Eddy Yasmín Mejía Andrade, es una tachirense de 44 años de edad, madre soltera de una niña de 9 años y un joven de 19 años. Fue diagnosticada en agosto de 2020, con seis miomas uterinos, patología que le producía abundantes hemorragias que ella iba tratando de controlar con tratamiento médico.
Por Rosalinda Hernández C. / lanacionweb.com
Es Técnico Superior Universitario en Contaduría Pública, profesión que nunca resultó ser una limitante para ejercer otras actividades que la vida le ofreciera, así incursionó en el comercio.
“Con la llegada de la pandemia perdí mi empleo con un abogado y como mi niña hace repostería empezamos a vender ponquecitos de puerta en puerta”, recuerda con una sonrisa.
Su vida antes de enero de 2021, la describe como normal y tranquila. Era una mujer saludable, trabajadora.
Durante la madrugada del 3 de enero, otra hemorragia volvió de manera descontrolada a tocar a Eddy, esta vez la acompañaban fuertes cólicos. La situación salió de control y la tachirense fue trasladada de emergencia por familiares a la emergencia del Hospital Central de San Cristóbal, eran las 4 de la mañana, recordó la tachirense.
Una vez llega a la emergencia del centro de salud pública es trasladada al piso 7, donde funciona el área de ginecología y así lo denunció a periodistas, con abundantes detalles y material de apoyo.
Hasta allí todo parecía que transcurría de manera normal, solo se esperaba por la atención médica de urgencia que lograra detener el sangrado abundante de la paciente.
El calvario
Estando en el hospital, sobre una camilla y medio desnuda porque al ingresar solo le permitieron portar una bata quirúrgica, Eddy tuvo un aborto de mioma en proceso, relató y todo lo documentó en fotografías.
“Aborté un mioma que medía 4 centímetros”.
El personal de salud que la evaluaba decidió dejarla hospitalizada en vista que la hemorragia no cedía.
“Cuando me dejan hospitalizada a mi hermano no le piden nada, lo sacaron de la sala de parto porque no es un lugar donde los hombres deben estar”.
A la paciente la llevan a una habitación donde permanece sola y aislada. “No había medicamentos para mí, ni comida”.
Recuerda que uno de los médicos residentes (reservo el nombre) que trabaja en el área de ginecología sin exámenes previos la diagnosticó con cáncer de cuello uterino.
Durante todo el día de ingreso desfilaban los médicos residentes, le indicaban que se acostara sobre la cama ginecológica y le hacían un eco pélvico, luego ingresaba otro grupo, acción que se repitió seis veces, señaló la paciente.
“Ya mi vulva estaba inflamada de tanto que me estaban maltratando. Le dije a uno de ellos que ya no me maltrataran más, estaba cansada de que todos me hicieran lo mismo. Les dije que no era un estadio de beisbol”.
Eddy, reiteró a periodistas que no recibió ningún tipo de alimentación, ni sábanas, ni cobijas.
“Al preguntar por mi familia la respuesta era que ninguno de ellos estaba afuera. Cuando mi familia se enteró de la situación, me comentaron que estaban afuera del hospital porque no les permitían el ingreso, ellos tenían mi cobija, pijama y la comida, pero no los dejaban acercar al piso 7”.
Con impotencia recuerda los múltiples intentos (seis) para tomarle una vía para pasar el tratamiento intravenoso. Todos fueron infructuosos. El resultado: brazos agujereados, maltratados y reventados. En los dos brazos fue igual.
Conforme pasaban las horas el estado de salud de la tachirense no mostraba señales de mejoría, requirió transfusiones de 14 donantes de sangre para recuperarse de la hemorragia.
Una segunda biopsia
Nuevamente, pasado el mediodía del 3 de enero y sin recibir aún ningún tipo de alimento, con la hemoglobina en cinco, el médico tratante ingresa a la habitación de Eddy y sugiere una nueva biopsia, esta vez del endometrio porque estaba inflamado.
