La oposición decidió encerrarse en su burbuja, continuar la riña por una botella inexistente y mantener como objetivo de cada parte debilitar el todo. Se observa que los cuatro bloques opositores, siguen su camino de pólvora hacia un estallido centrípeto.
Allí no se percibe un centro de gravedad ni un debate que proporcione cohesión a la oposición e integración al país.
Nuestra política requiere calidad y la oposición pretende darle cantidades. Números para establecer el orden de llegada de los perdedores.
Es lo que se repetirá si el método de selección excluye candidatos y votos, en vez de cumplir con el principio lógico de sumarlos.
No se puede negar que la designación de Omar Barboza en la Plataforma Unitaria refrescó el viciado clima partidista. Sus decisiones, acertadas o erróneas, son las de un político de convicciones, inclinado al equilibrio y con cartas moderadas bajo la manga. Es un negociado eficaz. Pero, ¿qué puede lograr con la madera torcida que le entregan?
Es difícil que primarias concebidas dentro de un cuadro de división sean un estimulo para unir a la sociedad que cotidianamente se rebela y protesta cívicamente contra políticas destructivas del gobierno. En la visión parcial que guía a las primarias falta un mensaje, un propósito claro y *nombres para representar la indignación con el régimen y el cansancio con las élites partidistas.
La apuesta no puede ser que los partidos pierdan una oportunidad estelar para ser útiles. Aún hay chance para que pongan su estrategia a tono con el país, vinculen sus acciones a los problemas reales de la gente y muestren sentido de nobleza. En esa élite hay dirigentes con experiencia, formación y vocación por el bien público pero resistentes a un acuerdo inicial que abra un verdadero camino hacia la transición de la autocracia a la democracia por vía del voto y del entendimiento entre fuerzas con proyectos opuestos.
Si los partidos vuelven a fallar hay que buscar otros modos, otros motores y otros actores para descontar la ventaja que acumula Maduro para lograr su reelección. Tal vez sea el momento de pensar como Mariano Picón Salas en una desintoxicación de la política tradicional “al menos a la manera trágica como ella se siente…” Es la adaptación a la que acuden muchos venezolanos esquilmados por las fantasías y las frustraciones.
Los independientes, los mejores profesionales, empresarios, dirigentes sociales y políticos que ya no están en los partidos deben romper con la apatía y activarse pensando en mejorar la vida de la gente y la situación del país. Su participación puede proporcionar un impulso hacia lo que hay que hacer para recuperar las instituciones democráticas y la economía sin convulsiones.
El capital humano que está fuera de los partidos será decisivo para recobrar el país que no tenemos, razón para abrirles espacio en los centros de decisión y ampliar significativamente su presencia en cargos de elección desde el presidente de la República a los concejales
Los partidos pueden movilizar el voto duro de la oposición, pero hoy carecen de las capacidades para atraer el decisivo voto de los descontentos que no se identifican con los partidos. Si los independientes asumen una función política con autonomía, nuevo lenguaje y propuestas pueden sacar de sus casas al votante que quiere creer en un cambio.