurren sus últimos días, en la paz espiritual que le proporcionaba su alma límpida y cristalina, y sobre todo el recuerdo de Caracas a la que siempre soñó volver. Teresa falleció en Madrid el 23 de abril de 1936.
Dos de las más grandes obras de la literatura venezolana salieron de la pluma de esta escritora de vanguardia como son «Ifigenia» (1924), y «Memorias de Mamá Blanca» (1929).
Ifigenia es la primera historia de amor de la literatura venezolana. Por su parte, Las Memorias de Mamá Blanca son una bella evocación de la infancia, hecha toda ella en una nunca igualada belleza.
Teresa de la Parra fue poseedora de un estilo inconfundible, dueña de una gran inteligencia y renovadora de la novela venezolana
Fuente: Culturizando