Luis Eduardo Martínez Hidalgo: SI YO FUESE EL GOBIERNO

luis eduardo martínez

Estoy absolutamente seguro que el liderazgo oficialista, a la cabeza el presidente Maduro, Cabello, Rodríguez, El Aissami y la diputada Flores, están suficientemente informados de lo que a la fecha sucede hasta en última rincón de Venezuela.

Más aún que el cuento de la guerra económica no se lo creen, ellos menos que nadie, y que son conscientes de las penurias por las que atraviesa el pueblo que alguna vez confió en el fallecido presidente Chávez.

A pesar de las colas, de la escasez, de la inseguridad creciente, de las interrupciones del servicio eléctrico, de la caída dramática de la capacidad de compra de los venezolanos, de la inestabilidad política, todo indica que la pentarquía que gobierna es prisionera de los radicales y con tal carece de la capacidad de torcer el rumbo y de procurar soluciones reales a la sumatoria de crisis que nos agobia.

Converso con muchos y una y otra vez me preguntan qué pasará.  Con franqueza respondo no sé.

Construyo escenarios para el análisis pero frente a quienes los discutimos insisto que la constante es la incertidumbre.

Hace pocas horas, reunido con empresarios que hacen el mayor de sus esfuerzos para mantener abiertos sus negocios, que no se quieren ir del país, que han dedicado sus vidas a construir los que tienen, que generan miles de empleos, se me preguntó: ¿Si tu fueses gobierno, qué harías?. Con convicción les respondí:

Aseguraría la gobernabilidad. Es imposible que el actual estado de cosas se mantenga indefinidamente y más temprano que tarde se produciría –si así seguimos- una confrontación abierta de incalculables consecuencias. Cité las palabras de un general conocido quien muy preocupado expresó recientemente: “las guerras se saben cuando comienzan pero no como terminan”.

Para asegurar la gobernabilidad es indispensable viabilizar el referendo revocatorio que es la última vía que pareciera queda, pacífica, electoral, democrática y constitucional, para permitirle al pueblo expresarse y resolver sobre el modelo de país que quiere.

No es extraño el referendo revocatorio a la vida reciente de la nación. Hugo Chávez Frías promovió la incorporación de la figura en la actual Constitución y llegado el momento en que la oposición lo solicitó contra él se enfrentó sin miedo, se sumergió en el activismo pero a la vez se empeñó en satisfacer las exigencias de los más necesitados –las Misiones nacieron en esos meses de definiciones- y terminó ganándolo.

Si en verdad el oficialismo aún cree en el pueblo no debe temer el que se le consulte.

Se requiere también liberar los presos políticos y permitir el regreso de los desterrados. Juan Vicente Gómez, que fue un tirano en serio, en más de una ocasión echó a la calle a opositores prisioneros de su régimen y autorizó el regreso de exiliados. Y si no fuese suficiente, basta recordar a  Nelson Mandela a quien el gobierno racista de Suráfrica no solo excarceló sino que facilitó que tiempo después se convirtiese en presidente, con su opresor desempeñándose en una primera etapa como vicepresidente. Hoy por cierto los surafricanos son un modelo de convivencia y modernidad.

Es necesario reconocer a la Asamblea Nacional y entender que ejerce de manera legítima la representación popular; que sus diputados fueron electos de manera incuestionable, incluso los de Amazonas y que la cohabitación con un cuerpo legislativo mayoritariamente opositor es bien común en el mundo. No me he puesto a sacar cuenta pero casi me atrevo a asegurar que son más los gobiernos democráticos con parlamentos de mayoría opositora e igual funcionan.

No hay concesión con el respeto debido a los derechos humanos y al cese de la criminalización de la disidencia. Son estos elementos fundamentales para lo planteado.

Asegurada la gobernabilidad, o más bien a la par que se asegura, me pondría –si fuese gobierno reitero-  a trabajar a brazo partido para dar respuestas inmediatas a lo tanto que desespera a la mayoría.

Garantizar “las tres papas” es tan importante como la gobernabilidad porque hoy la otra constante es el hambre y un pueblo con hambre es capaz de cualquier cosa; es urgente demandar y recibir ayuda de alimentos y medicinas mientras se ataca lo estructural.

Lo cierto es que el mañana de Venezuela puede ser distinto pero depende  de nosotros, de nadie más. Dios quiera que sin mayores sobresaltos sea posible pronto, muy pronto.