Un grupo de investigadores australianos liderados por el profesor Glenn King descubrió una proteína que podría reducir significativamente el daño ocasionado por un accidente cerebrovascular. La sustancia se halló en una araña altamente venenosa.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Queensland y la Universidad de Monash se topó casualmente con una proteína que podría reducir el daño cerebral en los casos de accidente cerebrovascular. La fuente de dicha sustancia resultó ser la araña de tela de embudo.
El grupo, liderado por el profesor Glenn King del Instituto de Biociencia Molecular de la Universidad de Queensland, publicó los resultados de sus pruebas en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Según lo que señalaron, una sola dosis de la proteína hallada sería suficiente para reducir significativamente el daño ocasionado por un accidente cerebrovascular. La sustancia opera incluso hasta 8 horas después de que se produzca el evento.
El descubrimiento
Este interesante descubrimiento se produjo de manera casual. Los científicos estaban haciendo una secuencia del ADN que se encuentra en el veneno de las arañas. De pronto detectaron la molécula Hi1a y vieron que tenía un extraordinario parecido con un compuesto químico que se emplea para proteger las células cerebrales.
Esto les causó tanta intriga que decidieron sintetizar el compuesto y ponerlo a prueba. Así, los investigadores hicieron una recolección de arañas en la isla de Fraser, costa sur de Queensland (Australia), y las llevaron al laboratorio. Allí adelantaron los procedimientos para “ordeñarlas”, es decir, para que liberaran su veneno.
Luego, filtraron la proteína que habían hallado previamente para crear una versión de la misma en el laboratorio. Después, inyectaron con ella a un grupo de ratones con accidente cerebrovascular de dos horas de avance. El compuesto redujo el daño cerebral en un 80 %.
Repitieron el mismo procedimiento con otro grupo de ratones que habían tenido un accidente cerebrovascular de ocho horas de curso. El daño cerebral se redujo en un 65 % con respecto a otro grupo de ratones que no recibieron la sustancia.
La araña que reduce el daño cerebral
El nombre técnico de la araña de tela de embudo es Atrax robustus pero también se le conoce como la araña de Sidney o la tarántula de Sidney. Se considera una de las tres más letales de todo el planeta. Los machos miden entre 4,8 y 7 cm, mientras que las hembras entre 6 y 7 cm.
Habitan en la costa este de Australia y portan unos grandes sacos de veneno en su cuerpo. Son de color negro azuloso o marrón brillante y tienen unos pelos sedosos en el vientre. Las patas son brillantes y presentan filas de dientes en el surco del colmillo y en las garras.
Este tipo de arañas tejen largas telas de entre 20 y 60 cm. La entrada de las mismas tiene una forma de “Y” o “T”. Por eso se les llama araña de tela de embudo. Fueron responsables de 13 muertes en Australia documentadas en el siglo XX.
La proteína
La proteína que encontraron los científicos lleva el nombre de Hi1A. Frente al accidente cerebrovascular tiene una propiedad única: bloquea los canales iónicos que son sensibles al ácido en el cerebro. Esas estructuras son determinantes en esos casos.
Hay que anotar que cuando se presenta un accidente cerebrovascular, el afectado sufre una falta de oxigenación hacia el cerebro. Esto hace que su cuerpo comience a consumir glucosa de una forma muy diferente a como lo haría habitualmente. Esto le ayuda a conseguir el combustible necesario para que el cerebro siga funcionando.
Sin embargo, dicho proceso también tiene otros efectos. El principal de ellos es la producción de ácido, el cual podría causar la muerte de las células cerebrales. La proteína Hi1A actúa como una especie de escudo que impide que tal daño se produzca.
Perspectivas para reducir el daño cerebral
Se estima que alrededor de 6 millones de personas mueren anualmente a causa de un accidente cerebrovascular. Otros cinco millones de afectados quedan con secuelas permanentes por la misma razón. Como se ve, el potencial de este nuevo tratamiento es enorme.
De momento, se están haciendo las pruebas para establecer si la sustancia es segura en los humanos. De ser así, se convertiría en el primer tratamiento a aplicar tras un accidente cerebrovascular. Se podría administrar en la ambulancia o en cuanto el paciente llegue al hospital.
Se espera que las primeras pruebas en humanos se lleven a cabo en 2019. Por el momento, los investigadores siguen reuniendo los fondos necesarios para concluir el proceso. Si todo sale bien, es probable que el producto comience a comercializarse masivamente en los próximos años. reseña mejorconsalud