Laureano Márquez: De la patria y sus traiciones

Laureano-Márquez

La patria, ¿qué carrizo es en definitiva la patria por la cual tanto se ha luchado en estos 20 años hasta lograr su completa destrucción?

La palabra “patria” viene del latín, es el femenino de “patrius-am-um”, vocablo vinculado a “pater”, el padre y a los antepasados en general. Patria es, pues, el lugar de los antepasados. En cierto sentido, patria es el lugar de tus padres, pero también el lugar donde has nacido. Sin embargo, hay gente que siente como patria un lugar distinto al que nació, entonces, patria es un concepto mucho más complejo, es un cúmulo de sensaciones, recuerdos, vivencias, esperanzas. Como apuntó el inolvidable Fausto Verdial en “Los hombros de América”, quizá patria el portugués que te vende el pan desde que tu tienes memoria y el italiano que te corta el pelo desde hace 20 años. Patria es el bombero de la gasolinera de la esquina a quien has visto perder peso en los últimos años, tus calles habituales, la mata de mango de la casa de tu infancia, la palabra “chevere”, el “canto a Caracas” del maestro Billo, porque la patria también puede ser música, pintura y un poema de Cadenas, cuyo apellido repito como un mantra para no olvidar que patria es cultura e ingenio.

Patria, sin duda, es un concepto del alma, del que algunos degenerados se apoderan a cada tanto para hacernos sentir ajenos a nuestra propia tierra, enemigos de nosotros mismos y lejanos de lo que somos. Para ellos, la patria es todo lo que afirma sus ambiciones de poder y patriota el que les respalda y acepta incondicionalmente sus ideas incoherentes, sus desordenadas apetencias y desquiciados mandatos. Se supone que uno debe estar dispuesto a dar la vida por la patria. Mientras más primitiva es una nación, mayor fuerza cobra el concepto de patria asociado a los hombres capaces de librar batallas de esas que producen muertos: “la patria agradecida a sus hombres de armas”. En esta visión, el profesor que malvive con impecable formación académica, no lucha por la patria, tampoco el estudiante, ni el médico que salva vidas. La patria es de los hombres que salen en los billetes y de los que al final se quedan con ellos, no del que lleva 30 años cumpliendo con excelencia su trabajo silencioso. La patria es de los administradores del concepto, son ellos los que deciden quien es patriota, quien traidor a la patria, quien tiene derecho a identidad, a existir y quien no.

Yo estoy con Fausto, mi patria son mis compañeros del San José documentando nuestra historia con fotos de cuando todos éramos niños en nuestros salones de clases, que fueron nuestra patria primera; mi padre y mis tios luchando año tras año por sacar adelante Frigorífico San Juan en Maracay; el hermano Isidro, que vino de Ollauri en España, a enseñarnos a querer a Venezuela y a sus paisajes; mi patria es mi profesor de filosofía; mi recuerdo de Raúl Delgado Estévez dirigiendo el orfeón de mi Alma Mater -que también es mi patria porque me ayudó a “vencer la sombra”- para interpretar el himno universitario; mi patria es una arepa calentica con su costra crujiente. Mi patria es -en definitiva- todo lo que me une a un destino compartido con mis semejantes en paisajes aromas, recuerdos y sabores, nunca todo eso que proclaman en su demencial destrucción de todo lo noble y justo, los administradores de la tragedia.

Así pues “juro por el Dios de mis padres y juro por ellos” que nunca volveré a creer en una noción de “patria” que esté bajo la tutela de un solo hombre, ni que sea Bolívar resucitado. Por tanto, cada vez que oiga decir de un hampón encumbrado que alguien es un traidor a la patria, sabré que se trata de una gente buena, decente y lucharé a su lado por el retorno a la belleza de la patriótica cotidianidad de la vida que “los defensores de la patria” nos han arrebatado.