A medida que el cuerpo va perdiendo agua, la capacidad intelectual disminuye y algunas funciones orgánicas se ven mermadas.
El cerebro de un adulto está compuesto, aproximadamente, por un 85% de agua y esto hace que sea uno de los órganos más sensibles ante cualquier desequilibrio hídrico. A medida que el cuerpo va perdiendo agua, la capacidad intelectual disminuye de forma progresiva, y son muchas las funciones orgánicas que se ven afectadas. Estos son los tres tipos de deshidratación que existen, según los expertos del Instituto de Investigación Agua y Salud (IIAS):
Deshidratación leve (entre el 1 y el 5% de pérdida del agua corporal). La sensación de sed es ya un síntoma de alerta que activa el organismo para indicarnos que el cuerpo está deshidratado.
Este síntoma puede ir acompañado de malestar, fatiga, debilidad y dolor de cabeza y es una clara señal de que se debe aumentar la ingesta de agua.
Deshidratación moderada (entre el 6 y el 8% de pérdida del agua corporal). Tener la piel seca o con pérdida de elasticidad, escasa producción de sudor o sudor frío, insuficiente producción de orina o que sea de un color oscuro, dificultad para hablar y coordinar movimientos son algunos de los síntomas que podrían indican este grado de deshidratación.
Ante estos síntomas es aconsejable descansar o detener la actividad durante 15 o 20 minutos y rehidratarse.
Deshidratación severa (entre el 9 y el 11% de pérdida del agua corporal). Sentir espasmos musculares, problemas de equilibrio y confusión mental, así como un aumento significativo y rápido de la frecuencia cardíaca y de la temperatura podrían indicar que se ha perdido una cantidad importante de agua y que se requiere asistencia médica inmediata.
¿Con qué actividades nos deshidratamos más?
Aquellas actividades que impliquen trabajo corporal intenso o que se desarrollen en condiciones ambientales adversas (temperatura superior a 38 ºC o humedad relativa de más del 50%) provocan un mayor riesgo de deshidratación, especialmente en verano.
Si se practica ejercicio físico, aumenta la sudoración y, por tanto, se incrementa la necesidad de agua del organismo. Así, es importante beber antes, durante y después de la práctica deportiva.
Aquellas personas que trabajen en ambientes cálidos o desempeñen una actividad intensa (construcción, siderurgia, agricultura, pesca, minería, bomberos…) deben hidratarse a menudo pues un olvido puede afectar a la seguridad del trabajador, además de a su rendimiento y productividad.
Aunque el trabajo no sea de gran intensidad física, si se desarrolla en lugares con aire acondicionado o calefacción, ese ambiente seco que se genera da lugar a mayores pérdidas de agua a través de los pulmones y la piel, según precisan en el IIAS.
Por último, los niños que están en fase de crecimiento, a partir de los tres años realizan un mayor gasto físico al jugar y al practicar deporte, por lo que gastan una cantidad de agua corporal que necesitan reponer. reseña abc