La sacan de la habitación en una camilla y es llevada al cuarto de ginecología, allí esperó algún apoyo para poder bajar de la camilla que era muy alta para su tamaño.
“Entró un médico y de una manera grosera pregunta qué hago allí acostada. Respondí: Doctor no me puedo bajar, esto es muy alto y no tengo cómo hacerlo. La respuesta fue: “bájese como pueda…no podemos seguir perdiendo tiempo” y se retira, me deja sola en la habitación”.
El siguiente relato de la dama tachirense da cuenta del inicio de lo que serían 11 días de infortunio.
Como pudo, Eddy fue tratando de levantarse, “me empecé a deslizar con el cuerpo hacia la parte de abajo de la camilla, en ese movimiento la camilla se levanta, me voy al suelo, pero la camilla me golpea la parte superior izquierda de la cabeza y la cabeza por la parte derecha pega el divisor de metal. Al caer completa nuevamente la camilla golpea mi cabeza, acción que me empujó de nuevo hacia el metal de división y le puse de nuevo en la frente”.
Frente a ella había un módulo divisor de pre camas, “quienes conocen el hospital saben que los divisores que cubren una cama de la otra son de metal», explicó.
Al escucharse el estruendo producido por la camilla, el divisor de metal y los demás aparatos que cayeron al suelo, apareció parte del personal de salud del ala ginecológica: médicos y enfermeras a percatarse de lo sucedido.
“El médico me agarró de un brazo y la pregunta fue: “¿qué estaba haciendo? ¿piensa dañar los aparatos que tenemos aquí? ¿tiene usted idea de cuánto cuestan?”.
Estando aún en el piso luego de la caída el médico tomó de un brazo a Eddy, haló fuerte y la hizo levantarse, le dijo que se subiera a la cama ginecológica donde le practicará el examen vaginal, pero sin ofrecerle ayuda.
“No perdí el conocimiento, como pude seguí y en el trayecto vi que el banquito que necesitaba para levantarme de la camilla estaba a unos pasos del lugar donde caí, pero nadie me lo acercó”.
Otro martirio
Una vez arriba de la cama ginecológica, el médico le indica que se deslice hasta el final para poder practicar el examen, “como no me baje rápido, él (el médico) me tomó de las piernas y con fuerza me hala hacia abajo y me quemó la espalda con el material de la camilla. Finalmente, no me hizo ninguna biopsia, terminó haciéndome un eco pélvico”.
Al concluir el examen, Eddy recuerda con tristeza que el especialista le ordena que se baje de la cama y regrese a la habitación, no le ofrece ningún tipo de colaboración para la maniobra que implicaba bajar de la cama clínica y caminar a la habitación del hospital con una hemoglobina marcando cinco y sin haber ingerido alimentos, ni hidratación alguna.
“No respondí nada, solo recuerdo que baje la mirada, como pude me baje y regrese a la habitación sosteniéndome de la pared. Mis piernas temblaban y sentía que iba a desvanecerme”.
Adolorida, recuerda que se acostó en la cama, “me puse en posición fetal, la más cómoda porque me aliviaba el dolor y yo sentía que de esa manera dejaría de botar tanta sangre, así también estaba sobre la camilla”.
Horas después de haber recibido el golpe, un fuerte dolor en la parte de atrás de la cabeza invade a Eddy, se lo comunica a una enfermera que ingresó a la habitación, la profesional de la salud le comenta que seguramente es producido por el golpe que recibió y se retira sin prestar ningún tipo de colaboración.
Un rato después una segunda enfermera ingresa a la habitación y la paciente pide clemencia: “me duele mucho la cabeza, ¡por favor, ayúdeme!” …tampoco es atendida.
Al llegar la noche, ingresó una tercera enfermera a la habitación, ella le comenta del dolor de cabeza y sin explicación alguna le inyecta un medicamento, a juicio de la paciente pudo tratarse de un somnífero pues de inmediato un sueño profundo se apoderó de su maltratado cuerpo, hasta el día siguiente.
