El asesinato que destruyó a la familia del niño Brayhan Navarro

Brayhan Navarro no era un niño de jugar con un carrito o una moto de juguete, la bicicleta por un ratito, luego se fastidiaba. Lo que sí le gustaba era un balón de fútbol. Jugaba en la casa, en el garaje, al frente de su casa con sus amiguitos. Unas gaveras de cerveza simulaban la portería. Fue él quien le dijo a su papá, Richard, que fuera a una licorería y se las consiguiera.

En entrevista exclusiva para Caraota Digital, Richard Navarro permitió conocer la historia de Brayhan y cómo sobrellevan su pérdida a manos de la delincuencia.

Todos esos juegos y prácticas con la pelota se acabaron la tarde del 12 de agosto, cuando el niño de tan solo nueve años fue asesinado por piratas de carretera cuando volvía con su padre de un torneo vacacional de fútbol, el cual se realizó en Puerto La Cruz, estado Anzoátegui.

“Él se ponía a jugar en el play station juegos de fútbol. Me decía ‘papi, vamos a jugar’, y yo me ponía a jugar con él en la sala, allí pasaba la mayoría de la tarde hasta que le tocaba practicar”, recordó con nostalgia su padre.

En el colegio se destacó por ser un niño carismático y amoroso. Se destacaba en las exposiciones, pues también era dado a hablar. En el equipo de fútbol era el del carácter. Cuando sus amiguitos no le pasaban el balón o no hacían las prácticas que les daba el profesor, les llamaba la atención, pero también los animaba, tenía una disciplina fuerte en el fútbol.

Esa tarde del lunes, cuando iban en la carretera El Tigre-Puerto Ordaz y fueron atacados por delincuentes que dispararon contra el vehículo para asaltarlos, Brayhan fue trasladado a una clínica en El Tigre, estado Anzoátegui.

En ese trayecto, herido, su padre aguardó las esperanzas de que su hijo estaría bien, pero al llegar, la noticia fue otra.

“Se nos vino todo el mundo abajo, fue un derrumbe completamente porque mi campeón ya había fallecido”, manifestó Richard Navarro con el dolor de haber perdido a su hijo un día después de que celebrara su cumpleaños número nueve junto con sus compañeros del equipo de fútbol de Mineros de Guayana.

Una promesa en el fútbol

Jugaba para la delegación 2010, y por su disciplina y pasión por este deporte, todo indicaba que sería una futura promesa guayanesa en el fútbol.

“La primera vez que lo llevé a un estadio de fútbol, era en aquel tiempo el terreno de lo que hoy es Ciudad Mineros.  Traté de inculcarle el beisbol porque era el deporte que yo jugaba, pero estuvo solo un año, luego empezó a ver los partidos de fútbol en la televisión y le fue agarrando el cariño. Cuando me pidió que le comprara la pelota fue que me dijo que eso era lo que le gustaba”, recordó.

Entonces lo inscribió en la escuela Aifi (Academia Internacional de Fútbol Infantil), luego en un plan vacacional de Ciudad Mineros, y después le pidió el apoyo al futbolista Edgar Jiménez que jugaba para Mineros de Guayana. Este le dio el apoyo y fue un impulso para que Brayhan entrara al equipo.

“Ahora el día a día de nosotros es como algo frío. Antes me paraba para mi rutina diaria, al mediodía lo llamaba para que estuviese pendiente de que lo iba a buscar para ir a la práctica, le gustaba estar 10 minutos antes y era el último en salir. Es algo que voy a extrañar el resto de mis días, cada mañana pienso la falta que me hace mi hijo”, expresó.

“Brayan, deja la pelota, los vecinos están descansando. Brayhan, vas a romper algo”, son pequeños regaños que ahora extraña.

De sus travesuras, lo describió como un niño que le gustaba payasear, bailar, cualquier cosa la hacía bailando y causaba gracia. En el baño cantaba o sino jugaba a que estaba en un partido con Lionel Messi y este le pasaba el balón. Su papá se reía y le decía: “Imagínate cuando te toque jugar con Messi”.

En la familia hay sentimientos encontrados. Por un lado tienen la reciente pérdida de su hijo de nueve años; por otro, una nueva vida está pronto a nacer. El hermanito que Brayhan esperaba ilusionado. Él tiene una hermana mayor que él por unos meses, con quien se crió y compartieron. Pero en su casa, la emoción era porque sería el hermano mayor.

“Estaba muy emocionado con la barriga de su hermanito, siempre muy pendiente, quería verlo cuando naciera, estaba muy contento, le acariciaba la barriga a la mamá, le hablaba y hasta le colocó el nombre, me dijo: ‘papi, ponle el nombre de este futbolista’, y ese el nombre que llevará mi hijo”, es parte del legado que Brayhan ha dejado en la familia. “Él decía que iba a ser un futuro futbolista profesional”.

Un último día en la playa

Antes del suceso, Brayhan fue a la playa. Fue el día que llegaron a Lecherías, Anzoátegui.

“Después que jugó en la mañana nos fuimos a almorzar, se estaba quedando dormido en la mesa y le digo que se recueste en mis piernas y descanse un poquito porque en la tarde tenía que jugar. Como estaba incómodo le digo para irnos a otro lugar para que descanse mejor, y cuando íbamos camino al estadio pasamos cerca de la playa, y me dice: ‘¡Ay papi, la playa!’. Le dije que lo llevaría después, pero él quería de una vez”.

Y su papá lo complació. aunque le había dicho que no se bañara si no había ducha, las ganas de un baño de playa fueron más fuerte, y su papá accedió.

“Gracias papi, tú siempre haces lo que te pido”, fueron las palabras de Brayhan después de esa pequeña escapada en la playa.

Desde la tragedia, la familia intenta, con mucha dificultad, sobrellevar este mal momento. “Nos llenamos de dolor, rabia, impotencia, queremos llorar, gritar, salir corriendo”, dijo su padre.

Hoy, si tuviera la oportunidad de volver a verlo: “le daría un abrazo y le diría tanto que lo amo y lo he extrañado en estos días, que lo amo con toda mi alma”, su voz se quiebra.

con información de Caraota Digital