Conoce a “Las Machitos”, la versión femenina de los pranes en Venezuela

Las-Machitos

Cuando creías que solo existían «Los Pranes», aparecen «Las Machitos», la versión femenina del pranato en Venezuela.

En el ámbito de los centros de reclusión judicial, mejor conocidos como retenes, internados y cárceles de todo tipo, conforman entre sí un olvidado confín donde el ser humano pierde su condición, cuando por una u otra causa llega a esos lugares a cancelar la deuda con la sociedad, tras las rejas.

Al oír los relatos de quienes han sufrido esa experiencia, nos hace volar la imaginación y confirmar que en predios de prisiones y prisioneros todo es posible en drama aciago que unos conocen y otros no; pero que existe en el misterio de la amenaza que lleva a cuestas la población penal, estimada en cientos de miles.

Es sin duda una masa poblacional que para mitigar necesidades y sobrevivir tras las sórdidas rejas, ha creado códigos y procedimientos para burlar o sobrellevar el régimen al que están sometidos y sometidas para incursionar en lo que podría llamarse el delito más allá del delito.

En el ejercicio de esa ley del más fuerte, reclusos y reclusas desde un principio conocen, acatan y callan estas vicisitudes: no hay elección. El débil bajo el dominio del fuerte y la “protección” del hábil.

En los anexos femeninos los problemas a veces son mayores

En las prisiones para hombres existen los “Pranes” y una especie de caciques que controlan las raterías en los penales y los delitos que ocurren en los mundillos del hampa, tanto dentro como fuera; someten y esclavizan a sus compañeros y controlan todo aquello que llega como ayuda social, de salud, cultural o simplemente como actividad deportiva o cesta de alimentación.

En varias cárceles del país existen los anexos femeninos. En estos la población es menor y los problemas a veces mayores. A las presas no las quieren sus familiares. Se avergüenzan de ellas. Los maridos no van a visitarlas y por lo tanto no reciben visitas conyugales.

La vida en el penal, para ellas, está llena de consecuencias. Así que ellas también emulando al hombre, han tratado de organizarse siguiendo los esquemas del delito y los códigos que se implementan cada día bajo la égida que todos conocen. En este caso ellas ejercen los roles de hombre y forman su propia organización.

“Las Machitos” también aman

Pudimos conocer a través de una reclusa del anexo femenino del Internado Judicial de Carabobo, o penal de Tocuyito, quien prefirió el anonimato, que allí también son sometidas. Ellas se rigen bajo las órdenes y códigos de “Las Machitos”, líderes que emulan actividades masculinas tales como competencias deportivas, juegan dominó, le cocinan a su pareja, las mandan, las regañan, les gritan y las esclavizan, pero también las aman.

Y es que “Las Machitos” se las traen, Sus habilidades son como las de los “pranes”. Estas mujeres hasta han organizado fugas, como la ocurrida en mayo de 2016, cuando cuatro internas burlaron la custodia y escaparon. También han orquestado protestas y huelgas con las que han logrado ser atendidas por las autoridades penitenciarias y resueltas sus peticiones.

Refirió que “Las Machitos” son las mejores organizadoras de rumbas y también las mejores a la hora de hacer pública una nueva relación amorosa. Son las responsables de las llamadas fiestas “rosadas”, eventos donde exhiben a sus parejas, a quienes en su mayoría captan en los nuevos ingresos al recinto carcelario. Según la informante esa es una forma de decir “no te comas la luz” que ésta es la mía.

En el anexo femenino de Tocuyito también hay códigos que la población debe respetar y cumplir. Allí se pueden escuchar expresiones como “causa”, “comerse la luz”, “luceros”,  “carro”, “rutina”, “la mía”, “mancharla” y “Beta”, entre otros. De que se cumplan o no las normas impuestas por las líderes, va a depender que los años tras las rejas sean buenos o malos, refirió nuestra interna anónima.

Para la informante “saberse conducir” en el penal vale la vida. Así se evita que le den “chuleta” o lo que es lo mismo, la manden a otro lugar.

Sin embargo, hay muchas reclusas en Tocuyito y otras cárceles, que se apartan de estos vicios, quieren llevar su prisión con dignidad y siempre andan buscando caminos para apartarse de los malos pasos. Reciben atención y acercamiento con sus familiares, asumiendo los programas, asesoramientos y enseñanzas que emanan del Ministerio del Poder Popular para el Servicio Penitenciario, para reinsertarse en la sociedad como mujeres nuevas y prósperas.

Nuestra informante terminó su relato diciendo que su meta es salir como nueva a reencontrase con su familia y con la sociedad, dejando atrás como una lección de vida, la intolerancia y los errores que la enviaron a pagar una condena de 8 años y varios meses en el penal de Tocuyito. “Dios siempre nos da otra oportunidad para que cambiemos nuestro mal proceder, va a depender de nosotras si la aceptamos o no”, reseñó Notitarde