La impactante semblanza sobre «el terrible» dueño de Reporte, por Leocenis García

Tannus Gerges, se negó a ser una hoja movida por los vientos de los poderosos. No se cebó en su empeño, cuando el entonces todopoderoso hijo del Presidente Caldera, valiéndose del poder judicial (nada es nuevo en el horizonte) intentó vincularlo al homicidio de Manduca, un chantajista de oficio muerto en extrañas circunstancias.

Gerges, enfrentó el mundo complejo y oscuro de la banca, desde Reporte de la Economía. Desnudó el oficio del poder, en su manera más cruenta y fría. Sin adornos. Fue un editor terrible e implacable.

Fue amigo de sus amigos. Nunca olvidaba un favor.  A Carlos Bardasano le agradeció de por vida que Venevisión no se prestara a las presiones de presentarlo como un criminal cuando desafió el poder de Miraflores. Pero, también fue un enemigo sin cuartel. A un conocido banquero le provocó una corrida financiera, y a otro lo vi llorar en su oficina. No me lo contaron. Lo vi.

Cuando lo conocí por mediación del ex viceministro del gobierno de Ramón J. Velázquez, el doctor Tomas Socias, me dijo: «Leocenis, ves esa puerta, detrás de ella, hay ocho hijos de putas que manejan la prensa. Ellos botaron la llave. No quieren que nadie entre. Hay una cola larga para entrar. Tienes dos formas de entrar; una, patear la puerta; y otra, hacer la cola. Cual escoges».

Escogí, patear la puerta. El resto de la historia ya la conocen. Tannus no fue un ángel, pero tampoco fue el demonio que sus adversarios pintaron. Fue víctima del odio y la envidia de quienes curan sus frustraciones vertiendo fango sobre el éxito de los demás.

Leía a Kalil Gibran. Y admiraba a Van Gogh. Rezaba de noche, pero decía que el diablo estaba en los hombres.

Solía preguntarme que haría en el futuro. Siempre me causaba risa, esta pregunta. Yo contestaba cualquier cosa. Pero comprendí con el pasar de los años que, para entender el corazón y la mente de una persona, no hay que fijarse en lo que ha hecho, no hay que fijarse en lo que ha logrado sino en lo que aspira a hacer.

El señor Tannus murió ayer. No podré asistir a su velorio porque la cárcel no me lo permite. Pero quise enviar estas líneas como un reconocimiento a su fuerza y su coraje de vivir. Porque detrás de esa apariencia fría y distante, había como en todo hombre ambicioso, un soñador. En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, existe una aurora.

La noche de Tannus Gerges, su leyenda negra, esconde el hombre al que los banqueros temían, sus trabajadores respetaban y otros tuvimos el privilegio de escuchar y aprender. La última vez que conversamos me dijo: «Nunca tengas miedo muchacho. El miedo te paraliza. Y no olvides esto que te voy a enseñar, cuando tú tienes miedo, tu enemigo tiene más miedo que tú»

Se le escapó hace años a una bala que llevaba su nombre. Y ahora, mientras estaba en la soledad de sus pensamientos, la muerte -ese misterio insondable- se lo llevó al lugar de dónde venimos y al cual volvemos. Unos tarde, otros temprano. Él demasiado temprano.

Hasta pronto amigo. Ciudadano Gerges.

Leocenis García
Desde el Helicoide