La misión Vega VV17 de Arianespace y la Agencia Espacial Europea (ESA) que llevaba el satélite español Ingenio y el francés Tarani se perdió por un error en la conexión de unos cables y no por problemas del diseño, confirmó el fabricante, que anunció una serie de pautas para evitar que se repita el problema.
La ESA y Arianespace ofrecieron un informe completo de los errores, en el que confirmaron el diagnóstico preliminar que llevó al desvío de trayectoria y posterior pérdida del cohete Vega, que despegó del puerto espacial de Kurú, en la Guayana francesa, el pasado 17 de noviembre.
El cohete despegó sin problemas pero a los ocho minutos, al encenderse el motor ACUM de la etapa superior, la nave se desvió de su trayectoria y no pudo ser controlada, lo que llevó a la pérdida de la misión.
La comisión independiente constituida para investigar las causas concluyó que hubo un error en el encaminamiento de unos cables en la cuarta etapa del cohete Vega, lo que invirtió los comandos que controlan la dirección del vehículo y a su vez causó una degradación de la trayectoria que supuso la pérdida del vehículo y su carga.
Esta inversión no fue detectada en los distintos pasos de control y pruebas ejecutadas en las etapas superiores de integración y aceptación del lanzador debido a «inconsistencias entre los requisitos específicos y los controles prescritos».
«Estamos plenamente comprometidos con el lanzamiento del cohete europeo, sin olvidar el hecho de que los lanzamientos son siempre arriesgados», dijo en rueda de prensa el presidente de Arianespace, Stéphane Israël.
El ejecutivo aseguró que las medidas implementadas tras detectar este fallo se mantendrán a largo plazo, y se mostró confiado en que el próximo cohete, cuyo cliente será Airbus y que ha sido pospuesto de febrero a marzo de 2021, no presentará anomalías.
Más garantías en el futuro
«No necesitamos una recalificación del diseño y capacidad de (el cohete) Vega (…), cuyo sistema de lanzamiento será más robusto después de esta desafortunada incidencia», añadió.
Estas recomendaciones incluyen disposiciones inmediatas y permanentes para garantizar un retorno seguro y rápido del cohete a las misiones, así como para asegurar la fiabilidad de los vehículos de lanzamiento a largo plazo.
Las nuevas pautas incluyen inspecciones y pruebas adicionales tanto en los programas informáticos como en la producción de los dos siguientes lanzadores Vega, que ya están parcial o totalmente construidos.
Además, se han hecho una serie de recomendaciones permanentes para el proceso de fabricación, integración y aceptación desde las líneas de montaje del Vega en Italia hasta su recepción y validación final en la Guayana Francesa.
En la conferencia de prensa, Giulio Ranzo, consejero delegado de Avio, fabricante del cohete, asumió toda la responsabilidad de la pérdida de la misión y explicó que la empresa ha puesto en marcha tres grupos de trabajo para garantizar la implementación de las recomendaciones, que serán después revisadas por Arianespace.
Además, para los lanzamientos de los cohetes Vega VV18 y VV19 trabajarán con sus empleados más veteranos y expertos, aunque el directivo defendió su cohete por ser «el único del mundo que ha realizado los primeros catorce vuelos sin ningún fallo».
Ranzo añadió que trabajar en «este particular año», en referencia a la pandemia del coronavirus, ha influido también en la forma de trabajar, puesto que reunir el personal «no es tan fácil como otros años».
«Nuestra prioridad es garantizar la solidez del Vega C y tener la confianza de los clientes que van en nuestros próximos vuelos, y desde que tengamos esa solidez y confianza volveremos a volar», añadió el director de Transporte Espacial de la ESA, Daniel Neuenschwander, que presidió la comisión de investigación.
El satélite Seosat-Ingenio, que viajaba en este cohete, es considerado el mayor proyecto desarrollado hasta ahora por la industria espacial española y tenía previsto observar la Tierra durante los próximos siete años.
Estaba desarrollado para ser capaz de acceder y tomar imágenes de cualquier punto de la superficie terrestre cada tres días, lo que iba a facilitar la creación de mapas de desastres naturales impredecibles y una mejor comprensión del cambio climático.
El Taranis, del Centro Nacional francés de Estudios Espaciales (CNES), hubiera sido el primer satélite en observar los fenómenos luminosos y electromagnéticos asociados con las tormentas eléctricas, descubiertos hace unas dos décadas. EFE