Expertos de la OMS, el CDC estadounidense o la Casa Blanca han recomendado no tocarse la cara en comparecencias en las que no han parado de hacerlo.
Una de las recomendaciones para evitar el contagio por coronavirus más importantes y a la vez más difíciles de seguir es la de no tocarse la cara. Lavarse las manos es crucial, pero lo es porque esas manos acaban con frecuencia varias veces al día en nuestro rostro, nuestra boca, nuestros ojos, nuestra nariz. Ahí está la puerta de entrada del COVID-19.
No es la mascarilla: es la cara, han venido a decir expertos de todo el mundo, para justo después tocarse la cara. Sin darse cuenta. Parece inevitable. Le ha pasado a Debbie Brix, asesora de la Casa Blanca: recordó que es importante evitar el contacto con el rostro y segundos después se frotó la nariz. También le ha pasado a Robert Redfield, director de la máxima autoridad científica de salud pública en EEUU, el CDC. también a Michael Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS. En lo que se refiere al consejo de no tocarse el rostro, en sus ruedas de prensa les hemos visto decir una cosa y hacer la contraria. No han podido evitarlo ¿Cómo podríamos hacerlo los demas?
«Llevo semanas sin tocarme la cara. Semanas. Lo echo de menos», comentó Donald Trump esta semana. Pero el presidente de Estados Unidos no es una excepción y no han dejado de difundirse vídeos recientes en los que no para de llevarse las manos al rostro.
Los consejos parecen todos falibles y algunos incluso son aparatosos para incluirlos en nuestras rutinas. Por eso la insistencia prioritaria de las autoridades es el lavado de manos. Porque no es sencillo controlar lo que uno hace con ellas.