Oscuro despertar
Una nueva historia se empieza a escribir en la vida de Eddy Mejía Andrade, el 4 de enero de 2021. Durante la visita médica matutina los galenos despiertan a la paciente que continuaba en un sueño profundo. Le preguntan cómo se siente y la sorpresa para todos es que estaba ciega, no veía nada.
Mientras los médicos conversan entre ellos el estado de pánico aumenta en Eddy. Los galenos deciden salir de la habitación sin dar una respuesta a la ceguera.
Un tiempo después los médicos ingresan de nuevo a la habitación, la paciente dormía y de nuevo la despiertan para hacer la pregunta anterior: ¿“señora cómo se siente”? la respuesta es la misma: “doctor no veo nada, ayúdeme, por favor, dígame por qué no puedo ver”, le reiteraba Eddy muy angustiada.
El problema ginecológico por el que había ingresado la paciente a la emergencia del Hospital Central de San Cristóbal y que amerita la hospitalización en el piso siete del centro de salud, dedicado a la especialidad ginecológica y ginecoobstetricia exclusivamente, pasó a un segundo plano porque ahora lo primordial era saber qué sucedió con la visión.
Más tarde ingresa a la habitación un médico residente del área de oftalmología, que de acuerdo a la paciente nunca se identificó. La revisó, pero tampoco respondió a la pregunta de la ya atribulada mujer que exigía saber por qué no podía ver. El médico se retiró como los anteriores sin mediar palabra.
El 4 de enero, a 24 horas del ingreso de Eddy al centro de salud, aseguró no haber recibido ningún alimento, tampoco le permitían a la familia ingresar con ropa y lo necesario para aminorar el calvario que vivía allí adentro.
Recordó que aproximadamente a las cuatro de la mañana o un poco más del 4 de enero, la suben sobre una silla de ruedas y la trasladaron hasta el área de oftalmología en donde le practicaron varios exámenes para verificar el estado de la vista.
“En la sala entró mi hijo mayor, estaba un médico hombre, una mujer, mi hijo y yo. Ellos le dijeron a mi hijo que yo tenía una hemorragia vítreo lateral, desprendimiento de retina bilateral y desprendimiento de córnea del ojo derecho (…) mi hijo no entendió nada y yo mucho menos”.
Eddy guarda los informes médicos de oftalmología en donde los especialistas detallan su estado visual. Ese fue el único informe que le entregaron porque en el área de ginecología del hospital central se negaron a entregarle algún informe.
Comienza el ruleteo
La familia de Eddy empieza a angustiarse ante la situación y busca ayuda de personal del hospital para tratar de entender qué está pasando. Una persona trabajadora de la salud del piso 7 del Hospital Central de San Cristóbal y allegada a los Mejía, le comenta a la familia que a Eddy “la están matando”.
El informe médico que el hospital estaba levantando a la paciente, señalaba que la paciente había sufrido un ACV y esto le produjo una hemorragia cerebral.
“Jamás en mi vida he sido una persona hipertensa, no he tenido jamás ningún problema de salud, solo sufro de gastritis, además del problema ginecológico”, destacó Eddy Mejías con marcada impotencia.
“En el área de ginecología del hospital, no quisieron entregarme copia de mi informe ginecológico”, dijo Eddy Mejía.
A partir del quinto día de hospitalización se inicia una especie de ruleteo a la paciente por diversas áreas. Del piso 7 (ginecología) fue llevada al piso 6, área de neurología, “allá no me quisieron recibir porque no llevaba un informe de ginecología explicando los motivos por qué era remitida a neurología”.
Regresan Eddy al piso 7, de nuevo la trasladan a neurología y es recibida por una médico que de inmediato le manda a hacer una tomografía. El tomógrafo del hospital está dañado por lo que tuvo que ser trasladada en la ambulancia del cuerpo de bomberos, a un centro de salud privado de San Cristóbal para practicarse el examen.
