El gobierno nos dio un tremendo mordisco en la yugular al reconvertir nuestras cuentas en los bancos, es un robo descarado, eso es lo único que tenemos claro después del paquetazo anunciado el fatídico viernes 17 de agosto por Nicolás Maduro.
El impacto que hemos sufrido al ver el saldo de nuestras cuentas es el de una verdadera paliza; en primer lugar, el régimen, que tanto ha denigrado de los portales que publican el valor del dólar lo toma como referencia y lo oficializa al asumirlo como base para fijar el nuevo cambio, con un monto de 6.000.000 de bolívares fuertes por dólar. ¿Quién entiende que los acusados de ser responsables de una guerra económica son los que orientan al mismo gobierno para fijar el tipo de cambio? Es cosa de locos.
Las amas de casa constatamos que la inflación es diaria, incluso en un mismo día comprobamos que en algunos productos el precio en la mañana es uno y en la tarde otro superior. Los productos de la canasta básica son prohibitivos para la inmensa mayoría de la población que se ve imposibilitada de satisfacer sus necesidades básicas y para colmo, el IVA sufre un aumento desconsiderado al saltar del 12% al 16%. No hay bolsillo que lo resista.
En segundo lugar, está el aumento de sueldos y salarios, no hay empresa que lo aguante, mucho menos los emprendedores; los condominios no pueden soportarlo y muchos plantean despedir a conserjes y empresas de seguridad. Cancelar las prestaciones sociales también es impagable. El madurazo decretó el fin de muchas empresas. El gobierno les promete subsidiar los salarios por un lapso de tres meses si no pueden costearlos. Otra locura más y otro método para ejercer más control en el sector privado o expropiarlo.
Maduro pretende hacer creer que los trabajadores, que protestan por un miserable salario de 5 millones de bolívares fuertes, pasarán a cobrar 180 millones de bolívares fuertes, pero no advierte que el Estado no aportará las divisas para hacer dicho canje, es decir, que pretenden obligar a la empresa privada y a particulares a cambiar sus dólares –a buen resguardo en el exterior– por petros cuyo valor es cero.
Como si no fuera suficiente con la destrucción del bolívar y la hiperinflación, ahora pretende obligarnos a canjear ese delirio del petro. Esta estafa sin precedentes solamente caldeará los ánimos de un gobierno que huye de traiciones y atentados internos, que se siente acorralado por las sanciones internacionales y que nos dejará el diluvio universal haciendo estragos una vez que sea restituida la democracia.
Lo que se perpetró fue una nueva megadevaluación del bolívar, anclado a una criptomoneda que no es reconocida en los mercados financieros internacionales, ni siquiera por sus creadores rusos. Ese petro es una entelequia que quieren utilizar como moneda nacional de manera inconstitucional. Cuando a la gente le depositen el primero de septiembre su medio petro, en lugar de los millones que tanto anuncian, se darán cuenta de que ha sido un vil engaño, que nadie se los va a cambiar a bolívares.
Ante esta situación de incertidumbre y falsas afirmaciones de Maduro y sus cómplices, basta preguntarse por qué no le pagan a Cuba sus maravillosos convenios con petros, o a Crystallex, que está punto de costarnos Citgo, o por qué en lugar de acordar el pago semestral de 500 millones de dólares a ConocoPhillips, no le pagan con los poderosos petros. La respuesta es muy sencilla, porque el petro no vale nada y será una nulidad que, junto con el aumento sin precedentes del precio de la gasolina, encenderán una mecha de pobreza extrema aún peor e inestabilidad de alto octanaje nunca antes vistas en Venezuela y en el continente.