El 19 de enero, el presidente español Sánchez ha convocado una cumbre con el presidente francés Macron en Barcelona. Sánchez ha afirmado que la cumbre se puede celebrar tranquilamente en Barcelona «porque él ha conseguido que el proceso independentista catalán se haya terminado». El movimiento independentista le demostrará que está equivocado.
Cuando en el siglo XVIII se conformaron los Estados-nación europeos, Cataluña tenía todo lo que constituía una nación (lengua propia, cultura propia, cosmovisión diferenciada…), al mismo nivel que naciones como Alemania, Italia o Inglaterra. Pero fuimos derrotados en guerras y el estado catalán no nació. Quedamos divididos entre España (la parte grande) y Francia (una parte pequeña).
Gracias a una gran voluntad de ser, hemos mantenido nuestra identidad nacional a pesar de la voluntad de aniquilamiento por parte de España (y también de Francia). España se ha concebido con matriz castellana y ha intentado eliminar la identidad y la lengua catalana, por eso, durante cuatro siglos, el encaje no ha funcionado y ha ido provocando revueltas y revoluciones catalanas contra Madrid.
Desde 2010, la sociedad catalana se convenció mayoritariamente de que no había solución posible dentro de España y decidió emprender un proceso de independencia que todavía dura (el 52% del parlamento catalán es independentista), con un punto álgido 2017 con un referéndum de autodeterminación organizado por el gobierno catalán que se ganó por 90%.
Catalunya presuponía que España reaccionaría democráticamente al ver que la mayoría de la sociedad catalana quería un proceso pacífico de separación. También confiaba en que la UE impediría una reacción violenta. Pero España envió a 10.000 policías a pegar a los votantes que resistieron de forma no violenta y la UE no dijo nada.
Ahora, el presidente Sánchez, se jacta de haber pacificado Catalunya (como si fuéramos una colonia pacificada) porque hay menos actividad pro-independencia que en 2017. Él ha sacado a los 9 presos políticos de la cárcel (aunque ha seguido persiguiendo y 400 catalanes esperan juicio) y ha convocado una mesa de negociación con el independentismo, dos veces en cuatro años, lo que parece una burla.
Si hay menos movilización es porque el movimiento llevaba 12 años de movilización, la pandemia forzó un paro y la represión judicial durísima ha hecho que una parte del independentismo frenara por miedo ante un Estado antidemocrático y despiadado. Pero como Sánchez ha seguido ignorando el deseo mayoritario (80%) de los catalanes de solucionar el conflicto con un referéndum y no con imposiciones, el deseo de independencia sigue intacto y el independentismo permanece decidido a empujar hacia un estado catalán independiente que pueda proteger a la minoría nacional catalana.
Por Jordi Oriola Folch