Al regresar con la tomografía la médico residente de neurocirugía le informó a la familia de Eddy, que “presenta un edema, coágulo de sangre que puede irse disipando al año, pero que durante ese año no estaba garantizada mi salud mental. En ese tiempo yo retrocedía hasta quedar sin memoria, la perdería totalmente gracias a ellos porque no querían tomar el caso y hacerse responsable de lo que yo estaba viviendo”.
Hasta entonces nadie se responsabilizaba de lo sucedido con Eddy Mejía en el Hospital Central de San Cristóbal. Una médico neurocirujana de apellido Jiménez, revisa la tomografía y deduce que no existe allí ningún daño de tipo cerebral producido por una ACV y que “claramente en la tomografía se ve que lo mío fue por un golpe con algo contundente”.
Un traumatismo craneoencefálico
Conociendo lo sucedido, la especialista en neurología le indica a la familia Mejía que nada se puede hacer sin antes tener la evaluación de un médico retinólogo.
“Desde el día cinco hasta el nueve de enero estuve esperando que tomaran una decisión conmigo. Ya se había fijado la operación mía, pero hasta que no me viera el retinólogo no operan porque la prioridad eran los ojos”.
El nueve de enero acude a la consulta con el especialista en retinas, Pedro Pablo Morales y el médico luego de una exhaustiva revisión, señaló que no existe desprendimiento de córnea, la retina no se puede asegurar si está o no desprendida porque hay demasiada sangre en los ojos.El diagnóstico del médico: los ojos no se pueden operar hasta tanto no se haga la operación cráneo encefálica porque seguramente vendrá una segunda hemorragia al momento de sacar el hematoma y volvería a bajar sangre a los ojos y así sucedió.
Nuevamente, empieza la lucha, comentó Eddy, “una médico neurólogo del hospital central aplazó mi operación porque se podía esperar. La doctora Jiménez tenía al equipo médico listo y había hablado con la familia Mejía, “ya todo estaba comprado porque mi familia (mamá y hermanos), tuvo que comprar hasta el jabón para limpiar el quirófano. El hospital no asume los gastos de nada”.
“Ante la negativa de la otra neurocirujana de operarme, la médico que me atendía pasó por encima de esa decisión. Le dijo a mi familia que me subieran a la camilla, luego me llevaron al quirófano y así fue que ella me operó por encima de todos los que no querían”.
La operación duró un tiempo estimado entre dos a dos horas y media y así la explicó Eddy: “cuando partieron el hueso de mi cabeza para iniciar la operación salió un chorro de sangre. El hematoma estaba presionando el cerebro, tenía un tamaño de cuatro de profundidad por tres de espesor, era muy grande”.
Una vez concluida la intervención la especialista se acercó a los Mejía para indicarles que todo salió bien.
“Me aferré tanto a la vida, a la oportunidad que Dios me regaló que lo único que pedía era salir del hospital. La especialista se impresionó que desde el 11 de enero que fue la operación al 14 yo estuviera tan bien que me dio de alta. Solo Dios y yo sabemos lo que he sufrido. Esta es la peor experiencia que he tenido en mi vida; la ida al hospital central”.
Vulnerada al extremo
La pesadilla de Eddy Mejía, no terminó con la operación cráneo encefálica, del 11 al 14 tuvo que soportar a un maníaco con carnet y bata de funcionario de salud (médico) que se escapaba cada madrugada de la Unidad de Pacientes Agudos (UPA) del hospital para llegar hasta la habitación, despojarla de sus ropas y observar sus partes íntimas.
“Un médico loco de UPA, con uniforme y carnet duró tres días entrando a la habitación, me levantaba la bata, me subía las piernas, me quitaba la cobija y empezaba a mirarme mis partes íntimas. No solo lo hacía conmigo, era con todas las mujeres, les miraba las partes íntimas”.
La paciente preguntaba a las enfermeras quién era ese médico que llegaba cada día a las 5 de la mañana a revisar y no obtuvo respuesta del personal hospitalario.
