Las razones por las que el mundo desconfía de la tecnología china

Varios episodios han puesto en la picota a los fabricantes asiáticos, que han pasado en muy poco tiempo a mirarse las caras con grandes tecnológicas como Apple o Samsung

P. BIOSCA/ABC

China ha pasado de ser la fábrica del mundo de tecnología a uno de los principales desarrolladores de producto. Sin embargo, el estigma que le acompaña como distribuidora de copias de grandes marcas y sus enlaces con políticas comunistas son percepciones que el gigante asiático tiene problemas para eliminar. A pesar de que ha colado tres de sus firmas entre los cinco principales fabricantes del mundo de telefonía móvil -la tecnología más rentable del mercado- y que no ha abandonado su política de ofrecer los precios más competitivos posibles con una calidad que ya se codea con gigantes del tamaño de Apple o Samsung, el resto del mundo mira con recelo su ascenso.

El caso más reciente es la oposición que ha encontrado en el Gobierno de Donald Trump, dirigente de Estados Unidos. La última ha sido la prohibición por parte del Departamento de Comercio de EE.UU. a las empresas estadounidenses a que vendan los componentes de la fabricante china durante los próximos siete años. La razón: ZTE no habría cumplido con los requisitos firmados el año pasado por Estados Unidos y China por los que, entre otros puntos, se prohibía la compra-venta de productos con Irán, con el fin de provocar un bloqueo comercial. También aseguran que la compañía ocultó información, como el pago de bonos a los empleados que habían participado en las operaciones con Irán, en lugar de amonestarles. Se da la circunstancia de que la empresa china ya pagó en 2017 una multa de 1.192 millones de dólares a EE.UU. por esta misma razón.

Huawei fue el primer damnificado

A principios de este año, Huawei también se chocaba con el muro tecnológico de Trump y su administración frustraba los intentos de la primera fabricante china de entrar por todo lo grande en el mercado norteamericano. El Gobierno de EE.UU. habría presionado a la operadora de telefonía estadounidense AT&T para romper el acuerdo de distribución, situación que motivó que Huawei vendiese en el mercado libre sus terminales (a pesar de que la mayoría de las compras se realizan mediante financiación con teleoperadoras).

De hecho, un total de seis jefes de las principales agencias de inteligencia de Estados Unidos (entre las que se incluyen la CIA, el FBI y la NSA), desaconsejaron a principios de año el uso de los smartphones de las marcas chinas Huawei y ZTE por serias dudas de que estos terminales puedan servir de herramienta al espionaje chino. «Estamos profundamente preocupados por los riesgos de permitir que cualquier empresa o entidad comprometida con gobiernos extranjeros que no comparten nuestros valores adquieran posiciones de poder dentro de nuestras redes de telecomunicaciones», afirmó el director del FBI, Chris Wray, durante la reunión del Comité de Inteligencia del Senado.

Las otras compañías en el punto de mira

Pero estas dos compañías no son las únicas empresas chinas que se encuentran en el punto de mira. El pasado mes de marzo, Trump también la «tomaba» con Broadcom, compañía fabricante de microprocesadores con sede en Singapur, cuya intención era comprar la firma rival Qualcomm, que atraviesa horas bajas. «Existen evidencias creíbles que me llevan a creer que Broadcom Limited, empresa organizada bajo las leyes de Singapur, junto a sus socios, filiales o afiliados, incluyendo Broadcom Corporation, una empresa de California, y Broadcom Cayman, domiciliada en Islas Caimán, adquiriendo el control de Qualcomm Incorporated, empresa de Delaware, podrían llevar a cabo acciones que amenazarían la seguridad nacional de EE.UU.», esgrimió como argumento el presidente estadounidense para justificar el veto a la operación.

Por otro lado, en septiembre del año pasado, Lenovo llegó a un acuerdo para pagar 3,5 millones de dólares también a Estados Unidos tras preinstalar en sus dispositivos desde 2014 un «malware» que se colaba en las webs incluso con cifrado para incluir publicidad propia y que podían acceder no solo al historial de navegación, sino también a datos tan sensibles como la información bancaria.

La sombra del plagio

Tampoco ayuda que en las últimas dos ediciones del Mobile World Congress, que se celebra en Barcelona, la Justicia haya investigado (e incluso retirado terminales) de compañías chinas por presunto plagio. Previo al inicio del último MWC, el fabricante chino Xiaomi tuvo que abonar cerca de 200.000 euros como medida cautelar para poder exhibir tres de sus modelos de teléfono móvil inteligente después de una denuncia presentada por una «startup» española, Top Optimized Technologies (ToT), que con anterioridad también había acusado de robo a Vodafone. El juez del Juzgado de lo Mercantil de Barcelona consideró que la firma asiática, considerada la «Apple china», infringía patentes de tres dispositivos (Mi Mix 2, MiA1 y Redmi 5A).

Ya sea porque todas las cámaras apuntan siempre hacia el mismo país o que realmente los fabricantes chinos aún tienen muchos territorios que conquistar, lo cierto es que su tecnología debe superar grandes retos y no solo en cuanto a desarrollo se refiere.