Mibelis Acevedo Donís: Guillotina

Mibelis Acevedo Donis

Según se esperaba, el tiempo político en Venezuela opera hoy como una guillotina. Los lapsos del cronograma electoral de cara al 28J se consumen de manera acelerada, imponiendo una dinámica agobiante en términos de respuestas a los dilemas que la elección autoritaria suele plantear a la oposición. A pesar del deseo de cambio que las propias primarias dispararon y la alta disposición a votar de un electorado hoy persuadido por la posibilidad de desafiar electoralmente al PSUV (según Delphos: 80% está dispuesto a votar; 70% cree que no debe abandonarse esa ruta), la oposición agrupada en la PU sigue sin definir un candidato unitario, atrapada en el viejo ovillo de las intransigencias y los antagonismos internos. La decisión se presenta de nuevo atascada entre la visión pragmática y la estigmatización suicida del candidato “potable”. Entre la participación en condiciones adversas y la resistencia a hacerlo en un evento que, sin garantías plenas para opositores, podría juzgarse como “ilegítimo”.

En paralelo, otros tiempos corren, con similar ferocidad. Sobre la negociación internacional, a duras penas mantenida y evidentemente quebrantada, pende una espada de Damocles. El límite propuesto por los EE.UU. para decidir si se mantiene o se revoca el alivio temporal de sanciones que implicó la Licencia General No. 44 de la OFAC (lo cual dependía del cumplimiento, por parte del gobierno de Maduro, de lo acordado en Barbados) añade elementos de presión adicional a este panorama. ¿Qué papel jugará el retiro o mantenimiento de la “zanahoria” en todo este proceso? ¿Cuánto pesará sobre la suerte de la negociación y la elección esa eventual vuelta del garrote sancionatorio?

Conscientes del riesgo de desmontar un espacio de diálogo, influjo y coordinación multilateral en circunstancias críticas para la región, incluso gobernantes tradicionalmente afines a las posturas ideológicas del chavismo como Petro, Lula da Silva o López Obrador, han salido al ruedo para cuestionar medidas como las exclusiones selectivas de candidatos y tarjetas. Petro decidió ir más allá: viajó a Caracas para conversar con Maduro y Rosales, y habló de una mediación colombiana. Por supuesto, se trata de actores operando dentro y desde la lógica de sistemas democráticos. Cabe esperar, no obstante, que esa antigua ascendencia mantenida a punta de un delicado juego de política exterior, pueda ayudar en algo a contener la desmesura autoritaria del vecino. Aun cuando los frutos de la negociación hoy luzcan anémicos, si algo no conviene sacrificar es la influencia que dichos gobiernos pudiesen seguir ejerciendo sobre los sancionados y díscolos (¿ex?)socialistas del siglo XXI.