El hombre fue detenido en el piso nueve del centro de salud por funcionarios de seguridad del hospital, “lo agarraron cuando estaba haciendo lo mismo a otra muchacha, pero a ella si la estaba tocando”.
El relato anterior, no se trata de una película de terror, es el testimonio de Eddy Mejía, una tachirense que acudió al primer centro de asistencia pública de la región para solventar una hemorragia vaginal y salió ciega, además con una cirugía cráneo encefálica para extraer un hematoma de su cerebro.
“En tres oportunidades mi cuñada solicitó hablar con el director del hospital y la secretaria le decía que no estaba o no podía atenderla, ante la situación ella optó por pararse frente a la puerta de la dirección del hospital, con una pancarta, exigió ser atendida…la protesta fue en vano porque el doctor no la recibió”.
Hoy agradece a Dios, al amor y el gran esfuerzo económico hecho por su familia para costear todos los gastos durante su permanencia desde el 3 al 14 de enero en el Hospital Central de San Cristóbal. Desde una simple inyectadora y el bisturí para operar hasta todos los medicamentos y demás fueron comprados por sus parientes.
A la fecha, Eddy permanece ciega, debe someterse a una intervención quirúrgica de ambos ojos que aunque no devolverá la visión completa, si le garantiza al menos poder ver y continuar una vida normal como la traía.
¿Y qué pasó con los miomas?
Mientras tanto la hemorragia producida por los miomas fue desapareciendo con la aplicación de algunos medicamentos (vitamina K y Ciclokapron) que la familia de la paciente llevó al hospital. No fue sino hasta marzo de este año que Eddy fue recluida en una clínica privada donde se le practicó una histerectomía parcial, le extrajeron cinco miomas.
Con tristeza, impotencia, pero con la fe puesta en Dios, la paciente recuerda el estado en que la dejaron en el hospital, “las trompas las desfiguraron, me las destruyeron. Mi cuello uterino salió completamente desfigurado y lo más terrible de esto es que el día que iba a salir de alta, llegó el jefe de ginecología del Hospital Central de San Cristóbal, me da un golpe en el brazo derecho y dice: “tranquila señora Eddy, pase todo esto, cúrese de sus ojos y cuando esté bien venga que yo la meto en la lista y le consigo la operación de la histerectomía”, le contesté: ¿Doctor usted cree que después de todo lo que viví en su área yo vuelvo para operarme aquí?”.
Con tristeza la paciente recuerda que tuvo que clamar por comida o un vaso de agua. Dice que fue tratada como no se debe tratar ni siquiera a un animal. La lanzaron en una cama desnuda, sin cobija y solo “con un trapo inmundo” para no manchar el lugar donde dormía, el mismo trapo lo usó para cubrirse.
Ahora espera reunir 4800 dólares para que se le practique una intervención oftalmológica, deben extraer la gelatina de los ojos porque allí reposan las conchas de sangre que no permiten ver. Si encuentran desprendimiento de retina se debe poner un silicón en los ojos y esperar ocho meses a que selle y luego abrir de nuevo para extraerlo. También van a colocar lentes intraoculares y el médico tratante no garantiza que vuelva a ver al 100%.
Eddy ante el trauma causado por la situación que vivió ha recibido tratamiento psiquiátrico.
“Por mi propia vivencia me di cuenta que en este país no hay calidad humana en la parte hospitalaria. Hay que tener dinero en los bolsillos para ser importante. Me di cuenta de una manera muy dura que pueden acabar con una vida por no ser los médicos como deben ser. A estos médicos algún día los voy a ver, les daré gracias porque no les guardó ningún rencor”.
La tachirense se mantiene firme ante la denuncia, considera que el tiempo de hacerlo lo decidió Dios y está dispuesta a seguir levantando su voz, denunciando porque considera que lo vivido dentro del centro de salud es una realidad. “Aquí vamos para adelante”.
Por Rosalinda Hernández C. / lanacionweb.com