Los perturbadores detalles sobre el asesinato de un bebé de tres meses en Guarenas

Belexis Morales Alcalá y Cherry Ríos Pérez discutieron. Él amenazó con hacerles daño a los niños y cumplió su palabra: tomó al bebé de tres meses de nacido y lo lanzó al piso, lo que le causó la muerte al instante. Lo metieron en la nevera y simularon un rapto, pero el Cicpc detectó contradicciones y no encontró testigos de que al niño se lo hubieran arrebatado a la madre. Una semana después confesaron el crimen

Por Lidk Rodelo

Una discusión marital entre Belexis del Mar Morales Alcalá (33 años) y Cherry Alberto Ríos Pérez (49 años) fue el detonante para asesinar el domingo 3 de mayo a su bebé de tres meses de nacido.

Morales Alcalá y Ríos Pérez discutieron por celos. Entre los gritos, delante de sus dos hijos, de tres meses y un año y medio, el marido amenazó a su mujer con hacerles daño a los niños. La amenaza fue cumplida en ese mismo momento. El hombre lanzó con toda su fuerza masculina al menor de sus hijos contra el piso. El golpe le causó la muerte al instante.

El fuerte sonido del impacto y el evidente deceso del lactante dieron fin a la discusión. Después de la acalorada pelea, el silencio se apoderó del humilde apartamento, ubicado en el bloque 14 de la terraza B de la urbanización Vicente Emilio Sojo, en Guarenas, estado Miranda.

En ese momento ya no había espacio para continuar agrediéndose. Había que planificar qué hacer. Llevarlo a un hospital podría indicar a los médicos que no fue una típica caída de la cama y sabían que el personal de salud daría parte a las autoridades. Y precisamente presos no querían terminar.

La pareja pactó mantener lo ocurrido en silencio y decidió salir adelante unida. En ese mismo momento los dos decidieron meter al bebé en la nevera del apartamento para que el cuerpo del pequeño Yéremi no se descompusiera.

Al día siguiente, con la cabeza un poco más fría, acordaron que debían deshacerse del cadáver. Al menos dos vecinos declararon que el martes 5 de mayo, el hombre de casi medio siglo de edad les preguntó si tenían cal o cemento para que le regalaran un poco.

Durante la noche del día miércoles 6, otros vecinos se percataron de que la pareja estaba merodeando por la zona boscosa del barranco de la parte trasera de la zona residencial.

Esa noche envolvieron el pequeño cuerpo de la criatura en una manta; luego en un papel plástico recubierto con teipe de embalaje y lo introdujeron en una bolsa negra de basura. Así lo enterraron al final de ese barranco. Ya no había cuerpo ni evidencias. Pero algo debían hacer para explicar que ya el bebé más pequeño no estaba con ellos.

A la mañana siguiente, jueves 7 de mayo, asumieron la simulación del rapto. Ella bajó de su casa a primera hora de la mañana a comprar pañales, y al salir llevaba entre sus brazos un objeto que simulaba un bebé cubierto con una cobijita. Así fue como la vieron sus vecinos a primera hora del día en que toda Guarenas se conmocionó.

Pasadas las ocho de la mañana, después de deshacerse de ese objeto voluminoso envuelto en telas, la mujer acudió al Comando de Tránsito Terrestre de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) del sector 2 de Trapichito, a formular la denuncia del robo del niño. Lo hizo en medio de un llanto desconsolado.

Afirmaron fuentes vinculadas a la investigación que los efectivos que la atendieron, la llevaron a la Delegación Municipal Guarenas del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) en Los Naranjos. Este es el organismo encargado de este tipo de casos.

Allí dio la versión del rapto. Declaró que unos sujetos la empujaron y ella cayó al piso. Cuando levantó la mirada ya le habían quitado al niño. Dijo que eran dos hombres a bordo de una moto de color negro.

Ese mismo día, los detectives del Cicpc iniciaron las labores de búsqueda y las pesquisas. En la redoma del sector 3 de Trapichito, en las cercanías del parque, nadie había visto nada, nadie escuchó gritos, ninguna madre había pedido ayuda porque le robaron a su hijo.

El que nadie supiera o pudiera aportar algún dato encendió las alarmas entre los funcionarios, quienes visitaron el apartamento de los padres de Yéremi dos veces el viernes, tres veces el sábado y una vez más el domingo.

La primera vez fueron a hacer preguntas de rigor en el marco de las averiguaciones. Pero ellos ya sabían que estaban mintiendo. Los detectives eran cada vez más incisivos.

Cherry Ríos no aguantó la presión y durante la última visita, una semana después del terrible crimen, dijo que el pequeño Yéremi estaba muerto. Confesó el horrendo suceso y llevó a los funcionarios al lugar donde sepultaron el cadáver.