Sheryl Sandberg, ‘número dos’ de Facebook, combate una cultura empresarial dominada por hombres, mientras saca lustre a las cuentas de la red social
Pocas altas ejecutivas confiesan públicamente que organizan las reuniones de trabajo de la tarde en un edificio de la empresa diferente al suyo para que, a la salida, pase desapercibido que se van a casa a cenar con sus hijos en lugar de volver al despacho. Tampoco es habitual que una licenciada de Harvard, que con 45 años tiene una fortuna estimada en 1.000 millones de euros, dé detalles sobre las náuseas que sufrió durante su primer embarazo, los casi 32 kilos que engordó y cómo un día fue “caminando como un pato” a la oficina de sus jefes de entonces, los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin, para pedirles plazas de aparcamiento reservadas para mujeres encinta que estuvieran cerca de la entrada. Sheryl Sandberg, la número dos de Facebook, ha hecho lo que otras ejecutivas prefieren evitar por temor a no ser tomadas en serio: hablar sin tapujos de por qué la cultura empresarial sigue dominada por hombres.
Su experiencia personal en el competitivo mundo de los negocios, en el que ha llegado hasta lo más alto, ha sido empaquetada en un par de charlas que se volvieron virales, un libro superventas, Lean in (Vayamos adelante, en español), y una fundación que promueve la igualdad a través de múltiples círculos de apoyo en Facebook, tan exitosos que atraen a miles de personas en todo el mundo. “Cuando en 2010 comenté a un grupo de gente que estaba pensado dar una charla sobre mujeres, me dijeron que no lo hiciera, que no se podía ser una ejecutiva de prestigio y hablar de cómo es ser mujer”, ha contado. “Pensé en la pregunta que mi jefe actual, Mark Zuckerberg, se formularía: ¿qué harías si no tuvieras miedo? Y lo hice”.
El mensaje que salió de aquella conferencia, y que Sandberg ha pulido los años siguientes con la misma profesionalidad con la que diseña la estrategia operativa del gigante de Silicon Valley, ha provocado indignación y entusiasmo. Sandberg sostiene que las mujeres, de alguna forma, se rinden voluntariamente antes de intentar llegar a lo más alto, creyendo que su carrera perderá fuelle si tienen hijos. La directora de operaciones de Facebook las anima a seguir adelante para conseguir lo que quieran, sin pensar en qué pasará cuando tengan familia. Y, si la tienen, que luchen por “puestos que supongan un desafío” y, si es posible, que intenten salir a una hora decente para cenar con sus hijos, como hace ella (eso sí, después de acostarlos, vuelve a conectarse al trabajo). “Las mujeres tienen que dejar de pensar que no están preparadas para hacer tal cosa y convencerse de que quieren hacerla; ya aprenderán cómo”, dice en su libro —como ella lo describe, “una especie de manifiesto feminista”— en el que insiste en cómo a las mujeres les cuesta más presumir de sus éxitos.
“Cuando un niño se muestra fuerte, se le llama líder; cuando una niña lo hace, es mandona”, ha dicho
Los críticos le han reprochado que su mensaje va dirigido, en realidad, a las élites. Que su acomodada posición le permite contratar a todo el personal doméstico que necesite y fijar las reglas en la oficina. Anne-Marie Slaughter, una profesora de Princeton que en 2011 dejó su puesto en el Departamento de Estado norteamericano por considerarlo incompatible con su vida familiar, lamenta que se centre en los “obstáculos internos” de las mujeres, más que en los problemas institucionales con los que la mayoría acaba chocando. La pregunta, según ella, es qué deben hacer las empresas, no solo sus empleadas, para que haya más mujeres en la cima.
Sin embargo, Sandberg es un modelo para muchas profesionales. “No es un secreto que las mujeres, en todo el mundo, tienen problemas para ascender por varias razones. Modelos como Sandberg están cambiando esto. Ella ha ascendido en su carrera, pero también ha abogado constantemente por los derechos de las mujeres trabajadoras, en la oficina y en casa”, explica una de sus admiradoras, Miranda Brawn, abogada y banquera de inversión en Londres, a través de un correo electrónico. “Sandberg habla a menudo de cómo las mujeres líderes gustan menos que sus colegas masculinos y cómo su falta de confianza en sí mismas es su mayor obstáculo. Cree que la gente tiene que sentirse cómoda con las mujeres líderes, incluidas las propias mujeres. No es solo una ejecutiva en una gran compañía; es una verdadera líder”, añade. “El mensaje no creo que sea que es necesario ascender por encima de todo, sino que sepamos que podemos”, dice Brawn.
Cree que las mujeres renuncian a llegar a lo más alto, creyendo que su carrera perderá fuelle al ser madres
Antes de convertirse en una especie de gurú del feminismo, Sandberg era más conocida por ser un genio de las ventas en Silicon Valley, lo que ya es una provocación, dado el escaso peso de las mujeres en el sector tecnológico. Durante siete años (2001-2008), fue una de las principales responsables de que Google, el buscador más popular, pero que apenas tenía ingresos, se transformara en una máquina publicitaria. Facebook la fichó después para hacer algo parecido. Lo consiguió en dos años. “Hay personas que son grandes gestores y personas muy analíticas, muy centradas en la estrategia. Estas dos tipologías no suelen coincidir en la misma persona”, ha dicho de ella Zuckerberg.
Sandberg nació en 1969 en Washington en el seno de una familia de clase media. Cuando tenía dos años, se mudaron a Florida. Su padre es oftalmólogo. Su madre dejó su doctorado y su trabajo como profesora de francés para cuidarles a ella y a sus dos hermanos. Estos suelen recordar cómo la pequeña Sheryl, más que jugar, organizaba los juegos de los demás. “Fuimos sus primeros empleados”, ha bromeado su hermano. “Cuando un niño se muestra fuerte, se le llama líder. Cuando una niña lo hace, se arriesga a que la llamen mandona”, ha dicho Sandberg. La ejecutiva lanzó una campaña en 2014 que proponía prohibir el uso de esta palabra para referirse a niñas que presentan habilidades de jefas. Fue bastante polémica (para algunos, su actitud fue, precisamente, un poco mandona).
Los tres hermanos estudiaron en la escuela pública, donde Sandberg era conocida por sacar las mejores notas. Se licenció en economía en Harvard. Larry Summers la fichó en 1999, con 29 años, para trabajar en el Tesoro. Después trabajó en la consultora McKinsey y pasó por el Banco Mundial. Su familia siempre la animó a casarse joven y lo hizo, a los 24, pero la relación solo duró un año. En 2004 contrajo matrimonio con Dave Golberg, un ejecutivo de éxito de Silicon Valley, a quien Sandberg atribuye gran parte de su propio éxito, por apoyarla durante toda su carrera y compartir el cuidado de sus dos niños. Golberg murió en mayo pasado en un accidente con una cinta de correr en México, donde estaban de vacaciones.
Un par de meses antes, la directiva había lanzado una iniciativa a través de Lean In, su fundación, con consejos para que los hombres contribuyan a la igualdad. Junto a las recomendaciones generales, mensajes de apoyo de Warren Buffett o Hugh Jackman, incluida una foto del actor en Instagram en la que aparece tirando la basura y que en pocos días consiguió 57.000 me gusta.
Cristina Galindo/ El País