«No puedo dormir, no hago más sino llorar. Los recuerdos de ese momento llegan a mi memoria y no paran de atormentarme. Me siento sucio y aunque me bañe nada me quita esa asquerosa sensación». Este es el drama de un niño de 13 años que fue víctima de extorsión y abuso sexual, al caer en las garras de una organización delictiva caraqueña, que opera en la red social Facebook.
Este caso fue descubierto por la Dirección de Investigación Penal de la Policía Nacional Bolivariana, y tras las averiguaciones practicadas quedó evidenciado algo dantesco; y es que al menos otros tres niños y adolescentes también fueron víctimas del mismo pederasta, identificado como Luis Alfredo Ascanio Ramos (32).
Según fuentes policiales, en todos los casos el modus operandi fue el mismo. Siempre iniciaba con una solicitud de amistad en Facebook. Ascanio utilizaba un perfil falso con fotos y nombre de mujer para atraer a sus víctimas.
Ignorando los riesgos que representa aceptar a desconocidos en las redes sociales, el niño aprobó la solicitud de amistad y desde ese momento el delincuente puso en pie su plan.
Detrás del perfil falso el pederasta sedujo al pequeño y le pidió fotografías y videos donde mostrara sus partes íntimas. Le pedía todo ese material a cambio de supuestos encuentros sexuales.
El trabajo psicológico fue tan fuerte que el menor terminó accediendo y envió lo que le solicitaba, hasta ese momento para el niño nada parecía estar mal. Sin embargo, apenas era el inicio de la estrategia criminal.
La extorsión
Al tener los videos y las fotos en su poder, Ascanio acudía a una segunda cuenta de Facebook, donde se identiFicaba como Luis Mendoza y desde allí comenzaba con las amenazas y la extorsión.
Al menor le dijo que tenía los videos y que si no hacía lo que le pidieran los iban a publicar en las redes sociales. además le aseguró que era amigo de la «mujer» a la que le envió el material y que ella le diría todo lo que debía hacer.
Desde el perfil falso de mujer le pedía que se encontrara con su amigo y tuvieran un encuentro, donde se tenían que grabar mientras se tocaban y se besaban.
Lo presionó tanto hasta que no le quedó más que aceptar. Le dijo que si lo hacía borraba todo.
Sin embargo todo no quedó ahí. Las amenazas siguieron y tras el juego de los dos perfiles logró obligar al niño a que tuviera relaciones sexuales con él. Finalmente, consumó su vil objetivo.
Luego de abusar sexualmente del menor durante dos meses le pedía comida, dinero en efectivo y cigarrillos, todo a cambio de no subir el material a las redes.
El niño no aguantó los abusos de Ascanio y denunció la situación a la policía, y en medio del pago de una de las extorsiones la policía lo capturó.
El Hallazgo
En un principio la policía pensó que se trataba de un caso aislado, pero cuando investigaron las redes sociales y entrevistaron a Ascanio se dieron cuenta de su accionar delictivo.
Incluso se descubrió que hay una mujer implicada en los hechos, pero hasta el momento no ha podido ser capturada.
Ascanio fue imputado por el juzgado octavo de Control de Primera Instancia del Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas.
Actualmente se encuentra detenido en la comisaría policial de Boleíta y se designó como su centro de reclusión el Centro Penitenciario Rodeo II.
Falta de supervisión
Los padres de la víctima viven fuera del país y al momento del hecho estaba bajo el cuidado de sus abuelos, quienes ya no estaban en capacidad de supervisar lo que hacía.
El comisario general jubilado del Cicpc y experto en delitos informáticos, Luis Bustillo Tábata, explicó que una de las maneras de evitar este tipo de situaciones es que los padres sean contralores de todo lo que hagan sus hijos en las redes sociales.
Aseguró que es muy común que a través de estas plataformas las organizaciones delictivas busquen obtener información para captar víctimas exponenciales, en su mayoría niños y adolescentes.
El especialista indicó que en Venezuela los delitos informáticos aumentan constantemente porque cada vez son más las personas que utilizan las redes. Además, los delincuentes pueden utilizar identidades falsas y operar a distancia para cometer sus delitos.
Según Cecodap, actualmente hay al menos 850.000 niños viviendo con sus abuelos porque sus padres tuvieron que irse del país en busca de mejores oportunidades.